Regalos, sobornos y tratos de favor
Los personajes bíblicos desfilan ante nosotros con sus aciertos, errores y desatinos
No damos abasto para escuchar historias sobre esos asuntos y sus protagonistas, omnipresentes en nuestras pantallas, parecen ya como de la familia. Lástima que no hayan leído las historias que siguen porque habrían aprendido mucho de sus personajes.
DeAbraham, por ejemplo, cuenta el libro del Génesis que el rey de Sodoma intentó hacer tratos con él pero el patriarca debió olerse algún chanchullo y le espetó: “‑Juro por el Señor Dios Altísimo, creador de cielo y tierra, que no aceptaré una hebra ni una correa de sandalia ni nada de lo que te pertenece, para que no digas que me has enriquecido” (Gen 14, 22-23). “Para que no digas”: ciertas fortunas empezaban a ser sospechosas y daban que hablar hace ya aproximadamente diez mil años.
Jacob, arrepentido de las faenas cometidas contra su hermano Esaú, decidió ablandarle a fuerza de regalos y fue a su encuentro con“doscientas cabras, veinte machos cabríos, doscientas ovejas, veinte carneros, treinta camellas de leche con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez asnos” (Gen 32, 13-16) y la cosa acabó en conciliación.
Pero, para ejemplificar que no siempre los regalos lo arreglan todo, se deja caer el detalle de que a su hijo preferido, José, hijo de Raquel que “le había nacido en la vejez”, le regaló como muestra de predilección “una túnica con mangas”. El detalle de las mangas debía convertir la túnica en algo valiosísimo y las consecuencias fueron desastrosas: “Sus hermanos, al ver que su padre lo prefería a los demás, le cogieron rencor y le negaban el saludo”.(Gen 37,3-4). Consejo subliminal: antes de regalar nada, asegúrate de que a largo plazo el regalo no le traiga problemas al receptor.
El profeta Samuelal final de sus días dijo a los israelitas: “- Aquí me tenéis, si queréis acusarme ante el Señor y su ungido: ¿He robado a alguien un buey o un asno? ¿He oprimido o perjudicado a alguno? ¿De quién he recibido un regalo para hacer la vista gorda? Acusadme y yo os responderé”. (1 Sm 12, 8s) Que cada cual examine su conciencia y vea si podría atreverse a hacer una declaración semejante. No sea que algún pariente suyo haya prosperado últimamente con su negocio agropecuario de manera sospechosa.
Un tal Nabal - en hebreo significa necio- se había enfrentado con el poderoso rey David. Su mujer, Abigaíl, de quien se dice que “era sensata y muy guapa, mientras que el marido era áspero y de malos modales”, se lanzó a remediar el desaire de su marido: “Reunió aprisa doscientos panes, dos pellejos de vino, cinco ovejas adobadas, treinta y cinco litros de trigo tostado, cien racimos de pasas y doscientos panes de higos; lo cargó todo sobre los burros, salió al encuentro del rey y le dijo: ‘Escucha las palabras de tu servidora. No tomes en serio, señor, a Nabal, ese cretino, porque es como dice su nombre: se llama “Necio” y la necedad va con él (…) Este obsequio que tu servidora le ha traído a su señor, que sea para los criados que te acompañan porque a ti en toda tu vida se te encontrará un fallo’. (…) David le aceptó lo que ella le traía, y le dijo: Vete en paz a tu casa” (1 Sam 25).
¿Obró David correctamente al aceptar sus regalos? No queda claro en el texto si lo hizo movido por el atractivo de la donante o porque la oveja adobada era su plato favorito.
A Barzilay, un anciano que había apoyado a David en tiempos difíciles, el rey quiso recompensarle invitándole subir con él en Jerusalén (2 Sam 17). Barcilay reaccionó con una sensatez ejemplar: él estaba ya muy mayor para traslados pero ¿no podría el rey hacerle algún favor a su hijo Quimeán? David lo acepta con la promesa: “Todo lo que quieras encomendarme, yo lo haré”. Así que el “qué hay de lo mío” le ha salido a Barzilay fantásticamente: el chico colocado de funcionario y él terminando sus días tranquilo en su pueblo.
No son historias particularmente edificantes, como no lo son la mayoría de las que cuenta la Biblia. Sus personajes desfilan ante nosotros con sus aciertos, sus errores, sus desatinos o sus logros y lo que leemos entre líneas en todos ellos es que, tal como eran, pasaron por la vida envueltos en la inexplicable acogida y ternura de su Dios.