Al nuevo obispo de Sevilla  le falta prudencia. La necesaria transparencia y verdad en la iglesia.

 La verdad por encima de todo.

 Saiz Meneses, el nuevo arzobispo de Sevilla no ha comenzado con buen pie su misión. Ha declarado al Portal de Transparencia del arzobispado de Sevilla, a propósito de las inmatriculaciones,  que “La institución (la iglesia) no se ha apropiado de ningún bien que no sea suyo”. Y la verdad es que suena muy bien pero no deja de ser puro “buenisno” que, a la larga, resulta perjudicial y dañino para la iglesia cuando se demuestra  que no ha sido así.

 Bastaría con un solo ejemplo contundente para desmontar ese buenismo episcopal al que algunos nos quieren a acostumbrar, con demasiada frecuencia, para que no levantemos la voz. Pero la verdad nos hace libres y callar sería ser cómplices de lo que tanto daño hace a la propia iglesia. Durante mucho tiempo hemos callado ante ciertos escándalos, que son crímenes, y ahora estamos pagando un precio altísimo de descrédito por  falta de confianza en la iglesia que tardará mucho en curarse. El papa nos ha animado, con mucho acierto, a levantar la voz y denunciar para que la verdad prevalezca  porque la verdad nos hace libres. En eso y en todo lo demás.  ¡Siempre la verdad!

El ejemplo que os pongo para demostrar que Meneses no lleva razón es más que elocuente. Y no es el único. Y lo podéis encontrar en internet si alguien lo duda.

 El diario de Mallorca publicó en enero de este año que “El supremo confirma que las murallas de Sant Salvador de Artá y los patios interiores,  en las Baleares, son de titularidad municipal.” Desestimando así, el recurso que había presentado la parroquia de la Transfiguración del Señor, que reclamaba, en nombre del obispado, su propiedad y que así las había inmatriculado. La sentencia ha sido firme y condena a la parte concurrente a pagar las costas del juicio. La resolución ya no admite recurso. Podemos imaginar el escándalo que supone entre los fieles que la iglesia sea condenada  por querer apropiarse de un bien que no es suyo, que es de todos, de la ciudad y de sus habitantes. ¿Para qué quería la iglesia una muralla y unos espacios históricos que son de la ciudad? El obispado no tuvo más remedio que acatar la sentencia judicial. Pero el daño a su credibilidad ya estaba hecho.

 Y no será este el único caso con el que, previsiblemente, nos encontraremos en los próximos meses. El caso de la propiedad del convento de las monjas jerónimas de Palma, donde las monjas han habitado más de 500 años y que el obispado inmatriculó a su favor, sin contar con la Federación de Monjas jerónimas de santa Paula, y que está en litigio en este momento, va a dar mucho que hablar en los próximos meses y me temo que volverá a ser otro escándalo  sonado, no solo en las Baleares sino en toda España. Y si no, al tiempo.

Por eso es conveniente que el obispo Meneses, hable con más fundamento  y sin afirmar tan categóricamente la cosas a no ser que le conste de manera cierta y e indudable. Porque después de meter la pata ya no hay remedio, y a pedir perdón los obispos no están muy acostumbrados.

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