Ateos, distintos tipos

Quisiera y pido al Señor que todos los ateos lleguen al conocimiento divino, a amar a Dios, a vivir con la ilusión de hacer el bien. A lo largo de mi vida me ha tocado dialogar con muchos ateos. Los he encontrado de talante muy distinto. Intento enumerar los principales tipos de personas que no han llegado a conocer y amar a Dios.


- El ateo rudo. Nunca se ha preocupado ni siquiera de la existencia de Dios. No le va lo divino, nada de eso. Es de los de “comamos y bebamos, que mañana moriremos”; ni siquiera gusta de la conversación sobre el tema.

- El ateo indiferente. Ni siquiera he conseguido llegar a saber si cree o no cree. Prescinde de todo lo relativo a la religión. Le importa lo mismo. Si hay que ir a misa, se va, pero jamás ha dado ningún síntoma de creyente. Calla, respeta y se acabó.

- El ateo despectivo. Son duros para el trato. Si hay que hablar del tema religioso, le plantan cara; pero en plan despectivo. Tratan al creyente como un ignorante, o a veces como un cínico. Como ellos no creen, y se mantienen así a gusto, desprecian a cuantos creen. Y no llegan a entender que haya gente de verdad convencida de su fe católica que sean cultos e incluso sabios. En el fondo su ignorancia es mayúscula.

- El ateo añorante. Él no ha llegado a la fe, pero le gustaría creer. Le interesa siempre el tema de conversación de trascendencia. Pero no acierta a lanzarse y dirigir su primera oración a ese Dios a quien no conoce, pero desea conocer.

- El ateo culto y respetuoso. Calla su problema. Comprende que pueda haber muchos creyentes, pero él no llega. Respeta mucho a quien cree y no le incordia en su fe; prefiere que viva feliz. Él nunca podrá ser tan feliz como el creyente, pero ¡qué vamos a hacer! No gusta conversar sobre el tema.

- El ateo apóstol o militante. Está convencido de su ateismo. Suele ser muy racionalista. No llega a entender cómo puede haber gente culta que crea, y trata de convencerlos. Son peligrosos, cuando se relacionan con personas que no están muy convencidas en su fe. Su mayor éxito sería conquistar a sus semejantes para que participen de su trágica suerte, de la que ellos, por otra parte, se sienten muy orgullosos.

- El ateo faltón. Gusta de mofarse, reírse, vituperar a sus semejantes que creen. Demuestra ser un mal educado, una persona irrespetuosa.

- El ateo que no es ateo. Es aquel que suele designarse a sí mismo con este nombre, pero en realidad no es ateo, porque ateos convencidos hay muy pocos. En realidad es un agnóstico, pero ha abandonado su afán de búsqueda y vive más o menos tranquilo en su increencia.

- El ateo práctico. No hace problema de Dios, ni de religión, ni de nada. Él vive apartado de toda creencia y pone la ilusión de su vida en poseer y vivir cuanto mejor esta vida; no espera nada después. Es indiferente, en realidad.

El ateo verdadero carece de una dimensión humana muy digna de ser tenida de cuenta: la dimensión religiosa. Lo mismo que hay personas que no tienen una dimensión social; lo mismo que algunos ni siquiera tienen conciencia de su dimensión humana; otros carecen del todo de la dimensión religiosa. No entro en responsabilidades, ni en condenas, ni en nada negativo. Conozco ateos de una talla humana extraordinaria. Hay ateos que nos dan ejemplo de humanidad y bondad a muchos creyentes.

Nuestro deber de católicos es orar por ellos y ofrecerles con sencillez nuestro testimonio de fe. Y saber quererlos de verdad, porque todo ser humano es digno de nuestro gran amor.

Mi enumeración de tipos de ateísmo no es completa. Podía extenderse mucho más, y pueden mezclarse en una misma persona distintos tipos de ateismo.

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