Necesitamos abordar reformas significativas cuanto antes. Nuestra “santa” jerarquía eclesiástica.
"No hay nada oculto que no salga a la luz"
Hace ya unos años un estudio de la misma Conferencia Episcopal Española, a propósito de la campaña de financiación de la iglesia, vino a reconocer lo que ya todos percibíamos a plena luz del día: que la iglesia institucional tiene mala imagen entre los españoles. Se dice textualmente en ese estudio que la jerarquía es vista por muchos españoles, sobre todo por los más jóvenes y los más cultos, como inflexible, poderosa y ostentosa.
Nada nuevo bajo el sol. Hace mucho que nos preguntamos qué está pasando en nuestra Iglesia para que la distancia con la sociedad sea cada día más amplia y, lo peor, irrecuperable.
Pero este estudio, como tantos otros, sirvió para muy poco. Porque una cosa es reconocer la realidad y otra muy distinta discernir con seriedad, buscar soluciones y ponerlas en práctica.
He abordado este tema en mi último libro: “¿Pueblo mío, a dónde vas? La deserción en las filas de la iglesia católica,”. Editorial Nueva Economía Social- Madrid 2021.
En esta sociedad las formas son importantes para llegar al fondo. Y creo yo que hay que abordar, cuanto antes, una reforma de nuestro lenguaje clerical, que en ocasiones es terrible. Hay mensajes de algunos pastores que parecen declaraciones de guerra Y hace falta, como nunca, escuchar a la gente, a los jóvenes y tomar buena nota de ello. ¿O queremos que todo siga igual?
Hace falta también una reforma de nuestros símbolos y ropajes. Creo que hay muy pocos jóvenes –al menos así lo manifiestan- que entienden el significado de un escudo episcopal (Antes escudo de armas y signo de nobleza), de una mitra, de un báculo, de un solideo, y de esos ropajes de púrpura y de puntillas que parecen sacados de la Edad Media, cuando no del mismo Sanedrín judío. Corre por ahí por internet una “capa” episcopal aterciopelada de varios metros de larga que está dando mucho que hablar.
Si a esto añadimos los crímenes de pederastia y la resistencia de muchos a clarificar las cosas y afrontar los daños nos encontramos con un cóctel perfecto para la descalificación de los más interesados. Y no sólo los escándalos sexuales sino también, y sobre todo, los económicos, están socavando la confianza de la gente en los pastores de manera preocupante. Entre “vacunajetas” y obispos especuladores estamos apañados. No hace mucho tiempo el obispo de Mallorca, señor Taltavull, ha perdido un juicio, sin posibilidad ya de recurso, por inmatricular a nombre de la iglesia las “murallas” de la ciudad de Artá, en Mallorca. ¿Para qué querrá un obispo unas murallas?
En fin, que las tentaciones de Jesús en el desierto se repiten hoy en nuestros prelados, pero sin la misma conclusión. ¡Y lo que nos falta aún por conocer y saldrá a la luz porque todo lo escondido saldrá a la luz en el momento oportuno!
Necesitamos obispos cercanos y sencillos, con olor a oveja, que sean capaces de transmitir una imagen cercana y humana de la Iglesia. O de lo contrario el próximo estudio sobre la imagen de la jerarquía será todavía más demoledor. Estamos a tiempo.