¿Y si nos centramos en lo esencial?

Lo que promueve lo mejor de la existencia no son las ideas, los movimientos sociales ni los cambios organizacionales., por bien dirigidos que estén sus objetivos. Lo que realmente resulta esencial es la mejora real de la convivencia. ¿De qué nos sirven los ideales si no logran mejorar la convivencia? Parece sencillo, porque cuesta poco formularlo. Lo cierto es que si nos enredamos en los verbos genéricos como ´promover´ o ´fomentar´, no vamos a ninguna parte, por más que miremos en la dirección adecuada.

Aprender a vivir juntos, he ahí la cuestión a empeñarse. La convivencia entendida como el entramado de relaciones interpersonales donde se configuran procesos de comunicación, sentimientos, valores, actitudes solidarias que conviven con las actitudes de poder, reaccionando lo que ocurre. Es el esfuerzo personal por vivir en comunidad atentos a lo que ocurre, y actuar en consecuencia para preservar la convivencia. No sigamos perdidos en los principios, porque ahí no se avanza nada; son indicadores luminosos a la vera del camino, pero no hacen el recorrido del caminante.

Necesitamos activar verbos de acción y ponerlos en marcha. Veamos tres ejemplos que nacen de lo mejor del ser humano y ayudan enormemente a la convivencia. Suelen pasar desapercibidas porque suponen un cambio de actitud en nuestras relaciones y presuponen activar ciertas virtudes nada fáciles de vivirlas a base de teorías y ganas de cambios estructurales, como si estos no dependieran en sus resultados de aquella. Vamos con los ejemplos, a los que podemos añadir decenas de realidades similares:

  1. Mostrar cariño, desarmando la conversación con una sonrisa del corazón. Parece una nimiedad, pero fijémonos en lo difícil que resulta sonreír de corazón, sobre todo cuando el orgullo empuja en dirección contraria.
  2. No juzgar o etiquetar.Cada persona tiene sus circunstancias y sus motivos por los cuales hacer las cosas, a veces ni ellas mismas lo saben. Nos falta información para entender -y comprender- las razones o emociones que llevan a otra persona a actuar de una manera.
  3. Evitar las comparaciones.Solo consiguen generar inseguridad o malestar, siendo la actitud perfecta para activar la envidia.

El Papa Francisco ha puesto sobre la mesa un plan para empujarnos en esta dirección de los pequeños cambios interiores para una convivencia mejor, en este caso eclesial. Escucha, caminar juntos, compartir desde la diferencia, centrarnos en lo esencial del Evangelio. Su propuesta es tan potente que ha desestabilizado a quienes viven anclados en las normas y en las seguridades. No perciben que lo mejor del cristianismo es vivirlo, y significa insuflar amor. ¡Qué difícil está siendo cambiar el paradigma de lo que debe ser por el de hacerlo posible!

Es importante hablar del diaconado femenino, del celibato, de las estructuras eclesiales y del clericalismo. Es importante hablar de todo con todos, pero como paso previo a vivir una convivencia mejor, a su vez el paso previo para convertirnos en signos de convivencia fuera de nuestro entorno eclesial. Es lo que nos pidió el Maestro con meridiana claridad.

Hay que ver lo desprestigiada está la sinodalidad propiciada por Francisco, entre los propios católicos: indiferencia cuando no beligerancia que a veces no lo parece, pero cala no dejando traspasar su mensaje en las actitudes diarias de las relaciones eclesiales. Es increíble lo que nos hemos quejado de los mandatos imperativos, las normas indiscutibles y las amenazas morales que hemos soportado en silencio, tratando de cumplir por la cuenta que nos tenía. Y ahora que todo un Papa presenta una invitación a mejorar la convivencia intra muros para evangelizar mejor, no lo aceptamos. Claro que no, pero no es a él a quien ni aceptamos, sino a la tesitura de cambiar nuestra manera de comportarnos, mñas cercana al Evangelio. Eso implica mucho esfuerzo, humildad y paciencia, amén de un propósito de mejorar la vida a nuestro alrededor; es ahí donde la sinodalidad cruje, no nos engañemos. Jesús de Nazaret es mucho más que Francisco, y su oferta fue rechazada violentamente con calumnias que trataron de tergiversar nada menos que la Verdad.

Volvamos al principio: la mejora de la convivencia es una necesidad cuya premisa inicial es una apuesta personal que, a continuación, debe plasmarse en lo social. Lo colectivo es una suma de individualidades en la dirección que sus miembros han decidido tomar. De lo contrario, es saltarse un paso esencial, hacer trampa, sumarnos a la trainera en marcha sin voluntad de remar… Cada cual sabe donde le aprieta el zapato.

Felices vacaciones y descanso, querido lector y lectora. Solo una cosa más. La difícil rampa a la que me acabo de referir, tiene una ayuda tan necesaria como eficaz: rezar más; y todavía mejor si llevamos una vida de oración.            

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