Que con la pandemia haya desaparecido para siempre el rito de la paz con la mano
Crítica Constructiva
| José María Lorenzo Amelibia
Que con la pandemia haya desaparecido para siempre el rito de la paz con la mano
Cambiamos el rito de paz
En la época postconciliar, la primera reforma eclesial fue la liturgia. Al comienzo de los años 70 era un lío: no había libros, los altares estaban todos de espaldas al pueblo, las iglesias enteras estaban dispuestas en plan tridentino. Poco a poco fue introduciéndose el cambio. Después vinieron los abusos por una parte del clero que inventaba misas a su antojo.
Pronto comenzó el rito de la paz, que en España se generalizó con un apretón de manos con el vecino, cuando el preste exhortaba ello. Por fortuna esperamos que desaparezca.
Nunca me ha convencido el modo de desearse la paz entre los fieles. Y no digamos nada cuando sale un espontáneo dentro del pueblo y recorre el templo desde el primero hasta el último banco apretando decenas de manos lleno de satisfacción. En alguna diócesis llegó el obispo a mandar a los sacerdotes un documento en el que exhortaba a los fieles que tan solo se diera la paz al de la derecha y al de la izquierda.
Pero me conmovió esta anécdota: en una ciudad se encontraban en el mismo banco dos personas que en el momento anterior a la comunión se habían dado la paz. Al salir del templo una de ellas intentó hablar con la otra, la cual rehuyó conversar y se alejó con cierta displicencia, tal vez creyendo que el interlocutor le iba a pedir alguna ayuda económica. ¡Antes, eso sí, le había dado la paz!
Desde entonces se me hace más enojoso el rito actual. Pienso que puede resultar farisaico; mero cumplimiento. Personas que ni se conocen, que incluso no están dispuestas a dialogar, que al salir de la iglesia cada una toma su camino sin mirar a la cara a quien estuvo junto a ella en el mismo banco… Y además de inoportuno, es altamente contagioso en tiempo de epidemias.
Sé que los liturgistas se habrán planteado este problema, y no sabrán cómo solucionarlo: pero ahí está. Por otra parte, no me parece muy higiénico el rito. Incluso en muchos lugares llegó a suprimirse durante el período de la gripe
En algunas parroquias tienen la costumbre de suprimirlo en tiempo de adviento y de cuaresma. Les exhortan en esas semanas a los fieles para que cuando vuelvan en Navidad o en Pascua al saludo de la paz, lo hagan con todas las consecuencias. Veo óptima esta iniciativa, aunque no sé si conseguirá algún fruto.
El saludo de apretón de manos es – me parece – algo muy íntimo que denota amistad ya comprobada; aunque también en otras ocasiones supone un mecanismo social rutinario y con poco sentido. Por otra parte las manos no siempre están limpias y son transmisión de enfermedades.
Nos parecía difícil cambiar esta costumbre. Pero mejor resultaba hacerlo como en mis tiempos de niño en Estella: mirar al de la izquierda y al de la derecha y decirles en voz queda, en una leve inclinación de cabeza: ¡Buenos días! o ¡Buenas tardes! Suficiente, y se presta menos a la hipocresía. Dejar el abrazo o el apretón de manos para ocasiones de Misa con personas entre las que existe ya una intimidad.
Durante la pandemia se abrieron los ojos de nuestros liturgistas, y por supuesto, se omitió este rito de dar la mano. Simplemente, una inclinación de cabeza. Así esperemos que continúe. Ni es higiénico ni sincero el apretón de manos. Y… sobre todo, no seamos hipócritas. La Misa, tal y como la vivimos en las ciudades, no supone un acercamiento de amigos. Sí – y ojalá no me equivoque – una adoración, culto, amor, oración, encuentro con Dios. Ojalá llegáramos en Misa a sentirnos amigos. Pero esto es otra cuestión. Hoy me fijo en el rito de la paz y me alegró como se realizaba en tiempo de pandemia. A continuar así.
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