¿Católicos de derechas y de izquierdas?
| Gabriel Mª Otalora
Llevo tiempo dándole vueltas a una percepción que veo agudizarse por momentos: las dos maneras de entender la vivencia cristiana de los católicos. Habrá quien me diga que hay muchas otras maneras de entender el Evangelio, con los matices y coloraturas propios de cada persona; sin duda es posible que así sea, pero yo quiero referirme a dos tendencias bastante nítidas y mayoritarias en nuestra vivencia de fe.
Me refiero a dos conductas que entiendo yo distorsionan lo mejor del Mensaje cristiano. ¿Quiénes se llevan la imagen de los que rezan? Los llamados católicos tradicionalistas que no ven con buenos ojos al Papa Francisco por sus reformas y denuncias proféticas. ¿Y quiénes se llevan la fama de ser solidarios y priorizar las ayudas a los que más las necesitan? Los católicos con vitola de progresistas. Naturalmente que dicha percepción es subjetiva, pero no es menos cierto que la tendencia sociológica católica es real.
El Papa destituyó a la cúpula de Cáritas Internacional porque entendía que esta institución debía ser mucho más que una ong. Que lo ético es exigible para todos, pero lo cristiano es ofertable, precisamente por ese plus en el que anida su ser de Buena Noticia. Me he referido en otras ocasiones al pasaje de Marta y María, cuyo mensaje teológico es un todo único. Descubro que es mucho mejor llamarles por orden inverso, María y Marta, porque primero es la oración a la escucha, para después hacer la voluntad de Dios afanados en sanar, acompañar y salvar con actitud de compasión y misericordia. Ambas son dos partes de la misma oración que nos enseñó el Maestro…
Cuando prima la oración hablada y nos quedamos ahí, no se consuma la donación amorosa, que es adonde los rezos deben llevarnos. Creo que hemos devaluado la oración, primero por entenderla como un remedo directo de los problemas materiales. Así no dejamos a Dios ser Dios, quien cumple todas sus promesas, aunque ello signifique a veces que no realice todos nuestros deseos. En segundo lugar, cuando la oración de petición lo acapara todo, sobre todo cuando los aguijones de la vida arrecian, dejamos a un lado la petición de amar mejor, de rezar mejor y de aprender a orar a la escucha con la humildad necesaria, la que requiere tiempo de silencio en la mejor disposición a la acción del Espíritu.
En el otro extremo están quienes se comportan de facto como si sus propias fuerzas fuesen suficientes; entienden lo que debe hacerse, les apetece y les gusta dedicarse a ello porque se han convencido de que así pueden recolectar frutos a corto plazo. Suelen recibir muchos desengaños. La siembra está sujeta a muchas contingencias que la semilla no puede solventar. Se comportan más como recolectores que como pacientes sembradores…
En estos tiempos difíciles de crisis varias, tendemos al encastillamiento, a las seguridades y a las actividades más estimulantes sin darle la importancia que tiene el hecho de que la evangelización es un mandato de Jesús con sus reglas de actitud y conducta. El enrocarse ocasiona el descrédito tanto de la oración (a la escucha María) como de la acción (en la acción Marta). Nuestra parte contemplativa activa en oración alimenta nuestra parte evangelizadora asistencial. No podemos desligar la oración de la evangelización porque la primera constituye la fuerza y el alimento de toda obra cristiana.
Obras y oraciones son amores como instruyó Jesús, quien se afanó en sanar y predicar con el ejemplo. Y en ese ejemplo, la oración tuvo el nivel de importancia máxima, su relación de amor Yo-Tú con el Padre como algo prioritario, esencial. Por eso Él pudo llevar a cabo su misión convirtiéndose en luz y fuerza para todos los que buscaban. Lo del cristianismo de derechas e izquierdas, para mí tiene que ver con esto. Algunos lo llevan al terreno político, pero no está nada claro la diferenciación aquí cuando vemos a depauperados que votan a Trump, entre otras contradicciones que resquebrajan la distinción tajante tradicional. Pero este es otro tema.
Volviendo al meolloprincipal, sugiero darle una vuelta en torno al pasaje de María y Marta, en clave de oración precisamente, porque me temo que el riesgo de convertir la oración y la acción en un refugio personal es real, de atrincheramiento frente "al otro" casi como si fuésemos dos Iglesias. Ya tenemos bastante cuando la Iglesia institución acapara el Mensaje a sus conveniencia. Y por ahí no seremos luz ni fuerza para nadie; en todo caso, nos debilitaremos más y más ante la falta de resultados cuantitativos con el peligro de decepción supone. Cuando arrinconamos la oración se nos olvida que a pesar del extraordinario bien que Jesús hizo, su resultado cuantitativo fue un fracaso humano: acabó clavado en un madero con las peores sensaciones posibles… excepto en su vivencia de su fe profunda en el amor del Padre. Casi nada…