¿Es posible una vida religiosa más feliz? (III)
En conexión con el sendero anterior es importante darnos cuenta de que mientras busquemos la felicidad fuera, en lo superficial y superfluo… erramos el sendero. El camino es hacia lo profundo de la realidad, hacia dentro del ser, en el corazón de la vida.
El descubrimiento de nuestra verdadera identidad como seres humanos, el descubrimiento de la verdad de la Realidad, nos proporcionará una felicidad que nada ni nadie podrá arrebatarnos. El camino de la felicidad pasa por renunciar a buscar fuera y en la superficie de la realidad lo que ya tenemos dentro y está en lo profundo de lo real.
Es necesario recuperar la propia intimidad, aprender a vivir dentro de uno mismo. No significa un vivir aislado de las otras personas, sino un vivir con los apoyos dentro, vivir desde el propio centro. En lenguaje creyente, tal como los evangelistas lo ponen en boca de Jesús: la Buena Noticia de que el Reino ya está entre nosotros, dentro de nosotros.
Es necesario descubrir el corazón de la historia, el Fondo de la Realidad. Ahí – lo llamemos como lo llamemos – nos podremos encontrar con El Ser, con la Unidad, con la Comunión que somos.
El camino del vivir con sentido y con proyecto de vida
Los seres humanos somos seres que nos hacemos preguntas, no sólo de carácter utilitario sino preguntas últimas, preguntas que afectan al por qué y para qué de nuestra vida.
El camino hacia la felicidad pasa por encontrar un por qué y un para qué que unifique nuestra vida y le dé una dirección, una orientación. Esa orientación se concreta en proyectos y metas que son el aliciente del día a día, la señal de que ese sentido nos orienta y nos unifica en esa dirección y no en otra.
Saber vivir con sentido y con propósito tiene que ver con lo algunos autores llaman: “Salir de la jaula de sí mismo”. El ser humano es trascendente, apunta a algo o a alguien que no es él mismo, a un sentido, a otro ser humano, a un proyecto de sentido, a servir a una causa, a amar a una persona... Mientras nos empeñemos en vivir sólo para nosotros mismos no seremos felices.
Una de las razones más frecuentes de infelicidad de muchas personas es que su vida carece de metas, de proyectos que le merezcan la pena, nada ni nadie les espera, ni les reclama su esfuerzo, ni tienen ningún sueño que cumplir, nada que les entusiasme ¿para qué levantarse si nada les motiva, nadie los llama, ni los necesita?.
Saber vivir con sentido y con proyecto es no apuntarse a la carta de lo efímero e intrascendente. Son muchos los que confunden la felicidad con unas horas de pasatiempo, de entretenimiento, una felicidad light que deja vacío en el corazón.
El camino del aprendizaje de saber integrar la felicidad con el dolor, la superación del sufrimiento y la muerte
El dolor es un dato en la vida, una realidad que podemos agrandar o disminuir con nuestra mente. El sufrimiento, en gran parte, lo producimos con nuestros pensamientos, creencias, modo de afrontar el dolor. [25]
No podemos librarnos del dolor pero si podemos disminuirlo incluso superar el sufrimiento que desencadena el dolor.
La vida nos trae dolor y con él brota en nosotros el sufrimiento, es decir, la interpretación que hacemos del dato dolor y, desde ahí, la actitud que asumimos ante él. No se trata de huir del dolor – cosa que es imposible – sino de mirarlo de frente y aprender a dialogar con él, para poder integrarlo. Hay que aprender a distinguir el dolor que nos produce lo que pasa de la interpretación que hacemos del mismo. Y eso supone en muchos casos revisar y criticar creencias irracionales que hemos adquirido a lo largo de la vida y no hemos sometido a crítica y confrontación con nuestra realidad actual.
Detrás de nuestro sufrimiento hay siempre un rechazo de lo que está pasando y una frustración de nuestro insaciable deseo, un adiós de algo que no queremos perder, un apego que no queremos soltar.
La felicidad humana está siempre amenazada, pues el dolor, el sufrimiento y la muerte son compañeros de camino indispensables. Nuestra felicidad necesita ser encajada en el horizonte de la muerte. Sin embargo, lo paradójico es que la felicidad que ansiamos es eterna ¿qué pensar de esto?, ¿está el ser humano mal hecho?, ¿no nos queda más que aceptar que ese deseo es una ilusión? ¿y si esta felicidad frágil y amenazada estuviera apuntando a una felicidad plena y definitiva más allá de la muerte?.
Llegados a este punto ya no nos sirve la ciencia sino la fe religiosa que apunta a ofrecer una respuesta definitiva al misterio humano del dolor y de la muerte.
La fe cristiana afirma que Dios quiere la felicidad del ser humano, desde ahora, sin esperar al más allá. Afirma que estamos llamados a la felicidad posible en esta tierra, aunque mientras estamos en el útero del mundo, nunca faltará el dolor, la contradicción, la muerte. Esta felicidad frágil y amenazada está llamada a culminar en Dios, futuro absoluto del ser humano y de toda la realidad recreada.