Al hilo de 'Los dos Papas': "Dos maneras distintas de entender la misma iglesia" Alejandro Fernández Barrajón: "La oposición al Papa es, en el fondo, una campaña electoral anticipada"
"La película de la que hablamos viene a presentar también, en las figuras de Benedicto XVI y Francisco las dos posturas que hoy prevalecen en la iglesia y que parecen ser irreconciliables. (Yo pienso que no, si logramos aceptar la sana y necesaria pluralidad y la gloriosa libertad de los hijos de Dios)"
"Ningún papa le había dado a los obispos un repaso como éste les ha dado pidiéndoles ser más pastores “con olor a oveja” y menos ejecutivos y príncipes lejanos. Y esto, creo yo, es la razón, más que la doctrina, de que haya surgido una oposición"
Acabo de ver la película “Los dos papas” interpretada magistralmente por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, nominada a tres Oscas, y, realmente, merece una reflexión serena. Dos papas en una sola iglesia con distintas maneras de entender la misma iglesia.
El tema no es nuevo, ya en el Nuevo Testamento aparece la controversia entre Pedro y Pablo a propósito de los judaizantes que querían imponer la ley de Moisés, la circuncisión, a los nuevos cristianos. Pedro, una postura conservadora y Pablo una postura más abierta (miedo me da decir progresista, con toda la manipulación a la que ha sido sometido ese término en los últimos tiempos en España) que fue la que triunfó y se abrió así el Evangelio y la nueva iglesia a todo el mundo más allá de las fronteras judías. Fue un paso decisivo para el crecimiento del cristianismo en aquel momento crítico.
La película de la que hablamos viene a presentar también, en las figuras de Benedicto XVI y Francisco las dos posturas que hoy prevalecen en la iglesia y que parecen ser irreconciliables. (Yo pienso que no, si logramos aceptar la sana y necesaria pluralidad y la gloriosa libertad de los hijos de Dios) Una iglesia abierta a la realidad de los nuevos tiempos y otra más atada a la tradición, incapaz de admitir cambios aunque no sean sustanciales, más por miedo que por convicción.
La película se sitúa en un momento muy significativo de la historia de la iglesia actual: la renuncia del papa Benedicto XVI, algo inesperado por todos y desconocido desde hace unos 600 años, y el acceso al obispado de Roma de Francisco. Ratzinger y Bergoglio en un cara a cara permanente. Ya se había insinuado que Ratzinger quería renunciar para que viniera otro papa que pudiera afrontar las grandes reformas que él mismo se veía incapaz de hacer y veía absolutamente necesarias.
Lo que nunca he visto claro, a pesar de que la película lo dice con claridad, es que el papa Benedicto pensara en Bergoglio para llevar a cabo estas reformas. Visto los visto, últimamente, y con la influencia de ese cardenal Sarah al que ya he llamado en este espacio “trepador”, con el escándalo de algunos incondicionales suyos, no creo que Benedicto XVI facilitara la llegada al papado del cardenal Bergoglio. Creo que el Espíritu Santo le llevó, por suerte, la delantera. Evidentemente una película es un relato de ficción y ésta no deja de serlo a las claras pero, a la vez, hay muchas realidades simbólicas que se llenan de sentido y de claridad para explicarnos lo que sucede en la iglesia en los últimos tiempos y, sobre todo, la providencia de que haya sido el papa Francisco a quien le haya tocado asumir el mando de la iglesia como papa y obispo de Roma.
La película dirigida por Fernando Meirelles, y con guión de Anthony McCarten, presenta una iglesia en conflicto entre el ayer y el presente con un futuro lleno de incertidumbres. Dos protagonistas eclesiales con dos visiones del mundo distintas, aunque no irreconciliables, que no les impiden sentarse a merendar juntos unas pizzas, confesarse mutuamente o ver un partido de fútbol, aunque a uno de ellos no le guste el fútbol, excesivamente.
La música frente al fútbol, lo barroco ante la sencillez, las formas ante la realidad de una iglesia herida por la pederastia. La convicción de que hoy pueden caminar unidas la iglesia conservadora, cerrada a desafíos como el celibato opcional, la ordenación de las mujeres, la valoración de los sacerdotes casados, o la actitud compasiva con los grupos marginales o más bien marginados por la propia iglesia a lo largo del tiempo. Estamos ante una parábola de la iglesia misma.
La película “Los dos papas” es, en realidad la historia de un papa: Francisco. A Benedicto XVI se le utiliza como recurso de contraste para resaltar aún más la figura de Francisco que es, en realidad, el protagonista de la película. De hecho se detiene mucho en la historia de la vida y vocación de Francisco, su trabajo en un laboratorio, su trayectoria como superior de los Jesuitas en tiempos convulsos de la cruel dictadura de Videla y su elección como papa.
Puede pensarse que la película cae en los tópicos maniqueos de siempre: un papa bueno y un papa malo, pero yo creo que no llega a esos extremos y la figura del papa Benedicto queda en bastante buen lugar, sin renunciar a su condición de alemán e intelectual frío y distante. De hecho Benedicto no pasará a la historia como el papa popular que fue Juan pablo II ni como el papa cercano y valiente que es el papa Francisco. Aquel, ajeno a los escándalos de pederastia y crisis del Banco Vaticano y éste partidario de la reforma de la iglesia, la tolerancia cero y de una relativa transparencia. Ningún papa le había dado a los obispos un repaso como éste les ha dado pidiéndoles ser más pastores “con olor a oveja” y menos ejecutivos y príncipes lejanos. Y esto, creo yo, es la razón, más que la doctrina, de que haya surgido una oposición.
La oposición surgida con cardenales como Müller, Sarah, Rouco y otros obispos, como Martínez Camino, Sanz, Cañizares y Reig Pla, entre otros, en España; es más bien una protesta porque se ponga en cuestión su estatus de vida actual, apoyado en el buen vivir palaciego, el poder y el deseo de prestigio social, en algunos casos y en otros, su situación, ya de salida, para el próximo cónclave cuando llegue el momento. Es, en el fondo, una campaña electoral anticipada.
La película refleja, sin duda, dos maneras distintas de entender la iglesia hoy. Una iglesia que quiere salir al encuentro de todos y afrontar la crisis con medidas valientes y concretas y una iglesia más centrada en sí misma y en la institución que en el pueblo de Dios al que ha sido enviada. (Exactamente, lo mismo que le está sucediendo hoy a la vida consagrada, pero éste es un tema que habrá que abordar en otro momento. Ahora solo lo sugiero)