La necesaria transparencia en la iglesia Inmatriculaciones eclesiales, un dardo envenenado.
La opción por la pobreza es un signo de los seguidores de Jesús.
Hace algunos días escribía yo mismo en este blog que la iglesia debe ser muy cauta y humilde en el tema de las inmatriculaciones que va a levantar –está levantando ya- una polvareda considerable. Le hacía ver al recién nombrado obispo de Sevilla, que no se pueden hacer afirmaciones gratuitas sin estar debidamente informado. Se estrenó afirmando que “la iglesia no había inmatriculado ningún bien que no fuera suyo” y yo le puse un ejemplo claro y demostrable de que no era así, hablando de las murallas de Artá en Mallorca, caso que la iglesia ha perdido en los tribunales y ya sin posibilidad de recurso alguno.
Hoy me llega otra noticia similar que también está levantando polvareda en Mallorca. Y es que desde que el obispo Taltavull se convirtió en “vacunajeta” le están creciendo los enanos en su circo mediático. Debería rodearse de otros consejeros que lo tuvieran mejor informado de lo que sucede en su diócesis porque no da una en el clavo. Y las que le esperan.
Hoy el “Diario de la Palma” nos hace desayunar con otra noticia inquietante a propósito de las inmatriculaciones: “Son Rapinya reclama ante la Defensora de la Ciudadanía la plaza inmatriculada por la iglesia” ¡Una plaza pública! Los vecinos acusan al obispado de Mallorca de apropiarse de manera fraudulenta del espacio público que hay ante la parroquia en 2015. Y estos vecinos han presentado ante el ayuntamiento dos denuncias, una por infracción urbanística y otra por infracción de las normas de tráfico y circulación, “ya que la iglesia mantiene cerrada buena parte de la plaza, no la mantiene limpia y la está dejando degradar, además de haber convertido una parte de ella en estacionamiento parroquial. El Plan General de Palma prevé que esta plaza sea un espacio de uso público, donde está prohibido estacionar”
A los responsables de la iglesia en Son Rapinya, esto le da igual.
La historia se repite de nuevo, ayer en Artá, ¡Unas murallas!, hoy en Son Rapinya, ¡Una plaza pública! mañana… ¿el convento de las Jerónimas de Palma? Y siempre, el escándalo ante las gentes por esta ansia desmedida de poseer de los obispos y pastores llamados a no tener ni siquiera una túnica de repuesto.
Algo está fallando en nuestra iglesia para que la gente esté abandonando las filas católicas en una hemorragia imparable. Las llamadas del papa a la conversión del corazón y de la mente no sirven para nada y los responsables más directos de la iglesia no toman nota y siguen promocionando a estos obispos trepas, amantes de posesiones, capas aterciopeladas y títulos nobiliarios. Y la factura de credibilidad que la iglesia paga por estos asuntos mundanos es demasiado costosa. ¿Hasta cuándo?