Entrevista al obispo Florencio Armando Colín Cruz Diócesis de Puerto Escondido, entre el sismo y la pandemia
"Hubo muchas afectaciones, son lugares de pobreza, las casas son pequeñas construidas de adobe, prácticamente muchas fueron impactadas por el sismo. Junto está el problema de la pandemia…” afirma Mons. Colín Cruz.
| Guillermo Gazanini Espinoza
El 23 de junio, un fuerte sismo tuvo epicentro en las costas de Oaxaca. Poco se conoce sobre los daños y afectaciones que perjudicaron a cientos de familias en zonas aisladas, de acceso difícil donde la ayuda fluye con dificultad. Los daños a las casas y edificaciones se cuentan por centenares añadiéndose a los rezagos sociales que elevan las condiciones de pobreza.
La diócesis de Puerto Escondido recibió el impacto directo de este fenómeno natural. Creada en 2003, este territorio eclesiástico en la costa de Oaxaca contrasta por su gran riqueza natural y pobreza humana; sin embargo, la fe de las personas es su tesoro más invaluable, está arraigada en costumbres, cultura y tradición, pilares invisibles que los sismos no pueden colapsar. Mons. Florencio Armando Colín Cruz (Acambay, Méx. 1950), se convirtió en el tercer obispo en febrero de 2019. Instalado en abril, de ese año, poco a poco ha recorrido el territorio diocesano constatando la fe de este pueblo que lucha por su tierra, conscientes de su entorno, única forma de vida y subsistencia. Mons. Colín Cruz enfrenta duros golpes en este primer año de ministerio: la pandemia y el sismo. En entrevista a este medio, el prelado cuenta la difícil situación después del temblor debido a la cercanía del epicentro en Bahías Huatulco, afectando comunidades circunvecinas y particularmente tres parroquias. “Hubo muchas afectaciones, son lugares de pobreza, las casas son pequeñas construidas de adobe, prácticamente muchas fueron impactadas por el sismo. Junto está el problema de la pandemia…” afirma el obispo quien vive convencido de que su ministerio en Puerto Escondido tiene un claro objetivo: Caminar con Cristo como misionero.
Señor obispo, después del sismo del 23 de junio ¿Cuáles fueron los daños y afectaciones en la diócesis?
Realicé una visita las comunidades impactadas y he estado en comunicación constante con los párrocos. Giré una circular para la diócesis para animar a todos a ayudar en esta emergencia. El jueves 2 de julio recorrí las tres parroquias afectadas al igual que la de Nuestra Señora de Guadalupe en Bahías Huatulco, impactada por el sismo. Las más impactadas fueron San Mateo Apóstol Piñas, San Miguel del Puerto en Lachilló y Santa María de Guadalupe en Pluma Hidalgo. Tienen muchas afectaciones. El día anterior a mi llegada, las visitó el gobernador del Estado quien se comprometió a reconstruir algunos de esos templos. Dos muy afectados están acordonados para evitar el ingreso de los fieles. Pude saludar sólo a algunos de ellos debido a los protocolos sanitarios de esta pandemia. Visitamos las casas desplomadas, llevamos despensas enviadas por otras parroquias para apoyarlos en sus necesidades que son muchas. Son comunidades que, después del sismo, quedaron prácticamente incomunicadas y tenemos mucha esperanza en que el gobernador cumpla con la reconstrucción. En San Mateo Apóstol Piñas, el presidente municipal me comentó que llegarían cerca de dos mil despensas. El compromiso inmediato es el envío de víveres y cobijas. Son comunidades muy alejadas, apartadas, de difícil acceso. Salimos a las 5 de la mañana y llegamos al primer pueblo, el más lejano, a las 11. Después nos desplazamos a Pluma Hidalgo y continuamos hacia Llano Grande, Lachilló, y llegamos a San Miguel del Puerto a eso de las 8 de la noche. Posteriormente fuimos a Bahías Huatulco para pernoctar y por la mañana del día siguiente, viernes 3 de julio, recorrer las zonas afectadas, aunque menos graves que en los otros pueblos. Son comunidades grandes e importantes, con caminos de terracería, otros con carreteras pavimentadas y el peligro son los deslaves constantes.
¿Cómo lo trataron los fieles? ¿Qué pedían al pastor de Puerto Escondido?
Les dio mucho gusto que el obispo estuviera entre ellos. Yo hubiera querido abrazar a mucha gente; son sencillos, pobres, pero tuvimos que guardar los protocolos sanitarios correspondientes. Los párrocos también mostraron su gratitud al ver que el pastor está con ellos en estos momentos difíciles. Me pedían oraciones, bendiciones, en la medida de lo posible impuse las manos. Es gente que ama a Dios. Además, me solicitaban que interviniera ante el gobierno para la reconstrucción de sus casas y conseguir ayuda para las necesidades apremiantes. Como mencioné, llevamos algunas despensas; sin embargo, es poco para las tremendas necesidades del pueblo.
Otro problema es el de la pandemia, ¿Cómo se ha manejado la situación en Puerto Escondido y cómo es la reapertura de templos?
En la diócesis ha habido contagios, no tantos como en la Mesa Central de Oaxaca. Las autoridades toman atenciones para los cuidados correspondientes. En Puerto, nos dieron un documento en el que se extendió el permiso para que desde el 24 de junio los templos pudieran abrirse. Emití una circular, en uno de los puntos decía que para la apertura los párrocos deben estar en coordinación con la autoridad porque cada municipio vive situaciones diferentes. Desde el centro no se entiende bien. Estos pueblos afectados por el sismo están muy aislados, debe tenerse cuidado para evitar cualquier contagio. En Puerto Escondido se nos permitió la apertura poco a poco, a través de un documento que nos expidieron. En Pinotepa Nacional, colindante con el vecino estado de Guerrero, por el contrario, no hay apertura porque se han dado más contagios. Por otro lado, en Puerto Escondido he celebrado la misa que se transmite en diversos medios de comunicación todos los días a las 8 de la mañana y el domingo a las 10 porque es una celebración que llega hasta la montaña a través de la radio. Es una forma que hemos trabajado, esta parte de los sacramentos, especialmente la santa misa.
Esto es interesante especialmente por estas comunidades apartadas, en zonas agrestes, donde sería difícil la comunicación. ¿La misa por internet ha dado resultados?
En las parroquias que visité por el sismo, la poca gente que pude saludar me decía con gozo que seguían la misa por Facebook entre semana y los domingos por la radio. Este es un punto muy importante. Es difícil que la señal de internet tenga cobertura hasta esos lugares, no así la radio. En San Agustín Loxicha hay una radiodifusora llamada Tejonera. Los domingos pasados se han enlazado con la misa que celebra un servidor en Puerto. Les da mucho gusto porque generalmente mando un mensaje a los pueblos de la montaña y la costa. Ha sido un medio de mucha ayuda para cuidar la espiritualidad de nuestro pueblo, les infundo una palabra de ánimo, de unidad y para guardar los protocolos necesarios a fin de recibir pronto a Cristo Eucaristía. Saber que están siguiendo la misa me da mucho gusto y esperanza.
Sabemos que la Iglesia enfrenta problemas difíciles en el ámbito económico. La diócesis que usted pastorea es pobre, con dificultades. ¿Cómo han solventado la situación?
Es un punto delicado. Hasta ahora los padres han llevado sus necesidades más apremiantes. He estado comunicado con ellos para preguntar sobre su cuestión económica o de alimentación. Me dicen que la situación es crítica. Aquí no tenemos muchos seguros o elementos contables para poder distribuir, pero la caridad de la gente nos va ayudando. Creo que el pueblo de Dios, en medio de todas estas difíciles situaciones, es muy generoso. Eso lo constaté desde que llegué, gente sencilla, la más humilde, no abandona a sus párrocos, son cercanos. Eso nos alienta, desde luego esperamos que algunas instituciones nos apoyen más para ayudar a los padres. Cuando platiqué con el presidente municipal de san Mateo Apóstol en Piñas, me preguntó si los sacerdotes teníamos apoyos o sueldos. Yo le respondí lo que aquí comento, que sólo vivimos de la generosidad de la gente, del pueblo de Dios. Quedó sorprendido. Mencionó que buscaría alguna forma para que el gobierno del Estado diera un apoyo al párroco a fin de cubrir sus necesidades más apremiantes. Aquí hay un detalle que llama la atención. La autoridad civil y la Iglesia están muy unidas, cuando se requiere de un permiso para celebrar una fiesta, el documento debe tener la firma de la autoridad, lo mismo en actos festivos especiales. Por eso creo que habrá buenos resultados en la reconstrucción de los templos, la autoridad está muy atenta a las necesidades religiosas.
Acaba de cumplir un año al frente de la diócesis y ya tiene estos golpes duros, el sismo y la pandemia…
Fui nombrado obispo de Puerto Escondido de forma sorpresiva. Todo se estaba preparando para el nacimiento de la diócesis de Azcapotzalco y, de repente, me dan este nombramiento. En ese entonces tenía 69 años. Lo vi como un llamado del Señor. En la medida que me he ido adaptado, me he dado cuenta que Dios me puso aquí por algo. Hay muchas cosas que hacer. La organización pastoral de la diócesis, la estructura, documentación. En este primer año me di a la tarea de visitar todas las comunidades, íbamos a un buen ritmo. Cuando llegue había 31 parroquias, aumentamos a cuatro y habrán tres más. Son extensiones enormes, ¡Una parroquia es todo lo que alcanzas a ver en las montañas! El objetivo es crear más parroquias, pero necesitamos presbíteros. Recientemente tuve la alegría de ordenar a cuatro nuevos presbíteros y cinco diáconos que venían preparándose y los llamé para ser ordenados. Tenemos cerca de 42 sacerdotes y digo “cerca” porque hay dos comunidades religiosas donde los números van variando. Confío que, después de la pandemia, pueda ordenar a los cinco diáconos al orden presbiteral y a cuatro seminaristas al diaconado. Tenemos 17 seminaristas aquí, otros en la Pontificia y en el Seminario de Oaxaca, hay así 30 seminaristas para la diócesis. No hay seminario mayor, sólo el menor. Tenemos que ver las formas para que nuestros seminaristas sean formados lo mejor posible. Esa es la realidad que he encontrado, me siento muy comprometido. Fui recibido con mucha alegría de parte de la gente.
En la diócesis hay problemas ambientales, existen organizaciones dedicadas a la defensa de la tierra, ¿Ha tenido contacto con estas agrupaciones?
Soy un convencido defensor del medio ambiente. En la diócesis hay una conciencia arraigada sobre la necesidad de cuidar nuestra tierra. Las montañas son de una belleza indescriptible. Ríos, sierra, bosques, vegetación variada. Hay algunas parroquias muy adelantadas en la conciencia y la gente se ha organizado para poner anuncios relativos al cuidado de la tierra, en otras está prohibido el uso de los plásticos o globos. Hay grupos muy fuertes defensores del medio ambiente. Hice una celebración en Paso de la Reina, ahí se pretendía la construcción de una presa gigantesca para contener el agua del Río Grande. El pueblo se opuso al proyecto, se plantaron. Fue por varios años y siguen atentos, el pueblo es muy unido. Cuando fui, me dijeron, ‘Señor obispo, todo esto es nuestra forma de vida, tenemos ganado, peces, camarones, iguanas… por todo esto vivimos. Si lo cortan, se acaba la región’. Eso lo han defendido con su propia vida. Otro proyecto está en la costa. Alguien se quiso apoderar de más de 300 hectáreas de terreno costero. Los habitantes con más de 80 años viviendo ahí recibieron la noticia de que sus tierras fueron vendidas. De inmediato se plantaron, tuvieron el apoyo de pueblos de los alrededores y se paralizó la construcción de un campo turístico. Todo está a flor de piel, creo que es un pueblo consciente y mientras se siga defendiendo el medio ambiente, aquí habrá unos pulmones maravillosos.
Oaxaca vive momentos particulares de inestabilidad y violencia, ¿cómo está la situación en la diócesis?
Tenemos algunos problemas, pero no como en el centro del Estado y en las colindancias con Guerrero, en Pinotepa o Putla. En esas regiones hay más delincuencia organizada. El problema es que quienes cometen los delitos, se van al otro Estado a refugiarse. Hay también pleitos en comunidades, entre grupos, pero no de tal calibre. Sabemos que en alguna región hay tráfico de estupefacientes, pero no se nota tanto. En Puerto Escondido, la gente encuentra un remanso de tranquilidad, pueden caminar por el litoral, los hoteles no se han apoderado de las playas como sucede en otros lugares. La vida en esta parte de la costa es más económica. Aquí podemos caminar todavía por el andador de la playa sin riesgo alguno.
Para finalizar esta entrevista, ¿Qué diría a todos nuestros lectores? ¿Qué mensaje les deja el obispo de Puerto Escondido?
Una vez que termine esta pandemia, ojalá vengan a visitarnos. Constaten la belleza de esta región, aquí hay un café delicioso traído de Pluma Hidalgo en las montañas. Hay muchos frutos, una agricultura muy rica. En la costa hay 39 bahías hermosas. Un detalle que quisiera compartir… Cuando fui a visitar estos pueblos que sufrieron los embates del sismo, les dije que llamaría a la atención pública sobre la necesidad de buscar apoyos para mejorar su situación. Son pueblos muy pobres y necesitados, con la ayuda y generosidad podremos apoyarles, no sólo en dar sino enseñar que pueden vivir mejor con su trabajo organizado y de forma comunitaria. Espero que estos dos aspectos nos ayuden: visitar estas tierras bellas y apoyar a los pueblos que están sufriendo. Los saludo con todo mi corazón y cariño pues estamos aquí sirviendo al Señor. Estoy muy contento de caminar por las diversas parroquias, anunciando a Cristo como misionero.