Ha pasado el tiempo de los maestros, llega el tiempo de los testigos. El buen pastor da la vida por sus ovejas
Alfredo Quintero Campoy -Alejandro Fernández Barrajón
“Ha pasado el tiempo de los maestros, ha llegado el tiempo de los testigos” (Pablo VI)
El Buen Pastor da la cara, defiende, protege y se arriesga.
Se nos presenta la imagen bucólica del buen pastor. Y se hace en un contexto de dura controversia con los fariseos y letrados que no sólo no se preocupan del pueblo sino que se aprovechan de él. Por eso la insistencia de Jesús a la hora de hablar de los asalariados a quienes no les importan las ovejas.
Ya el profeta Ezequiel se lamentaba en el pasado de esta triste realidad de los falsos pastores: «Mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca» (Ez 34,6)
Una gran tarea hoy: distinguir la voz de Dios en nuestros líderes y sus intenciones. Un líder fiel a la voz de Dios construirá para bien de todos, un líder ajeno a la voz de Dios siempre destruirá. Nos toca discernir en profundidad para distinguir qué intención hay detrás de aquella voz por la que nos dejamos conducir y no podemos irnos detrás de alguien que nos avienta en el anzuelo la carnada para disponer de nuestra existencia a su comodidad y antojo. Presa fácil del lobo es el vulnerable que no tiene protector y se ve expuesto a ser desgarrado. El evangelio de este cuarto domingo de Pascua nos deja ver la realidad en la que caminamos de forma cotidiana. Los intereses que mueven a los seres humanos son diferentes.
La Pascua nos sigue convocando a descubrir al Pastor que ha dado su vida por las ovejas para que nosotros tengamos vida abundante. La Pascua en complicidad con la primavera es una oferta preñada de vida. Vida por todas partes, invitación a la vida. Jesús es la vida, nuestra Pascua. Una vida que se ofrece a todos y no excluye a nadie; una propuesta universal. Estamos llamados a brotar y florecer.
Es lo primero que tenemos que discernir y clarificar en quienes nos conducen. Jesús lo repetirá de maneras diversas sobre el compromiso que él tiene con sus seguidores: no los dejaré huérfanos porque el Espíritu Santo vendrá en nombre del Padre y mío y los acompañará para sacarlos adelante y librarlos en toda situación adversa; dejará a Pedro al frente de sus discípulos y por eso lo llamará Pedro, es decir, roca firme; pedirá a María que se quede como Madre del discípulo amado; dirá al Padre: “Están en el mundo pero no son del mundo.” Es decir, por los diferentes ángulos por los que veamos la actitud de Jesús hacia sus seguidores que lo han dejado todo por él, no los dejará ni abandonados ni desprotegidos. De ahí entendemos en relación con la lectura de los Hechos de los Apóstoles que esa roca despreciada por los constructores, Jesucristo, es en la cual se construye el proyecto trascendente del Padre.
Cuando Jesús utiliza el término buen pastor para referirse a Él mismo no está utilizando una metáfora bucólica sin más. Está presentándose como el Mesías. El Papa emérito, Benedicto XVI, utilizó el término para hablar de Cristo desde las figuras encontradas en unos sepulcros del siglo III donde aparece un pastor y un filósofo. Cristo es el filósofo que nos regala y nos explica el sentido de la vida. Cristo es el pastor que nos conduce a verdes praderas y nos quita el temor cuando caminamos por cañadas oscuras."Yo soy el buen Pastor, y conozco a las mías, y las mías me conocen como me conoce el Padre y yo conozco al Padre. Y doy mi vida por las ovejas"
Dios no construye en tibiezas ni arenas movedizas inseguras en las cuales no sabes cómo terminarás y cómo acabarás sucumbiendo. La característica de las obras de Dios es que nos hace permanecer de pie, se extienden y dan fruto. Todo lo que la comunidad de los discípulos construya y haga será en nombre de Jesús de Nazaret, ese hombre sencillo y cotidiano que como hijo de carpintero creció en Nazaret pero fue en quien el Padre tuvo toda su complacencia. En nombre de Él, Pedro actuará y el poder recibido se manifestará para dar continuidad a la obra en favor de pobres, ciegos, paralíticos y pecadores. Pedro será el garante de la continuidad de la obra de Jesús, quien madurará en la firmeza de su entrega total a Jesús.
Si todos los pastores de hoy fueran así, como el Buen Pastor, dispuestos a servir a sus ovejas y a regalarles la vida. Tal vez no existiría este divorcio terrible entre la Iglesia institucional y el pueblo de Dios. La Conferencia Episcopal Española realizó un estudio, hace años, que confirmó esta triste realidad: “La imagen que la mayoría de los católicos tiene de la Iglesia es una imagen muy condicionada por el pasado, por la personalidad de sus miembros y por la mala imagen de la jerarquía eclesiástica, a quien encuentran inflexible, poderosa y ostentosa” (Son conclusiones de ese estudio)
Necesitamos rezar por nuestros pastores para que sean según el corazón de Dios y exigirles la dedicación y entrega a las que se han comprometido.
Ciertamente en la última cena, Pedro le dice a Jesús: “Yo daré mi vida por ti” y, después en el momento de la prueba, lo niega; sin embargo, Jesús le revelará como al final de su vida otro lo ceñirá para indicar cómo entregará su vida. Podemos afirmar que no es fácil mantenerse firme en fidelidad de entrega, podemos titubear, pero cuando recordamos cómo Dios nos ha acompañado en el camino cotidiano de la vida con diversidad de signos no podemos más que confiarnos a Él porque él está con nosotros.
Necesitamos acercarnos al Buen Pastor e imitarlo en su vida y en su entrega. Lo necesitamos todos los cristianos si queremos iluminar un poco este sendero de la vida abarrotado de sombras. Hay muchas realidades, en este tiempo de la técnica y de la ciencia, que nos desbordan. Por ejemplo los casos de cáncer y “Coronavirus” en personas conocidas nos dejan desconcertados. ¿Cómo vivir estas realidades tan duras sin fe? ¿Dónde apoyarnos si nos falta la referencia del Buen Pastor que ama a sus ovejas y da su vida por ellas y nos quita el temor si pasamos por cañadas oscuras?
Con Jesucristo y de la mano de la Iglesia podemos aspirar a iluminar estas realidades penosas de dolor y sinsentido, porque Alguien ha pagado por nosotros, con su sangre, el rescate de nuestra vida.
Hoy, una de nuestras grandes tareas es clarificar las características de nuestros líderes en los diferentes ámbitos de la vida: iglesia, gobierno, familia, trabajo, sociedad, escuela. Hay muchos líderes a los que sólo les interesamos por conveniencia y beneficio individualista, parcial, egoísta. El lenguaje de Jesús de dar la vida lo fundamenta en una relación de amistad y de ponerse en actitud de servicio a los últimos. Los amigos son aquellos que saben ser leales, que, aunque todo sea contrario, porque siempre tendremos contrariedades, los amigos ahí permanecen. Por eso una verdadera relación se prueba en la adversidad. Con Jesús se quedaron pocos en el momento de la crucifixión y, por eso, la belleza de la revelación de la resurrección al aparecerse a María Magdalena, a Pedro y Juan. Son ellos quienes estuvieron ahí, firmes, aguantando toda la adversidad, el dolor, la derrota ante los enemigos que crucificaban, mirando la sangre que caía por todo el cuerpo de Jesús desde la cruz. No huyeron, estuvieron ahí. La iglesia está siempre llamada a estar ahí; a cultivar la verdadera amistad; a seguir siempre el camino de la cruz.
Hay un sufrimiento en nosotros que repercute en bien para los demás. Ese sufrimiento es agradable a Dios. Ahí tenemos el sufrimiento que acepta la madre por sus hijos, los misioneros por la evangelización, el esposo por su esposa, un amigo por otro cuando le necesita. Hay un sufrimiento redentor como el de Cristo que es bueno y saludable. Y hay otro sufrimiento inútil que tenemos que desterrar y luchar contra él. Ese sufrimiento que produce la envidia, la competitividad, la avaricia, los celos, el odio y la venganza. Ese sufrimiento no es sanador y hemos de desterrarlo de entre nosotros acerándonos y aprendiendo del buen Pastor.
Hemos sido convocados a formar una comunidad de hermanos, un solo rebaño y un solo Pastor. Nos convoca la unidad y el amor entregado para ir superando todo aquello que nos esclaviza y nos impide avanzar. Dios es la garantía de nuestro esfuerzo, de nuestra inversión y de nuestra lucha. No podemos retroceder.
Jesús llama nos llama seguirlo en un camino de cruz, de fidelidad y lealtad a pesar de las contrariedades, del dolor, del fracaso, de la caída. Solo el amor verdadero permanece y vence. ¡Cuántos lideres sólo engañan, se burlan, se aprovechan porque sólo ven qué beneficio pueden sacar del otro, que como oveja inocente (porque no profundiza en la intención que se esconde) se confía y sólo se le explota y se le roba la lana. Por eso Jesús dice: mis ovejas escuchan mi voz. Es decir, las ovejas que Jesús refiere que le siguen son las que saben distinguir en que líderes donde se manifiesta Dios y en qué lideres no se manifiesta Dios. Escuchar la voz de Jesús, para guiarnos en el camino de la vida, significa ver quienes siguen un proyecto de vida y de acciones que van conforme al querer de Dios y en quienes no está Dios. Esa es una de nuestras grandes tareas en el camino de la fe. No es fácil distinguir, pero siempre hay elementos que revelan la verdad de intención y de conducción de un líder. El líder que se aleja de la verdad siempre engañará y ese líder no es un buen pastor porque cuando no le convenga se convertirá en nuestro propio enemigo y nos expondrá sin escrúpulos al daño o perjuicio, sin dolerle y más bien sentirá que se habrá librado de una carga que lo comprometía cuando vea que ya no hay más oportunidad de beneficio en esa oveja o persona. Así hay muchos en la vida. Nuestra tarea es distinguir cuales son los verdaderos líderes en los que se manifiesta la voz del Padre y la voz de Jesús porque con ellos podemos caminar confiados ya que se distinguirán por el compromiso de dar la vida y de sacrificarse. Como dice la primera carta del apóstol Juan, no sólo nos llamamos, sino que somos hijos de Dios. Hay una gran distinción en estas expresiones del apóstol Juan. Es muy distinto ser llamado hijo de Dios a ser hijos de Dios. Con Dios nos une la vida en el espíritu; Dios se compromete con nosotros como lo revela en su Hijo y nosotros estamos llamados a comprometernos y ser de verdad discípulos suyos si cumplimos su palabra y sus mandamientos para estar cimentados sobre piedra que permanece y no sobre arena que sucumbe y siempre es inestable e insegura.
Hay un poema de Pedro Benítez que puede ayudarnos a concluir:
Pastor que por verdes prados
nos llevas a descansar,
y nos guías cuando el valle
se cubre de oscuridad.
Pastor de tranquilas aguas
que nuevas fuerzas nos dan
cuando la fe desfallece
y aumenta la soledad.
¡La copa está rebosando
de tanto amor y bondad!
Ya ningún mal temeremos
ni nada nos faltará.
Porque tu vara y cayado,
con sus señales de paz,
nos van abriendo el camino
de la vida y la verdad.
Haznos seguir tu llamado.
Pastor de la eternidad,
para que en ti siempre unidos,
no nos separemos más
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