Más de cuatro años secuestra por los yihadistas Por la libertad y la dignidad de la hermana Gloria.
Unamos voces y voluntades por su libertad.
Hace más de cuatro años fue secuestrada en Mali la hermana colombiana Gloria Cecilia Narvaez, de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada. Según todos los indicios detrás estaba una célula yihadista de Al-Qaeda, esos fanáticos musulmanes que mantienen en vilo a toda la población. El gobierno colombiano, en un principio, se tomó en serio la búsqueda de su compatriota, sobre todo, al conocerse el mal estado de salud de la religiosa. Con el paso del tiempo las autoridades colombianas, preocupadas más de sí mismas que de sus compatriotas, han decido abandonar la búsqueda y dejar a manos de los yihadistas el destino de la religiosa que había dedicado su vida a la promoción de los más pobres. ¿Qué más da una monja más que menos?
Lo cierto es que la hermana Gloria sigue cautiva en el desierto, con la caprichosa acusación de hacer proselitismo, en manos de sus secuestradores y el mundo parece haberse olvidado de ella, incluidas las instituciones religiosas. La sociedad seguirá igual con una religiosa más o menos. Ahora, hasta el gobierno colombiano retira el equipo de investigación para su localización y liberación. Se queda sola y abandonada al capricho de sus secuestradores.
Como en el caso de Asia Bibi, sería bueno lanzar una campaña internacional que toque conciencias y mueva voluntades para que el silencio y el abandono no sean los protagonistas de esta injusta situación que atenta contra todos los derechos humanos y nos descalifica como sociedad civilizada y cristianos solidarios. Durante ese tiempo de secuestro, la hermana Gloria ha perdido a su madre de 87 años.
Estamos, una vez más, ante un atentado a los derechos humanos y un ataque frontal a la dignidad de la mujer. Si esta mujer no fuera monja muchos organismos internacionales por los derechos de la mujer se hubieran movilizado para exigir de inmediato su liberación. Pero, al ser monja y estar secuestrada por yihadistas, parece que es una mujer de segunda categoría ante lo que muchos guardan silencio.
Hago una llamada urgente para que todos los hombres y mujeres de bien, sobre todo los más destacados en el ámbito social, que ocupan titulares y focos en los medios públicos, levanten su voz en defensa de esta mujer consagrada y misionera, secuestrada injustamente y mantenida ya cautiva más de cuatro años en poder de sus secuestradores. Está en juego nos solo su libertad y dignidad sino también, y sobre todo, nuestra humanidad. Que el silencio no se imponga.