¿Modo o estilo de vida?
Desde la sociedad actual, me refiero a la occidental, secular, laica y plural me vengo cuestionando sobre muchas cosas, hoy quiero compartir ésta: La fe cristiana es un ¿modo de vida o estilo de vida?
Mi persuasión inicial es que vivimos, desde hace algún tiempo, incómodamente instalados en un modo de vida cristiano, pero confieso que me está costando, sudor y sangre, para traducir la fe cristiana en un estilo de vida.
La gente se pregunta ¿por qué antes, en la cristiandad, vivíamos pacíficamente nuestras fe y ahora se ha vuelto tan dificultoso vivirla? Otras personas se están interrogando ¿Por qué antes éramos tantos y ahora somos tan pocos? Algunas, con cierto sentimiento de culpa se cuestionan, pero ¿qué hemos hecho mal en la familia, en las parroquias…?
El “modo de vida” está constituido por el conjunto de condiciones sociales, económicas, culturales, políticas, religiosas de una determinada población, donde sus miembros realizan y desarrollan sus vidas. La Iglesia de la cristiandad buscó “bautizar”, ese conjunto de condiciones -durante un tiempo lo consiguió en algunos lugares, como en España hasta no hace mucho tiempo-, en lugar de ser testigo del evangelio en esas mismas condiciones. Pero los responsables y sus asesores, no tuvieron o no quisieron tener en cuenta, que el modo de vida no se elige, sino que viene impuesto por el sistema, que lo social se refleja en lo individual. Por eso la Iglesia dedico casi todas las energías en transmitir la fe a través de procesos y ritos sociales, pues se consideraba que eso era lo “normal”, se suponía que esa era la “realidad”. Pero hoy no solo esa manera de transmitir la fe es imposible, sino que ni es conveniente, ni oportuna.
El haber pretendido en el pasado instaurar un “modo de vida cristiano” logró una mayor visibilidad de la Iglesia –tengo dudas si del evangelio-, cosa perfectamente constatable en la geografía española, basta entrar en cualquier pueblo, inmediatamente se ve, ya a distancia, la “iglesia” en el centro de la población. Pero hoy, en nuestra sociedad, ese “modo” se ha convertido en una carga que pesa en nuestra Iglesia actual, primero por los errores cometidos, que nos están haciendo pagar algunos peajes, al invadir terrenos que no eran de su competencia y, lo segundo, tengo que confesar que no tenemos experiencia ni estamos habilitados para evangelizar en otros modos de vida.
El estilo de vida, en cambio, es propio de la persona que trata de adecuarse a su medio social, cultural, económico, político teniendo en cuenta sus características personales. El estilo de vida se elige, se adopta de forma consciente e implica las motivaciones, que son las impulsan a las personas a situarse, de manera más o menos crítica, respecto al modo de vida impuesto por la sociedad a la que se pertenece.
Pienso que el “estilo de vida cristiano” es el mayor desafío que tenemos hoy en la Iglesia. Convocar a las multitudes en el “modo de vida” cristiano era fácil, los vientos eran muy favorables. Hoy, hacer posible que cada persona se sienta llamada a vivir el estilo de vida de las bienaventuranzas, con vientos que soplan con mayor fuerza y en múltiples direcciones, ese es el gran reto.
Pero la singularidad del reto es, desde el prisma evangélico, que los primeros en ser desafiados a un “estilo de vida cristina, hoy” somos los que nos consideramos cristianos, obispos, presbíteros, agentes de pastoral, catequistas… El verdadero desafío está inicialmente dentro y no fuera, en los próximos, no en los lejanos. Sin querer reforzar mi percepción con un argumento de autoridad, me parece que el papa Francisco, para mí el primer Papa de los que yo he conocido, se distingue por la fina y aguda autocrítica que hace a la iglesia acompañada de gestos reveladores.
Quiero concluir esta breve reflexión reconociendo que existe un dinamismo desde la base, que si bien no tiene la visibilidad de antaño, si es verdad que existen muchas personas y grupos, en diferentes lugares de la geografía española, que tratan de vivir el evangelio en la sociedad actual de forma más personalizada y comprometida. Unos acentúan el compromiso solidario, otros enfatizan la experiencia de encuentro con el Señor. Espero y quiero contribuir a que ese dinamismo, en el que sin duda está el Espíritu de Jesús, fructifique en un estilo de vida cristiano, que sea signo, no tanto institución, de que otro mundo es posible.
Termino con este fragmento de la carta Diogneto del siglo segundo, que expresa de forma clara y sencilla lo que he querido compartir:
“Los cristianos
no se distinguen de los demás hombres
ni por su tierra natal,
ni por su idioma,
ni por sus instituciones políticas.
No habitan en ciudades propias
ni particulares.
No hablan un lenguaje distinto
ni llevan una vida extraña.
Viven en ciudades griegas o bárbaras,
según la suerte le conceda a cada uno.
Siguen las costumbres de cada región
en el vestir, en el comer,
y en las demás cosas de la vida.
Mas, en todo esto,
muestran su propio estilo de vida,
según la opinión común,
admirable y extraordinario.
…”
Nacho