-Tenemos los pies sucios del camino- Corpus Christi, día de la Caridad.
Urge lavarse los pies y salir a los caminos de la vida para ser buena Noticia
También nosotros y nuestra Iglesia, tenemos los pies sucios. Se nos ha ido pegando la miseria del camino de la vida, el ansia de poder, de tener, de bienestar, de incoherencia y de mentira, la falta de misericordia y, sobre todo, el clericalismo que es la raíz de todos los pecados de nuestra iglesia actual, los míos.
Hoy, la Iglesia no es casa de todos porque no todos se sienten acogidos y amados en ella. La iglesia tiene vocación de madre pero en ocasiones sólo actúa como madrastra. Seguimos descalificando, rechazando, juzgando... Con frecuencia, pactamos con las ideologías de unos y nos ganamos la antipatía de los otros. Y nuestros pies se van ensuciando de partidismos.
El tiempo del Corpus, día de la Caridad, es una oportunidad de entender lo que Jesús ha hecho con nosotros: Nos ha lavado los pies. Y lo ha hecho para que también nosotros lo hagamos con frecuencia y nos sintamos convocados a la mesa familiar.
La propuesta del Evangelio es universal y todos estamos llamados a disfrutar de la gracia. Pero mientras la iglesia camine con los pies sucios no todos querrán venir a ella. Se muestra un rechazo creciente y visceral a lo que llega de la Iglesia en el seno de nuestra sociedad. No sé si estamos realmente habitados por una misericordia grande o más bien por una ideología trabajada. Pero urge lavarse los pies y salir a los caminos de la vida para ser Buena Noticia y pan compartido y repartido.
La vida consagrada tiene también los pies sucios. Está habitada de múltiples precariedades y no siempre su Señor ha sido su Señor. Cuando al acomodo se hace patente y el voto de pobreza es sólo virtual, se aleja de los pobres y se empobrece notablemente. Cuando nos acomodamos en una religión a la carta y renunciamos a interrogarnos, a cuestionarnos la radicalidad de nuestra opción, cuando nuestros votos apenas nos preocupan porque lo tenemos todo, cuando nos alejamos del pueblo y de la gente sencilla y nos refugiamos en grandes edificios como empresas, la originalidad y radicalidad de nuestra opción como consagrados se pierde y no resultamos interesantes para nadie. La vida consagrada surgió como protesta evangélica contra la falta de radicalidad pero hoy tiene los pies sucios y, como Pedro, no está dispuesta a dejarse lavar los pies. “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo”
Constatamos que hay mucho polvo en nuestros pies, en los nuestros y en los de la Iglesia. Necesitamos lavarnos en el agua y en la Palabra. Pero tal vez caminamos viendo el polvo de los pies de los otros e incapaces de ver el nuestro.
Necesitamos abrir un paréntesis para cultivar el ministerio del santo discernimiento. Un tiempo para vernos a la luz de la Palabra y sentirnos necesitados de perdón. Si practicáramos el diálogo auténtico con todos y nos dejáramos interpelar no caminaríamos por la vida con tanta seguridad, interpelados por todos sin prestar oído a nadie.
La Pandemia, que estamos padeciendo, ha sacado la luz una iglesia samaritana, que estaba oculta, pero que los pobres sí conocían y, por eso, han hecho largas filas para recibir su bolsa de alimentos en tiempos de precariedad. No han hecho filas, curiosamente, delante de las puertas de los sindicatos, ni de los ayuntamientos sino de las parroquias, donde Cáritas sirve sin pedir carnet ni referencias. Ha dicho alguien que la Iglesia es Cáritas en su esencia y yo creo que es un reduccionismo; lo que sí es cierto es que la Iglesia sin Cáritas se queda reducida.
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