Cardenal Aguiar Retes, gran ausente de las principales devociones marianas arquidiocesanas "Danos un arzobispo santo según tu corazón"
Cada vez más fieles y sacerdotes están convencidos de que la arquidiócesis primada de México está instalada en una triste soledad.Es el inicio de un crudo invierno eclesial.
| Guillermo Gazanini Espinoza
Pasó de noche… Una concesión pontificia que, en otros tiempos hubiera merecido la más solemne consideración de la jerarquía, fue tema de tímidas menciones en algunos medios. Pasó inadvertida, cubierta por el velo del indolente silencio y tibia indiferencia del cardenal arzobispo primado de México.
Y es que en la solemnidad de la natividad de la Virgen María, el domingo 8 de septiembre, el cabildo de la Basílica de Guadalupe hizo recepción del decreto de la penitenciaría apostólica, documento que anunció la concesión de indulgencias por el Año Jubilar de los 125 años de la coronación de la sagrada imagen en el ayate de Juan Diego desde ese día y hasta el 12 de octubre de 2020, fecha significativa no sólo por haberse coronado a la Virgen de Guadalupe por voluntad de León XIII, será también el aniversario de los 44 años del traslado de la imagen a la Basílica nueva cuando en 1976, la imagen tuvo su asiento definitivo en el moderno edificio del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
No es año intrascendente. Para el acucioso observador, el período jubilar anunciado por el rector Martínez Ávila será antesala para los 500 años de la conquista de México en 1521, del asiento de la primera evangelización que será conmemorada por los obispos de México justo en 2031 al cumplirse los 500 años de las apariciones de la guadalupana en el Tepeyac.
Sin embargo, algo anda muy mal en el arzobispado de México lo que refleja el grave estado de desorden, degradación y caos pastoral desde que Carlos Aguiar Retes llegó al cargo en diciembre de 2017. Poco a poco se ve que lo que se llamaron transformaciones, son unilaterales decisiones que sumen a la Iglesia en un penoso letargo. La primavera de reformas de Aguiar, en realidad son el inicio del letárgico invierno donde se percibe la impavidez y parálisis de la fe, de la misión y de la devoción como frío hielo que hiere y agrieta la epidermis.
Y algo muy malo está pasando en el arzobispado cuando su pastor no celebra con el pueblo las principales devociones de la iglesia que han dado profunda raigambre mariana a lo largo de la historia a pesar de la acelerada secularización y del avance de otras religiones, arrebatando católicos bautizados a las sectas o peor aún hacia la indiferencia de las cosas de fe sin impacto en la vida de las personas.
En la fiesta de la Asunción, Catedral celebró sin arzobispo. El bucólico ambiente del recinto fue gris al igual que el humo de los incensarios. Sin pastor, el clero y los poquísimos fieles recordaron el misterio de la Asunción de la Virgen. Ninguna justificación y tan solo el diplomático “reciban saludos del señor cardenal”. Ahora se sabe que Aguiar estaba muy lejos de la arquidiócesis, no sólo del alma, literalmente lejos, en Nayarit, pasando un tiempo de descanso y componiendo sus sesudas reflexiones para el próximo sínodo al cual fue llamado.
La apertura de cursos del seminario conciliar de México es punto clave en la formación de los sacerdotes. En la capilla del semillero dedicada de la Inmaculada, se postran todos los anhelos, deseos y fracasos que pueden darse en el año lectivo. Y aunque el auxiliar de México presidió la eucaristía con el equipo formador y estudiantes, no pasa desapercibido que, de nuevo, el cardenal Aguiar vivió alejado de esta particular encomienda que se hace a la Virgen María a quien están dedicadas las vocaciones sacerdotales y religiosas. Tampoco es raro. El seminario ha sido especialmente golpeado por el báculo pastoral. Entre el clero se afirma que el corazón de la arquidiócesis cada día late más débil, sin vigor, al punto del infarto.
Y este 8 de septiembre en Basílica cuando la apertura del año jubilar pasa sin pena ni gloria y peor, ni un pronunciamiento del arzobispo para dar el agradecimiento público a su amigo, el Papa Francisco por la especial deferencia escribiendo una nueva página en la historia de Basílica de Guadalupe. De nuevo, en la solemnidad de la Natividad, la sentida ausencia se resiente más cuando a los pies de María de Guadalupe se apertura un Año Jubilar sin el arzobispo que se dice custodio de la imagen sagrada.
Alguna vez, un erudito y desaparecido sacerdote, formador de generaciones en el Seminario Conciliar de México, acertaba con un comentario que parecía un vaticinio infortunado: “Hay actitudes en los alumnos y formadores que están haciendo del Seminario una secta antimariana” sin vida. Lo decía ante las vanas justificaciones de un pretendido cristocentrismo de la formación que, en realidad, eran la fuga para la inútil justificación ante la penosa esterilidad espiritual y de amor por la Madre de Cristo que se veía en formadores y seminaristas. Ese canónigo tenía razón. La realidad no puede evadirse y más llama la atención cómo Su Eminencia está ausente de las principales devociones como sectario antimariano, un pastor estéril que no transmite vida.
Pero todo esto es punta del iceberg de los lamentables signos de decadencia que vienen desde arriba. Con los obispos auxiliares ahora en Roma, los encargados de pastoral haciendo cursos en Colombia y los recién nombrados vicarios episcopales enredados en la administración y la recaudación de dinero, la arquidiócesis cava más agujeros pastorales que nadie quiere tapar, haciéndose más profundos ante la pérdida de devociones y piedad, esencia de fe para los millones de bautizados que tienen aún un profundo, sincero y sencillo amor por esas costumbres como germen de evangelización.
Xavier Picaza lo escribe en una reflexión publicada en su blog. Sin desperdicio alguno, las palabras del teólogo parecen tejidas para la triste realidad de la arquidiócesis primada: En el mundo moderno, los pastores han perdido (o están perdiendo) su vinculación personal con ovejas (o cabras, vacas y cerdos…), para convertirse en dueños superiores que se imponen y dirigen a sus animales con medios técnicos… Ese es el “todoterreno” Aguiar Retes. Un pastor moderno sin vinculación con las ovejas… quien dirige a sus animales incondicionales que le han endulzado los oídos moviéndose en el feis, tuiter o instagram para apacentar ovejas virtuales en las artificiales praderas de “likes” y “comments”. Picaza acusa a esos “modernos”: son pastores culpables que pervierten, utilizan y destruyen a las ovejas, como puso de relieve Jesús…
La oración por las vocaciones data de los tiempos del arzobispo Luis María Martínez. Jerarquía y fieles piden por vocaciones sacerdotales, religiosas y laicas con sentida aclamación: “Señor, gemimos en la orfandad…” No es únicamente una condición de debilidad por la falta de un padre o madre. La orfandad trae consecuencias espirituales que se arraigan muy profundamente cuando los padres dejan a los hijos sin amor, se abren heridas tan horribles en las que pocos podrán tener la pericia para curarlas y cicatrizarlas. El Evangelio busca desentrañar esa condición cuando en aquel versículo de Mateo se destaca cómo “desamparados y dispersos” andaban sin pastor. Esas ovejas estaban “abatidas” y el abatimiento es signo de haberse rendido, del desánimo que conduce a la muerte, al fin de la existencia.
Candil de la calle y oscuridad de la casa, Aguiar Retes sume cada vez más a esta Iglesia en una condición de abatimiento espiritual que dejará daños con irreparables secuelas. “Gemimos en la orfandad… danos vocaciones, danos sacerdotes y religiosos santos…” Quizá desde ahora se debería valorar la adición de una honda rogativa ante la evidente orfandad que nos está abatiendo: “Danos un arzobispo santo según tu corazón”.