El cambio climático, tú y tu voto.

Hace apenas 10 años nadie daba un duro por el cambio climático. Quiero decir que nadie apostaba a que este grave problema global entraría en las agendas de los gobiernos y en los debates políticos y hasta ciudadanos. Pero ha sido así. Ha sido así porque el cambio climático no es una realidad que podamos negar alegremente. Cuando más confías en tu primo, el catedrático de física de Sevilla, zasca, en toda la boca: las temperaturas suben y la gente lo nota. Entonces, lo único que puedes hacer es recular y decir 'mequivocao' como hizo el rey en su día. Y hale, a ver si cuela cuatro años más. Pero, parece que ya no cuela y que, al menos, hay que hacer acto de presencia y decir que sí, que vamos a cambiar y patatín y patatán, mientras das órdenes para que se paralicen las renovables y se suban los impuestos a los que quieren utilizar el gran don de los dioses con España: el sol. Claro, el sol lo queremos para que se pongan como gambas los guiris y para tostar la piel de la muchedumbre de haraganes que pueblan las televisiones públicas y privadas españolas. Sobre todo si nos invitan a su casa a jugar al futbolín.

Pero, el cambio climático tiene una dimensión que los españoles no debemos olvidar: que tiene que ver con nuestro modo de vida. Sí, ese modo de vida en el que utilizamos coches particulares sin medida hasta para ir a comprar el pan a dos manzanas de casa. Un estilo de vida es una costumbre y las costumbres sólo pueden cambiarse a la fuerza, haciendo un acto de voluntad que nos lleve por otro camino. Es lo mismo que hacen en Alcohólicos Anónimos. Lo primero que le dicen al nuevo miembro es que debe dar un giro de 180º a su vida. Debe tomar otros caminos para ir al trabajo, pues en los viejos caminos están los compañeros de parranda esperando al renegado para hacerle entrar en razón. Debe dejar las antiguas amistades, abandonar los usos y costumbres inveterados que le llevaron al callejón sin salida del alcohol. Por eso es tan difícil dejar el alcohol o cualquier otra droga, porque hay que cambiar de vida, no sólo de hábitos. Con el cambio climático pasa lo mismo.

En estos momentos nos encontramos, siguiendo el símil, en la situación de reconocimiento de la dependencia. Somos adictos al despilfarro de energía y al consumo desaforado. Vale, lo hemos reconocido. Todos somos los culpables de esto. Aunque unos más que otros. Según un reciente informe (ver la imagen que acompaña), el 50% de la contaminación del Planeta la produce el 10% de la población, los más ricos. Es normal que sea así. De la misma manera que un alcohólico rico necesita un whisky de 24 años, el común de los alcohólicos lo hacen con vino peleón y 103. Quien más tiene más consume y más responsabilidad tiene en las causas del cambio climático. Pero, también es cierto que es un problema que atañe a toda la sociedad y que, por tanto, debemos cambiar los patrones de conducta social globales. Se trata de una metanoia o giro radical a nuestra forma de pensar y actuar. No basta con ser conscientes del mal que producimos, hemos de revertir nuestras acciones sobre el Planeta. De lo contrario, nuestros nietos nos pedirán cuentas en un futuro no muy cercano por dejarles un mundo inhabitable.

Lo primero que hay que hacer es empezar por uno mismo y aplicarse las famosas tres erres del ecologismo: Reducir el consumo al máximo, Reutilizar cuanto podamos y Reciclar aquello que no podamos reutilizar. Lo primero es Reducir. De nada sirve reciclar si no reducimos el consumo hasta los límites que el Planeta puede soportar. Varios ejemplos para aplicar. No podemos consumir más de 500 gramos de carne semanal por persona. Limitar nuestro consumo a esos 500 gramos da una oportunidad al Planeta y, de paso, a nuestra salud. Recordemos que la media en España es 1,2 Kgr. y en EE.UU 2,5 Kgr. No estamos hablando de algo baladí, pues la producción de carne es una de las responsables del cambio climático y de la pobreza en el mundo. Con los 7 kgr. de cereal que producen un 1 kgr. de carne come más gente.

Otros ejemplos son consumir productos de Km 0, es decir, producidos cerca y con poco envasado, no comprar ropa, calzados y complementes si no es estrictamente necesario para mantener la imagen social, limitar el uso del coche particular a lo estrictamente imprescindible y espaciar lo máximo posible la compra de aparatos electrónicos de última generación. Por último, hemos de acostumbrarnos a vivir con poco. El gasto medio de una familia española son 1773 euros al mes, una cantidad adecuada para frenar el cambio climático, pero el problema está en que es un gasto medio. La mitad de los hogares no llegan ni a la mitad de esa cantidad, mientras el 10% de los hogares superan con holgura los 4.000 euros mensuales de gasto. La justicia social también es buena contra el cambio climático. Sin embargo, Reducir es lo más importante, pero no lo único. También hay que intentar Reutilizar o prolongar el uso el máximo tiempo posible, tanto si hablamos de utensilios de corta duración como de larga. Hay que habilitar fórmulas para compartir el uso de las cosas que pueden ser compartidas: el coche, herramientas, ropa, muebles, etc. Hemos de acordarnos de la paradoja de Jeavons antes de cambiar nuestros electrodomésticos por otros más eficientes, pues, según esta paradoja, el aumento de la eficiencia lleva aparejado el aumento del consumo. Y, para producir el nuevo electrodoméstico ha sido necesario utilizar nuevos materiales y energía que compensan el ahorro que pretendemos de forma neta.

Al final, cuando ya no se puede hacer nada más, nos queda Reciclar. Sí, sin excusas, aunque nuestro ayuntamiento luego mezcle el contenido de los contenedores y no recicle realmente. Si yo reciclo me convierto en un legislador universal kantiano, hago extensible muy voluntad al resto y puedo exigir reciprocidad. Reciclar es una obligación moral con el Planeta y con nuestros hijos. Educar en el reciclado es la pieza que puede salvar nuestras vidas. Sin embargo, una vez que hayamos hecho todo esto a nivel personal hemos de decir "siervo inútil soy", pues sin unas correctas políticas públicas que incentiven y castiguen los comportamientos correspondientes no es posible frenar el cambio climático. Necesitamos políticas de transporte colectivo que sustituyan el uso del coche particular sin caer en el despilfarro de los AVE. Necesitamos un plan de ahorro energético y un plan de energías renovables ambicioso. Necesitamos frenar la contaminación de nuestras industrias, en las que un 10% producen el 60% de la contaminación. Sería fácil reducirlo, pues son empresas vinculadas al sector energético y afines, pero los intereses creados entre ciertos partidos políticos y las empresas lo impiden por efecto 'puerta giratoria'. Necesitamos tomar en serio la ecología en nuestro sistema educativo y en toda la administración pública. Que la preocupación ecológica sea un aspecto esencial en nuestra vida social. Por eso, cuando vayas a votar el 20D, no lo olvides. Piensa por ti, piensa por tus hijos.
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