Fray Junípero Serra
P. RIQUELME OLIVA (Coord.), Escritos de Fray Junípero Serra (nueva edición de la preparada por el P. Salustiano Viñedo, Petra, Mallorca, 1984), Publicaciones Instituto Teológico de Murcia OFM, Edt. Espigas, Murcia 2015, 12x19 (Serie Maior –64). 883 pp.
La canonización de Fray Junípero Serra ha sido la ocasión para que la Editorial Espigas (Instituto Teológico de Murcia OFM) lleve a cabo la edición de los escritos de uno de los más importantes evangelizadores de la Iglesia en América. Mucha leyenda negra sobre la evangelización, que tiene parte de razón, ha ocultado las muchas y buenas luces que también las hubo. Y, entre ellas, la de este franciscano que fue llevado por la pasión del Evangelio sine glossa hasta las tierras americanas del norte. Su labor ha sido alabada por el papa Francisco y esto nos permite comprender también el cariz de su obra.
El libro es un trabajo de enorme mérito por enfrentarse a una obra ardua de revisión de las cartas y otro material escrito que nos ponen ante los avatares de la tarea evangelizadora y, a veces, los sinsabores del esfuerzo. Su lectura puede ser de gran utilidad para conocer mejor una época en la que muchos han puesto más o menos de lo que realmente sucedió
El papa Francisco nos sorprendió a todos cuando el día 15 de enero de 2015, durante el viaje de Sri Lanka a Filipinas, anunció que el Beato franciscano Junípero Serra sería canonizado en el próximo mes de septiembre en Washington con motivo de su viaje a los Estados Unidos de América para la participación en la Jornada Mundial de las Familias.
No es frecuente que la Iglesia anuncie una canonización de estas características sin antes haber realizado un largo y minucioso proceso de investigación y aportación de pruebas para que un determinado cristiano sea puesto ante toda la Iglesia universal como modelo. El motivo lo explicó el mismo papa Francisco durante el anuncio de la canonización: «He decidido canonizar a aquellos que hicieron una gran labor de evangelización y que recogen el espíritu evangelizador de la Evangelii Gaudium». En una celebración del papa Francisco con el Pontificio Colegio Norteamericano pronunciada el día 2 de mayo de 2015 destacaba tres rasgos fundamentales de la espiritualidad de nuestro santo franciscano: su ardor misionero que le llevó a dejarlo todo para adorarlo, para seguirlo, para encontrarlo en el rostro de los pobres, para anunciarlo a aquellos que no han conocido a Cristo, y por esto, no se sienten abrazados por su misericordia; su devoción a María bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, presente en cada una de las 21 misiones por él fundadas en la costa californiana, y que constituye en la actualidad la raíz común del continente americano; y su testimonio de santidad, fuente para descubrir la propia dignidad, consolidando cada vez más la propia pertenencia a Cristo y a su Iglesia.
La acción misionera no estuvo exenta de barbarie, y así «lo ha reconocido la Iglesia pidiendo perdón por la crueldad y los abusos de los líderes coloniales e incluso de algunos misioneros, pero también ha reconocido, con profundo pesar, que el proyecto colonial perturbó y, en algunos casos, destruyó formas de vida tradicionales». Pero también es cierto que «no podemos juzgar actitudes y comportamientos del siglo XVIII de acuerdo a los estándares del siglo XXI, aunque las exigencias del amor evangélico son las mismas en todas las épocas. Y es triste pero cierto que, como dijo Juan Pablo II, al llevar el Evangelio al continente americano, «no todos los miembros de la Iglesia estuvieron a la altura de sus responsabilidades cristianas».
Sin embargo, este no fue el caso con el Padre Serra. Incluso los historiadores críticos admiten que él y sus compañeros misioneros «fueron protectores y defensores de los indígenas ante la explotación colonial y la violencia». Fray Junípero conocía los escritos y la experiencia del misionero dominico, Bartolomé de Las Casas, en América Central. Al igual que de Las Casas, el P. Serra fue audaz y elocuente en la lucha contra las autoridades civiles para defender la humanidad y los derechos de los pueblos indígenas. En ese sentido, su Memorando de 1773, o Representación, al virrey colonial de la Ciudad de México es probablemente la primera «declaración de derechos», publicada en Norteamérica, donde proponía «recomendaciones prácticas detalladas para mejorar el bienestar espiritual y material de los pueblos indígenas de California». «La canonización del Padre Serra será una señal importante en esta nueva era de la globalización y del encuentro cultural». Los misioneros de esa primera generación eran creativos, y fueron los primeros aprendices de las culturas y los pueblos indígenas que servían. Ellos aprendieron sus idiomas, costumbres y creencias. Y sembraron las semillas del Evangelio para «crear una rica civilización cristiana, expresada en poemas y obras de teatro, en pinturas y esculturas, en canciones, oraciones, devociones, en la arquitectura e incluso en leyes y políticas».
La obra nos permite volver sobre uno de los acontecimientos de inculturización del Evangelio que mejor pueden mostrar el camino de la verdad de una fe que se hace carne en la historia de los hombres y que se propone y expone con la propia vida. Como Fray Bartolomé de las Casas, Fray Junípero Serra fue llevado por dos amores, el amor al Evangelio y el amor a los habitantes de aquellas tierras. Esos dos amores los desgarraron. Testigo de ese desgarramiento interior son estos ESCRITOS DE FRAY JUNÍPERO SERRA.