Un santo para cada día: 27 de abril San Rafael Arnaiz Barón. ( Hermano Rafael, el místico de nuestro tiempo)
Fue beatificado el 27 de septiembre de 1992 por el Papa Juan Pablo II y canonizado el 11 de octubre de 2009 por Benedicto XVI. Ambos Papas, con ocasión de las respectivas Jornadas Mundiales de la Juventud que presidieron, le declararon el primero, modelo para los jóvenes y el segundo patrón de la juventud
| Francisca Abad Martín
El joven Rafael Arnaiz está considerado como uno de los mayores místicos del siglo XX juntamente con Teresita de Lisieux y Carlos Foucauld, verdaderos ejemplos donde pueden mirarse los jóvenes.
Nace en Burgos, el 9 de abril de 1911, en el seno de una familia profundamente cristiana. Su padre, Rafael Arnaiz, ingeniero de montes, era natural de Burgos y su madre Mercedes Barón oriunda de Manila. Tuvieron cuatro hijos: Rafael (trapense), Luis Fernando (cartujo), Leopoldo (abogado) y Mercedes, que ingresó en las Ursulinas de Jesús, pero tuvo que salir por enfermedad.
En 1920 ingresa Rafael, como alumno externo, en el Colegio de los jesuitas de Burgos, pero en 1922 se traslada la familia a Oviedo y entonces ingresa en los jesuitas de esa ciudad. Después comienza también a asistir a clases de pintura, actividad en la que llegó a destacar. Se conservan muchos dibujos y pinturas realizadas por él, con gran destreza. En 1930 se traslada a Madrid al ser admitido en la Escuela Superior de Arquitectura.
En ese mismo año de 1930 hace su primera visita al Monasterio de San Isidro de Dueñas, en Palencia, quedando profundamente impresionado de la vida de los frailes trapenses. En junio de 1932 vuelve a San Isidro de Dueñas, durante una semana, para realizar unos Ejercicios Espirituales, que le marcarían profundamente y en septiembre regresa a Madrid para continuar sus estudios de Arquitectura. En 1933 realiza el servicio militar obligatorio en el cuerpo de ingenieros, dando muestras de un noble patriotismo.
El 15 de enero de 1934 ingresa ¡por fin! en el monasterio de San Isidro de Dueñas. Le acompaña su padre. Unos días después en una carta a sus tíos, los Duques de Maqueda, les dice estas palabras. “Si vierais lo contento que estoy de ver que Dios acepta lo que le estoy ofreciendo” “¡Qué gran responsabilidad he contraído!” Y haciendo gala de su buen humor, le dice en una carta a su madre: “Dicen que aquí la vida es muy dura, pero aquí lo único duro que hay es la cama, lo demás es austero”.
El 18 de febrero de 1934 toma el hábito y se convierte en Fray María Rafael. Pero Dios había de probarle muy duramente, con una enfermedad, que sería la causa de su prematura muerte, una diabetes sacarina. Después de 4 meses tiene que volver a su casa, debido al régimen especial y a los cuidados que requiere esta enfermedad.
Pasaron casi dos años y medio y viendo que había mejorado mucho, regresa de nuevo a la Trapa, pero ya en condición de simple “oblato”. Las salidas y entradas al monasterio se suceden durante cuatro años. El no ceja en su empeño, porque está plenamente convencido de que es allí donde Dios le quiere. El 29 de septiembre de 1936, junto con otros monjes jóvenes, es llamado al frente con ocasión de la Guerra Civil, pero tiene que regresar inmediatamente al monasterio, al haber sido declarado “inútil total” para el servicio de las armas, cosa que lamenta profundamente en sus escritos.
Su última y definitiva entrada en el monasterio fue el 15 de diciembre de 1937. A los pocos meses su enfermedad se agrava y el 17 de abril, Jueves de Pascua, de 1938, como un privilegio especial, el P. Abad le impone la “cogulla”. Fallece el 26 de abril de 1938 en la enfermería del monasterio, a causa de un coma diabético, a los 27 años de edad. En la Iglesia del Monasterio hay una pequeña capilla donde reposa la urna con sus restos. Esa capilla tiene entrada desde el exterior para no molestar a la Comunidad, por si alguien quiere hacer allí un rato de oración. ¡Es muy acogedora!
Hasta aquí los datos cronológicos, pero lo que realmente impresiona de S. Rafael Arnaiz son sus escritos, tanto en las cartas como en sus diarios. En ellos vemos un alma de una limpieza y una transparencia admirables. Es asombroso cómo un joven universitario, sin ninguna formación teológica, llega a familiarizarse con cuestiones de alta espiritualidad, con un lenguaje sencillo y asequible y hasta con rasgos de humor. Hay una expresión, diríamos una exclamación, que repite constantemente y que fue como el lema de su vida: “¡Solo Dios!”. Y otra también reflejo de su donación: “Acéptame, Señor, tal como soy. Tómame a mí y date tú al mundo”. En sus dibujos y pinturas vemos, no solo una gran calidad técnica, sino también el reflejo de un alma sensible, invadida plenamente por Dios.
Fue beatificado el 27 de septiembre de 1992 por el Papa Juan Pablo II y canonizado el 11 de octubre de 2009 por Benedicto XVI. Ambos Papas, con ocasión de las respectivas Jornadas Mundiales de la Juventud que presidieron, le declararon el primero, modelo para los jóvenes y el segundo patrón de la juventud.
Reflexiones en un contexto actual:
Su testimonio es de gran valor para el hombre de nuestros días, sobre todo para los jóvenes, en un mundo desencantado de tanto hedonismo y materialismo y tan sediento de Dios. Todo lo que un joven necesita para enamorarse de Jesucristo es simplemente conocerle bien. Rafael vivió la experiencia de Dios y al final pudo constatar que “solo Él es quien puede llenar el alma”. Esto es lo que el Hermano Rafael, un joven de nuestro tiempo, puede decir con el corazón en la mano a todos los jóvenes de hoy que buscan ansiosamente el camino de la felicidad.