Un santo para cada día: 23 de septiembre San Pio de Pietrelcina. (El padre Pío)
Místico, estigmatizado y confesor. Es patrono de enfermeros, hospitalarios y sufrientes
| Francisca Abad Martín
Místico, estigmatizado y confesor. Es patrono de enfermeros, hospitalarios y sufrientes.
Francisco Forgione nació en Pietrelcina, en la región de Campania (Italia), el 25 de mayo de 1887. Sus padres, Grazio Forgione y Mª Giusepa di Nuncio, habían formado una devota familia, humilde y trabajadora. Desde muy pequeño ya se manifestaba en él una inclinación a la piedad y a las penitencias. Tenía una salud frágil y enfermiza. Pronto comenzó a sentir inclinación hacia el sacerdocio, sobre todo desde el encuentro con un franciscano capuchino del convento de Morcone (a 30 Km. de Pietrelcina), quien pasó un día por su casa pidiendo limosna.
Para que Francisco pudiera estudiar, su padre emigró a América. A los 16 años, el 6 de enero de 1903, ingresa como novicio en el convento de los Padres Franciscanos Menores Capuchinos de Morcone. La vida allí era muy dura, llena de penitencias y ayunos, los cuales agravaron las enfermedades que Francisco tenía desde niño y que le habrían de acompañar hasta la muerte. Era un novicio ejemplar, puntual en la observancia de la regla y nunca daba motivos para tener que reprenderle.
El 22 de enero de 1904 pronunció sus votos temporales y el 27 de enero de 1907 hizo la profesión solemne; entonces le trasladaron a Serrocapriola, a 15 Km. del mar, pero ese clima perjudicaba a su salud y tuvo que regresar a Pietrelcina para recuperarse, siendo destinado en 1908 al convento de Montefusco. En noviembre recibe las órdenes menores. Sigue con la oración y el estudio y el 10 de agosto de 1910 es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, pero por motivos de salud vuelve de nuevo con su familia hasta 1916, fecha en que fue enviado al convento de S. Giovanni Rotondo, donde permanecería hasta su muerte. Aparte de alguna bilocación que ya había experimentado anteriormente, entre 1911 y 1918 aparecieron los estigmas en manos, pies y costado, en esta época apenas perceptibles, pero a partir de 1918 bien visibles y con perfume de flores,
La Santa Sede, en el pontificado de Pio XI, envió al P. Gemelli para averiguar este fenómeno, pero el observador, sin llegar a verle, publicó un artículo diciendo que todo era de origen neurótico. Entonces se le prohibió recibir visitas y le mantuvieron aislado del mundo exterior durante 10 años desde 1923 a 1933.
A raíz de la Segunda Guerra Mundial fundó los “Grupos de Oración”, que se extendieron rápidamente y el 9 de enero de 1940, reunió a tres de sus hijos espirituales para que colaboraran en la fundación de un hospital, que se llamaría “Casa del Alivio del Sufrimiento”, que se inauguró en 1956. Al año siguiente Pio XII le dispensa del voto de pobreza para que pudiera administrar los fondos del Hospital. Los ataques arreciaron llegándole a acusar de que se enriquecía a costa de los fondos que administraba, por lo que tuvo que intervenir la Curia Romana. Le separaron de la administración y a sus seguidores les prohibieron asistir a sus misas y ni confesarse con él les dejaron.
En medio de la polémica iba a abandonar el mundo este fraile capuchino a los 81 años, el 23 de septiembre de 1986. Su funeral fue multitudinario, siendo beatificado el 2 de mayo de 1999 y canonizado el 16 de junio de 2002, en ambos casos por S. Juan Pablo II. Su cuerpo incorrupto está expuesto en una urna de cristal en la iglesia de S. Giovanni Rotondo (Italia)
Reflexión desde el contexto actual:
El P. Pío es un santo de nuestros días y como a veces sucede, también los santos pueden llegar a ser personas controvertidas. El P. Pio lo fue en vida. La polémica que este fraile estigmatizado mantuvo con la Curia está presente en la memoria de todos, pero si polémico fue en vida, también lo sigue siendo después de muerto. El mismo lo había pronosticado: “Haré más ruido muerto”. La Película titulada “El Misterio del P. Pío”, dirigida por Jose Mª Zabalza, seguramente ha contribuido a que sea más conocido si cabe, incluso más admirado, pero el misterio en torno a su persona sigue. Mientras el pueblo llano confió y enalteció siempre al Padre Pío, no fue así en las altas esferas eclesiales, por lo que el sufrimiento mayor de este sacerdote capuchino no fue el de los estigmas de la pasión de Cristo, sino por el trato que le dispensaron algunas autoridades eclesiásticas y que supo soportar con humildad y paciencia.Si hemos de creer el testimonio de su acreditado biógrafo Laureano Benítez, “El Padre Pío vino a llenar el «vacío de Dios» que sufre el mundo contemporáneo, a hacer presente al Jesús vivo y resucitado, que se manifestaba a través de él, que volvía a sangrar en sus estigmas, que volvía al Calvario en sus eucaristías, que retornaba para sanar a los enfermos, para salvar almas”.