El Papa Bueno

HACE hoy medio siglo que el cónclave elegía en Roma a un cardenal de 77 años, Angelo Giuseppe Roncalli, como sucesor de Eugenio Pacelli, Pío XII. El nuevo papa tomó el nombre de Juan XXIII y todos los analistas interpretaron su elección como de transición, ante los importantes retos que la Iglesia tenía por delante. Pero aquel hombre sencillo, modesto y alegre, de orígenes campesinos, no sólo no cumplió con las previsiones, sino que fue el papa del aggiornamento,de la puesta al día de algunas prácticas anquilosadas y del acercamiento al mundo mediante la convocatoria del concilio Vaticano II, que ha marcado el catolicismo de los últimos 40 años, a pesar de los muchos obstáculos y fuertes resistencias que halló en la curia.

El Papa Bueno,que es como se le conoce, y cuyo proceso de santificación se cumple con una lentitud que a algunos les parece demasiada si se compara con otros procesos, puso en marcha varias revoluciones. La de la Iglesia de los pobres, con la moderación en los gestos y en los gastos; la del ecumenismo, con el diálogo con otras iglesias y religiones; la de la apertura, con el diálogo con la ciencia y los marxistas; la pacifista, con la encíclica Pacem in Terris;la del laicado, con una nueva liturgia, en especial la misa de cara al pueblo y en lengua vernácula. En definitiva, se trataba de la apuesta de la Iglesia por transmitir el lenguaje evangélico de acuerdo con el mundo que surgió después de las dos grandes guerras. Un gran papa.

(La Vanguardia)
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