Eran las cruces de mayo y la fiesta de las flores en Córdoba, pero
Ignacio, estudiante alegre y juerguista, estaba taciturno en Albera. Sor Consuelo se lo encontró en una callejuela curva y sombreada del pueblo, y le preguntó lo que le pasaba.
-Mi novia me dejó -dijo Ignacio.
El joven parecía haber madurado veinte años de repente.
Sor Consuelo le preguntó cómo era la chica en realidad. Ignacio confesó:
-Atractiva, pero egoísta y orgullosa.
Sor Consuelo le tomó las manos y le dijo:
-Fue sólo una experiencia.
Dios te tiene preparado algo mejor.
Ignacio durmió poco esa noche. La mañana siguiente, se volvió a Córdoba. Visitó varias cruces y fue a la fiesta de las flores. Desde una de las carrozas,
una chica guapa vestida de gitana que arrojaba claveles a la multitud, le miró.