"Ls negacionistas lo que buscan es trepar en tiempos convulsos" Alejandro Fernández Barrajón: "Hay mucho virus letal suelto por los pasillos y palacios de la iglesia que no se cura lavándose las manos y guardando distancias de seguridad"

Decenas de sacerdotes con mascarilla en la Sagrada Familia
Decenas de sacerdotes con mascarilla en la Sagrada Familia

Hay otro virus, más letal, que va matando lentamente a la comunidad cristiana, ya, en parte, internada en la UCI: el virus del clericalismo

Hace mucho tiempo que algunos están, estamos, alertando de la falta de presencialidad en la iglesia, sobre todo de jóvenes, que es un síntoma evidente de una herida interior que está produciendo una  hemorragia constante. Una herida que acabará siendo metástasis si no ponemos a tiempo algunos torniquetes de primeros auxilios

Un virus que etiqueta, excluye  y mata a fuerza de señalar con el dedo y de corrupción y crimen como en el caso de la pederastia

Asistimos a un debate muy intenso en la sociedad, a propósito de la presencialidad en las aulas, ahora que está a punto de comenzar el curso. Y es lo propio, sabiendo que el virus sigue por ahí por mucho que lo nieguen algunos. Resulta chocante que Miguel Bosé, en una especie  de aparición histriónica, lo niegue cuando su propia madre ha sido víctima del virus. Siempre ha habido negacionistas que lo que pretenden es que nadie los niegue a ellos mismos para mantenerse en el candelero de la actualidad.

Que yo sepa solo mi viejo profesor, Adolfo González Montes, obispo de Almería, ha salido  al paso  contra esas conductas irresponsables de quienes creen poder vencer a las leyes naturales, alentando la pandemia de Covid-19

Estos negacionistas lo que buscan es trepar en tiempos convulsos. Es también una vieja tentación en algunos miembros de la iglesia buscar los primeros puestos para que los focos no se aparten de ellos y puedan brillar a pesar de su mediocridad. Hay quienes se empeñan en destacar incluso a costa de los pobres. Se me pasan muchos nombres por la cabeza pero no voy a citar a ninguno porque no quiero entrar en debates inútiles con ellos y ellas (Como se dice ahora, de manera incorrecta) que es lo que desean, para brillar aún más a costa de lo que sea. Unas veces son por motivos políticos, otras, por su notoria caridad  (Que no se distingue por la humildad) No son torpes nuestros lectores para poner nombres y apellidos que son ejemplos evidentes de eso. “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”. Hay mucho toque de trompeta en torno a algunas iniciativas, pretendidamente solidarias, que a mí me huelen a márquetin.  No son conscientes de que su supuesta caridad apesta y aleja de la iglesia a muchos otros que saben de qué va el asunto y no soportan la hipocresía por mucho que se revista de mantos y filacterias.

El Papa bendice la plaza vacía
El Papa bendice la plaza vacía

Pero este es un tema colateral que yo no deseo tratar en este artículo  (al que  llaman post, pero yo me niego)

Hace mucho tiempo que algunos están, estamos, alertando de la falta de presencialidad en la iglesia, sobre todo de jóvenes, que es un síntoma evidente de una herida interior que está produciendo una  hemorragia constante. Una herida que acabará siendo metástasis si no ponemos a tiempo algunos torniquetes de primeros auxilios. El día que tampoco las mujeres se hagan presenciales (Con tantos motivos cono tienen) habrá que cerrar los quioscos espirituales por falta de quórum. Sería muy triste porque el evangelio es de una  riqueza inconmensurable.

Pero la culpa de la falta de presencialidad en la iglesia no la tiene el Covid-19, ni mucho menos. Hay un virus mucho más letal que va matando lentamente  a la comunidad cristiana, ya, en gran parte, internada en la UCI. Es el virus de la superficialidad, la incoherencia y la lejanía del Evangelio. El virus del clericalismo, enquistado en la espiritualidad del Sagrado Corazón -“Reinaré en España con más veneración que en otros sitios”, con mucha agua bendita y jaculatorias, pero muy distante de los pobres y de la comunidad. Un virus que ha llevado, en estos tiempos de Pandemia. a retransmitir oraciones especiales en directo por radio y televisión, mientras estaba Cáritas cerrada por miedo al contagio. Con loables excepciones, que todos conocemos, y que han sido un ejemplo para todos de amor cristiano y compromiso real con las familias golpeadas por la crisis económica que el virus ha traído consigo para quedarse. Las gentes necesitadas no han hecho cola en los ayuntamientos o en las sedes de los sindicatos, bien subvencionados, sino en las puertas de las parroquias que ofrecían sus servicios a través de Cáritas. Que no han ido todas.

La polémica homilía en Cantillana
La polémica homilía en Cantillana

Hay mucho virus letal suelto por los pasillos y palacios de la iglesia que no se cura lavándose las manos y guardando distancias de seguridad. Un virus que etiqueta, excluye  y mata a fuerza de señalar con el dedo y de corrupción y crimen como en el caso de la pederastia.

Seguimos señalando y disparando. Ayer mismo leía en Religión Digital que  un cura, llamado fray Fransec Xavier Catalá, decía que los homosexuales son gente depravada, viciosa y de mala vida. Mucho tiene que conocer este cura a los homosexuales para hacer una afirmación tan gratuita y generalizada. “Dime de qué presumes y te diré de lo que careces.”  Esto vacía los bancos de las iglesias y hace que los jóvenes, que tienen un espíritu más equilibrado y abierto,  tengan la impresión de que la iglesia es aún una cueva prehistórica que no ha sido capaz de avanzar en el tiempo. Yo también conozco a heterosexuales depravados, viciosos y de mala vida y no se me ocurre decir que los heterosexuales son así.

Cardenal Burke y la vestimenta clerical
Cardenal Burke y la vestimenta clerical

Si a todo esto. añadimos que ya se nota que algunos cardenales se están posicionando en la carrera de salida para un futuro cónclave, que deseamos lejano, y están sembrando la sospecha y la división entre los fieles, el virus, lejos de debilitarse, está cogiendo fuerza y la curva irá creciendo de forma descontrolada. Cuando, además, llegamos a saber por los periodistas que algunos, como el ex obispo estadounidense Michael J, Bransfiel, acusado de abusos a jóvenes sacerdotes, viajaba en limosinas y organizaba peregrinaciones a 190 dólares por persona, para obtener generosos beneficios, nos sentimos en una barca azotada por la tempestad donde solo podemos exclamar “Señor, sálvanos que perecemos”

Si no nos convertimos esto acabará siendo una Pandemia apocalíptica.

Volver arriba