La viña del Señor
Una de las peores desgracias que podía pasarle a un viñador es que, por descuido o por una causa mayor, en vez de producir uvas se cosechen “agrazones” (uvas amargas). Según los entendidos no resulta fácil corregir esta situación. Por ello, este acontecimiento ataca la esperanza de quien tiene que ver con la viña y se prefiere abandonarla o dedicarla a otra cosa.
Es lo que nos quiere decir el profeta Isaías al hablar del pueblo como la viña del Señor. Es querida y protegida por Dios. Pero lo que el Señor esperaba muchas veces no se daba. En vez de dar el fruto sabroso de la uva y del vino, signos de la fidelidad a Dios, producía agrazones, porque preferían otros dioses o abandonar la alianza. De allí que el Señor también manifieste su desencanto con el pueblo de la Alianza. Sin embargo, aunque la castiga, siempre hará lo posible por refundarla, por hacerla producir de nuevo el fruto que es propio: la fidelidad a la alianza.
El evangelio habla en varias ocasiones de la viña. En una de ellas, hace referencia al encargo que el dueño de la viña le dio a unos trabajadores, quienes hicieron lo que les vino en gana y despreciaron y ultrajaron a los encargados. Cansado el dueño de la viña decidió enviar a su hijo para ver si a él lo respetaban. Pero no ocurrió así. Los trabajadores urdieron un plan para matar al hijo y quedarse con la viña. El amo de la viña decidió actuar luego en relación a lo acontecido. Se trata de una parábola para hablar de la viña del Dios de Israel: que no fue debidamente atendida por los que el Señor contrató. Despreciaron a los profetas y a los hombres de buena voluntad. Fue cuando decidió enviar a su Hijo, el Dios humanado. Pero sabemos la suerte que Éste iba a correr.
Jesús indica el sentido de la parábola apelando a otro texto bíblico: “La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular”.
No importa lo que haya pasado, el deseo de asesinar o acabar con el hijo del viñador. Se impondrá la verdadera justicia del reino de Dios. Esto nos impulsa a realizar una auténtica revisión de vida. El Señor la quiso hacer con los suyos ante la situación que vivía el pueblo de Israel. Lo hizo y les dio la garantía de éxito al proponer claramente la piedra angular que permite edificar el edificio del Reino.
Hoy, es necesario que todos los miembros de la Iglesia hagamos un verdadero examen de conciencia acerca de nuestra actitud para con el viñador, la viña y su hijo. ¿Qué actitud tenemos? ¿Tenemos la actitud de aquellos trabajadores de los cuales nos habla el evangelio? ¿Producirá nuestra viña, la Iglesia, uvas sabrosas de evangelización o uvas amargas? ¿Cómo está nuestra viña?
San Pablo nos da la clave para responder ese examen y mantener la verdadera actitud de quienes aman la viña: “aprecien todo lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio”.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal