Viudez, en espera para Dios

Enfermos y debilidad

Viudez, en espera para Dios

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Viuda

 La sociedad va cambiando. Por una parte muchísimos optan por vivir solos; se encuentran más libres, sin compromisos, más a gusto. En el otro extremo, otros huyen de la soledad de una manera compulsiva. Hace poco tiempo tuve la ocasión de charlar con varias personas que formaban parte de un viaje de INSERSO. Era gente mayor: bastantes matrimonios, algunos iban solos, y otros formaban pareja de hecho. Todos muy animados. Me decían que después de cenar organizaban baile, se divertían mucho. Durante el día marchaban a visitar el arte y la comarca; lo pasaban muy bien. En circunstancias parecidas se han formado matrimonios. Cirilo y Claudia – viajeros también en esta ocasión – se habían conocido en una de estas excursiones; y pasaron después por vicaría.

 Cirilo me decía: “Los dos estamos jubilados y éramos viudos. Para declararme casi se me salía el corazón por la boca. Y eso que no era la primera vez que lo hacía después de enviudar. Pero ahora he acertado. Todo fue muy rápido. Somos felices. Como nos han respetado por la edad la pensión de cada uno, hasta podemos ahorrar un poco, darnos nuestros caprichos y atender a nuestros nietos respectivos”. Todo les fue bien. Y corriendo, ¡al altar! Como éste hay muchos casos.

 También están los viejos “ye-ye”. A nuestro juicio, de poco fundamento. Me dijo Claudia que en aquel viaje había alguna pareja de este tenor: “Se han fijado en muchos jóvenes que viven juntos sin casarse; en su ligereza senil les parece bonito. Ningún compromiso, mientras dure, dura; después, cada uno por su lado”. Inconcebible en nuestra mentalidad cristiana, pero a ellos no les importa: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos” – se dicen en su inconsciencia.

            Me parece aceptable el caso de Cirilo y Claudia; fatal el ejemplo de los otros dos; pero lo mejor de todo, la tradición cristiana tan alabada en la Biblia: vivir la viudez con dignidad y esperanza. Conocemos muchos casos de viudos y más aún de viudas que se dan cuenta de que es grande haber estado casados con amor; guardar esta fidelidad hasta la eternidad; dedicarse más a fondo a la oración y al cuidado de sus nietos; paliar la soledad con el trabajo ferviente en bien de los hermanos…

¡Cuántas cosas buenas puede hacer también una persona después de que la muerte la ha separado de su querido cónyuge! Una señora me decía que para ella la viudez era lo mejor de su vida: “Estoy tranquila; he superado la angustia de los primeros meses; tengo la esperanza de encontrarme algún día con la persona a quien tanto he amado; me relaciono y asisto al ropero parroquial, donde he encontrado buenas amigas; rezo mucho. ¿Qué más puedo desear?” Sí, respetamos las distintas opciones de las personas. Nos parecen buenas las segundas nupcias, pero mejor, viudos ¡en la esperanza y en el amor!

José María Lorenzo Amelibia

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