Un santo para cada día: 22 de enero Beata Laura Vicuña (El Ángel del Neuquén )
Reconocida por todos como una criatura inmaculada, es considerada por la Iglesia Católica como mártir de un sacrificio heroico y candoroso, siendo especialmente venerada en Chile y Argentina
| Francisca Abad Martín
Reconocida por todos como una criatura inmaculada, es considerada por la Iglesia Católica como mártir de un sacrificio heroico y candoroso, siendo especialmente venerada en Chile y Argentina.
Nació en Santiago de Chile el 5 de abril de 1891, en una familia acomodada, vinculada a un apellido importante. Hija de José Domingo Vicuña, militar y de Mercedes del Pino. Chile estaba entonces en una grave crisis política, que desembocó en una guerra civil. José Domingo como militar se vio involucrado en el conflicto, por cuyo motivo tuvo que exiliarse y muere en 1894, nada más nacer su segunda hija Julia Amanda. Mercedes, descendiente de estirpe humilde, no había sido bien aceptada por la familia de su marido, esto unido, al saqueo y la desolación de la guerra, hizo que quedara en la absoluta miseria. Entonces tuvo que buscar refugio para ella y para sus dos hijas en Argentina, dispuesta a trabajar en lo que fuera menester.
Después de realizar trabajos eventuales en Santiago y en otros lugares durante un tiempo, llegan a Argentina, a la región del Neuquén, en una localidad llamada Junín de los Andes y allí encuentra trabajo en la hacienda de un terrateniente llamado Manuel Mora, como ama de llaves, pero él quería algo más que una simple ama de llaves y Mercedes tiene que claudicar ante sus deseos, a cambio de que él pague el Colegio de sus hijas en el internado de las Salesianas. Laura se siente feliz en el Colegio, sin sospechar el precio que su madre está pagando por ello. Las religiosas están encantadas con ella, porque es una niña dócil, obediente y muy piadosa. Debido a su buena conducta la admiten a la Primera Comunión a los 10 años, el 2 de junio de 1901, mucho antes de lo que se acostumbraba entonces.
La Primera Comunión fue la mayor alegría para Laura, pero al mismo tiempo fue un inmenso dolor, ya que su madre no la acompañó en el momento de recibir a Jesús. ¡Cuántas lágrimas derramó ese día! No podía comprender cómo su madre, tan buena para con ellas, no daba a Jesús el placer de reunirse con Él. Ese día Laura decidió ofrecer todos sus sacrificios a Jesús por la conversión de su madre y ofreció su pureza a la Santísima Virgen. Una de sus mayores satisfacciones fue cuando la admitieron en el grupo de las “Hijas de María”.
En las últimas vacaciones Laura sufrió dos violentos ataques por parte de Manuel Mora, quien pretendía mantener relaciones sexuales con la niña. Ante su rechazo, él se encolerizó y se negó a seguir costeando los estudios de las niñas. Entonces las salesianas permitieron que Laura continuara sus estudios gratis. Ella trataba de compensar a las hermanas por este favor, ayudando en todo lo que podía, no le importaba realizar los trabajos más serviles. Todo lo hacía alegre, contenta y agradecida.
Un día fue el obispo a recibir los votos religiosos de una de las hermanas y Laura pidió poder hablar a solas con él. Le dijo que deseaba ser admitida como “postulanta”, pero él le dijo que con 11 años era aún demasiado joven, que tenía que comer “mucha sopa” todavía antes de poder dar ese paso. Un día, pensando en una frase de Jesús “No hay amor más grande que dar la vida por los que amamos”, ella optó por pedir a Dios la salvación de su madre a cambio de su propia vida. A los pocos meses cayó enferma. Su madre entonces decidió llevársela a casa para poder cuidar de ella, mientras su hermana Julia ocuparía su puesto en el internado, pero un día Manuel Mora, furioso contra ella la agredió, dejándola herida en su cama. Ya no se pudo levantar más.
Cuando estaba a punto de fallecer, el 22 de enero de 1904, le hizo prometer a su madre, ante el Sacerdote que fue a llevarle los Sacramentos, que cambiaría de vida. Entonces le contó su sacrificio. Realmente mereció la pena morir al ver a su madre arrepentida. Sus últimas palabras fueron: “¡Gracias, Jesús mío! ¡Gracias Virgen Santísima, Madre mía!”. Con su hija de cuerpo presente en la Iglesia, su madre se acercó a recibir la Comunión. San Juan Pablo II la beatificó el 3 de septiembre de 1988. La canonización está en proceso. No fue fácil conseguir la beatificación, al ser de corta edad y no estar probado que fuera un martirio. Esperemos que pueda ser canonizada pronto.
Reflexión desde el contexto actual:
Sencillamente conmovedor el gesto generoso de esta criatura angelical que llega hasta el interior de todas las personas que se sientan humanas, sean creyentes o no. Hechos así nos devuelven la esperanza y nos hacen pensar que no todo está perdido y que el mundo al final se salvará. Tenía razón el P.Pío de Pietralcina cuando dijo: “los niños salvarán al mundo”. La santa inocencia infantil, como la de este ángel del Neuquén, servirá de pararrayos para atraer toda la gracia y bendición del cielo que sea necesaria para que podamos vivir en un mundo limpio, sin que tengamos que lamentar un día sí y otro también el abuso de menores por parte de adultos degenerados.