La valiente denuncia del ex vicario de San Sebastián

Félix Azurmendi fue uno de los vicarios generales y mano derecha de monseñor Uriarte en San Sebastián. Serio, ponderado, moderado y elegido por el clero. Goza de gran prestigio entre sus compañeros y entre los fieles de la Iglesia donostiarra. En desacuerdo con la maniobra del cardenal Rouco que llevó a la diócesis a monseñor Munilla, se retiró discretamente a un segundo plano y mantuvo silencio durante un tiempo prudencial. Un silencio que, ahora, rompe para lanzar una voz de alerta sobre la situación eclesial española en general y pedir explicaciones sobre el llamado "caso Pagola".

Si quisiese seguir haciendo carrera eclesiástica, se habría callado. Pero Azurmendi pretende ser fiel a su conciencia y, por eso, da la cara públicamente en un artículo ponderado, sentido y lleno de amor crítico no hacia la Iglesia, sino hacia los que coyunturalmente están al mando de determinados mecanismos de servicio-poder.

Lo que pide Azrumendi me parece de sentido común: que la Iglesia católica no funcione como una secta, sino como una comunidad de hermanos, en la que, por lo tanto, no es de recibo el secretismo ni el ocultamiento. En base a la transparencia y a la luz que pide el Evangelio, el ex vicario reclama que alguien informe qué pasa con el libro de Pagola. Un libro que tanto bien está haciendo a miles de fieles y que algunos dicen que está siendo examinado por la lupa de la congregación para la Doctrina de la Fe.

Con el caso Pagola como paradigma, Azurmendi hace un diagnóstico sincero, valiente y decidido de la situación actual de la Iglesia española. Un diagnóstico con el que coincido en casi todo. Habla de "cisma", cada vez más evidente y claro, entre una parte de la jerarquía y sus fieles. Habla de cisma, cada vez más evidente y claro, entre dos sensibilidades eclesiales, porque el sector ultracatólico no soporta y quiere condenar y excluir a todo el que no piense como él. Pagola incluido, por supuesto.

Es verdad que algunos obispos (todavía minoritarios, pero jaleados por los ultracatólicos) tratan de imponer una eclesiología "neoexclusivista", en la que no cabe ni Pagola ni su Jesús, ni el sector (numerosísimo) de fieles y curas que con él se identifican.

Y tras el diagnóstico, la receta de Azrumendi, con la que también coincido: no perder la capacidad de indignación ni de deseos de reforma de la Iglesia. No abdicar. No ceder espacios. Luchar por el cambio. No retirarse a los cuarteles de invierno individualistas. No sumirse en la indiferencia. Plantar cara, pero, a diferencia de ellos, para tender puentes, para ofrecer diálogo, para presentar alternativas, para presentar salidas negociadas.

Sin tratar de imponer, pero sin dejar que nos expulsen. Vivir el pluralismo a fondo. Demostrar en nuestras vidas, en nuestra acción pastoral y profesional que Iglesia somos todos y que en la Iglesia cabemos todos. Algo que, desde RD, llevamos haciendo desde hace ya muchos años. Sólo así dejaremos sin argumentos a los que quieren una Iglesia sin Pagola, sin Azurmendi, sin Casaldáliga, sin Castellanos, sin...

¡Enhorabuena a Félix Azurmendi! Por su valentía, por su claridad, por lo que dice y por cómo lo dice. Por el fondo y por la forma. Su escrito huele a denuncia profética y a anuncio esperanzado de una nueva y posible primavera eclesial. Amén.

José Manuel Vidal

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