Un santo para cada día: 20 de mayo San Bernardino de Siena (Patrón de publicistas y medios de comunicación)
Estamos ante uno de los más grandes santos del Siglo XV. Nació el 8 de septiembre de 1380 en Massa, cerca de Siena, de la noble familia de los Albieschi. Su padre llegó a ostentar el importante puesto de gobernador de la ciudad
| Francisca Abad Martín
Estamos ante uno de los más grandes santos del Siglo XV. Nació el 8 de septiembre de 1380 en Massa, cerca de Siena, de la noble familia de los Albieschi. Su padre llegó a ostentar el importante puesto de gobernador de la ciudad.
Movido por su gran amor hacia los necesitados, a los 20 años ayudaba en el hospital de Siena, atendiendo a los apestados. Allí había prestado sus servicios 30 años antes Santa Catalina de Siena. ¡Buen ejemplo para Bernardino! Unos biógrafos dicen que se contagió de la peste, pero que se curó, otros en cambio dicen que fue un milagro que no se contagiara.
En 1402 vistió el hábito de los Frailes Menores de San Francisco de Asís y en 1404 fue ordenado Sacerdote. Un año después comenzó a predicar por Siena y sus alrededores. Así durante mucho tiempo, hasta que, cuando ya tenía casi 40 años lo envían a predicar a la Lombardía. Entonces los milaneses se dan cuenta del gran predicador que había en ese frailecito del hábito tosco y comienzan a ver en él a un orador popular, de cualidades extraordinarias. Esto unido al gran ascetismo de su vida, que muchos conocían y también a algunos milagros a él atribuidos, hizo que su fama se extendiera por toda Italia. Era impresionante la maestría de su oratoria, eminentemente popular y a la vez profundamente teológica y cristiana.
Pero no todo iba a ser un camino de rosas, también surgieron las espinas y en Roma tuvo que pasar momentos difíciles, pues sus “enemigos” le acusaron de charlatán, agitador de conciencias, irrespetuoso, incluso de “hereje”. En el año 1427 consiguieron que el Papa Martino V le prohibiera hablar en público. Bernardino lo acepta humildemente y se retira a su convento. Entonces el Papa reúne una comisión de cardenales y estudia el caso, llegando a la conclusión de que ni en sus escritos ni en sus predicaciones hay nada reprensible.
Así pues, continuó recorriendo Italia con sus predicaciones y en 1438 es nombrado por su Orden Vicario General de los conventos. Con este nuevo cargo viaja aún más: Génova, Milán, Bolonia, etc., pero en 1442 renuncia al cargo, porque lo suyo era predicar y decide seguir como orador itinerante.
Por tres veces le ofrecen la mitra episcopal, primero en Siena, en 1427, luego en Ferrara, en 1431 y por último en Urbino, en 1435 y las tres veces renunció. No se consideraba digno de este cargo. Esta es la razón por la que algunos pintores, como El Greco, lo han pintado con tres mitras a sus pies y en su mano una vara con un Crismón, con las 3 letras alusivas a Jesús JHS, despidiendo rayos de luz, porque tal era el emblema que él portaba en una tablilla de madera en sus predicaciones. Así se le representa también en las esculturas.
Murió entrando, a lomos de su borriquillo, en la ciudad de Aquila, el 20 de mayo de 1444, a los 63 años, siendo canonizado en 1450 por el Papa Nicolás V.
Reflexión desde el contexto actual:
En una época de gran desarrollo de la industria y el comercio, Bernardino aparece ante nuestros ojos como ese gran hostigador de la sociedad de su tiempo, donde se cometían abusos de fraude y usura; fue el gran predicador que denunció valientemente los desórdenes económicos, derroche, consumismo, lujo y fustigó los desarreglos morales y sociales, que mucho nos recuerda lo que actualmente estamos viviendo hoy. Cuántas veces nos habremos preguntado: ¿Qué podemos hacer, si es que podemos hacer algo? Es muy posible que este gran predicador nos ayudara a encontrar una respuesta a esta pregunta. La palabra y el ejemplo pueden ser palancas que remuevan a una sociedad. A lo mejor es que nos hacen falta hombres como Bernardino de Siena.