La Iglesia ha perdido uno de sus teólogos más importantes. Küng ha sido, en efecto, uno de los creyentes y pensadores más determinantes que ha tenido la Iglesia, desde los años del concilio Vaticano II, hasta el día de hoy.
Su vida, como teólogo, ha sido una incesante lucha interior. Porque ha querido ser fiel a la Fe y a la Tradición de la Iglesia. Y, al mismo tiempo, ha querido ser fiel igualmente a la cultura, al pensamiento y a las necesidades de nuestro tiempo.
Ahora bien, mantener el debido equilibrio – en su pensamiento y en su vida – entre estas dos fidelidades, eso se dice pronto. Pero mantenerlo, en su vida y en su increíble productividad, hasta sus últimas consecuencias, siendo fiel a su conciencia y fiel a la Iglesia, entraña un heroísmo que solamente lo puede comprender quien lo ha vivido.
Y conste que no hablo de memoria. Lo digo por experiencia. Todo esto entraña una de las experiencias de sufrimiento interior más difícil de superar. Y conste que el sufrimiento y el final de la vida de Hans Küng no es sólo una pérdida grave para la Iglesia. Lo es también – así lo siento yo – para la Universidad de Granada. Le invitó el Centro Mediterráneo, vino a Granada, y tuvo (en perfecto castellano) una conferencia genial.
Por una Iglesia mejor informada