En Chile, los políticos, ¿amar en la medida de lo posible?
Este escrito es un extracto de lo que escribí el domingo recién pasado.
Lo hago habiendo ya pasado el funeral espectacular del sr. Aylwin.
"Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". (del Evangelio de este domingo:: Juan 13,34-35).
"¡Qué modo de hablar!".
Lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad y no como los maestros de la Ley que tenían ellos".
"Los maestros de la Ley y los fariseos se hacen cargo de la doctrina de Moisés. Hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen. Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas". (Lc.4,36; Lc.4,22; Mt.7,28-29; Mt.23,2-4).
La autoridad estaba en la vida consecuente de Jesús con la Palabra que enseñaba. Al contrario, a los fariseos y maestros de la Ley, se les podría aplicar el dicho: "Padre Gatica, predica y no practica".
Todo lo que Jesús decía era vida en Él; lo que decía lo hacía, y todos los que creían, comprobaban las palabras de Jesús, contemplándolo, viendo sus gestos, sus obras y sus acciones.
Quiero insistir que se trata de amar a la manera de Jesús:
"como yo los he amado";
Jesús nunca dijo amar "en la medida de lo posible", como se ha insistido tanto en estos días, con motivo de la muerte del político Aylwin. Él, un hombre católico, acuñó ese dicho en la política post dictadura y seguido por los siguientes gobiernos y políticos hasta hoy día.
Los hombres cristianos como sr. Aylwin no pueden olvidar que, según la Iglesia, la política es la expresión más eximia del amor a mis hermanos, especialmente a los más pobres. Así está expresado en la Doctrina Social de la Iglesia, doctrina e inspiración fundante - sin ser confesional . de la Falange y posterior DC, partido de sr. Aylwin. Aquí cabe para un cristiano:
"No hay amor más grande que éste: dar la vida por los que se ama".
Todos podemos deducir, conociendo y habiendo aceptado esa vida que, Jesús nos da en abundancia, qué significa, entonces, el mandamiento nuevo: no se trata sólo de no hacer con los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros; no se trata sólo de amar a los que nos quieren, ni amar en la medida de lo posible, porque también eso lo pueden hacer los no cristianos. Se trata de un mandamiento radical. El radicalismo del amor cristiano está en amar como Jesús.
Debemos entregarnos al servicio de la justicia y del amor hasta el extremo, aún hasta el sacrificio de la vida.
Según mi convicción de conciencia evangélica, creo que es un mandamiento nuevo porque supera al mandamiento que nos exige:
"ama a tu prójimo como a ti mismo".
Jesús va más allá del amor a sí mismo. Ya lo sabemos: nos amó hasta dar su vida.
Ahora bien, este mandamiento no es un consejo ni algo facultativo en la vida de los cristianos.
Es "un mandamiento nuevo".
Es de la esencia del ser cristiano. Tan esencial es, que es lo que nos hace discípulos de Jesús por sobre cualquiera otra condición. Constituye nuestra identidad cristiana. Y Cristo lo dejó perpetuo en la Misa:
"Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de la Cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: "Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes". (Lucas 22,19-20).
Eso es el amor y la caridad que nos manda encarnar Jesús en el mundo de hoy. Vivir el mandamiento del amor es vivir la Eucaristía. Ahí está el mandamiento nuevo.
El mandamiento esencial y nuevo, cumplido por nosotros, es la señal de que somos de Jesús:
"Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros".
Cristo murió y resucitó para instaurar entre los hombres y mujeres una verdadera fraternidad; para superar la injusticias, las desigualdades y el "pecado social", para construir el Reino instaurado e inaugurado por Él.
La misión evangelizadora de los hombres y mujeres de Iglesia y de cada cristiano es crear fraternidad; cada vez que amamos en forma efectiva: hasta el extremo, incluso en la política, estamos haciendo un avance del Reino de Dios; estamos dando testimonio de la resurrección del Señor. Estamos celebrando la Eucaristía de la vida, uniendo nuestra fe con nuestra vida, según los signos de los tiempos.
Esta misión de crear fraternidad es difícil y conflictiva en nuestro mundo, porque se enfrenta con los obstáculos puestos por el egoísmo de unos pocos poderosos, que defienden sus intereses, privilegios sociales y culturales; que hacen y son obstáculos con sus abusos de poder.
Esta minoría y su práctica egoísta es la antípoda a la sociedad de la civilización del amor y del compartir instaurada por Cristo con su Muerte y Resurrección y en su Eucaristía.
Se ha globalizado en el mundo, un sistema económico, egoísta, acumulador, concentrador de poder y riquezas. Este sistema hace el "pecado social". Se ha institucionalizado un sistema perverso que acarrea sufrimientos en tantos y tantos sectores de la humanidad; es una violencia institucionalizada que hace una tentación a la violencia. Violencia que no queremos. Se trata del sistema neo liberal o "capitalismo salvaje".
Es valioso y permanente el pensamiento escuchado en una predicación: "Una comunidad capitalista no tiene derecho a celebrar la Eucaristía porque está creando un monstruo que no podrá ser absorbido por la comunidad".
El predicador se refería a ese "capitalismo salvaje, duro e inhumano" que afecta y destruye a tantos sectores del mundo. Aquel que apoya esta crueldad vive en pecado mortal por la injusticia que comete especialmente con los pobres.
La Constitución que tiene Chile, hecha por la dictadura, propicia y protege el acumular entre los privados y clase política en el poder, haciendo no sólo el "pecado social", la injusticia y la marginación, sino también un negociado corrupto entre ellos: Un pecado contra Jesús en el hermano. Es un pecado contra Jesús, Pan y Bebida Eucarística, que debe compartirse.
Debido a la negociación política, con dictadura cívica-militar, para recuperar el poder, todavía está vigente esta institucionalidad ilegítima y protectora de los privados y clase política. ¡Es una institucionalidad ilegítima insensible ante los pobres y marginados! Y resulta que los ilegítimos en el poder llaman en forma inconducente a pronunciarse sobre una Nueva Constitución. ¡No tienen ni derecho ni autoridad moral para hacer este llamado! ¡No dan confianza al pueblo!
Han pasado más de cuarenta años del Golpe Cívico- Militar, y casi 27 años de gobiernos posteriores al tiempo del dictador. Ni el Ejecutivo ni el Parlamento han cambiado ese poder de colusión entre privados poderosos y clase política en los Partidos y en el Parlamento no representativo, elegido con una ley binominal injusta y excluyente, y por tanto también ilegítimo. Lo más que han hecho, faltando al amor fraterno, a la manera de Jesús, es retoques cosméticos. Más que nada, tanto Ejecutivo como Parlamento, han seguido "legitimando" lo ilegítimo. Y las reformas prometidas por gobierno actual no han tenido resultados. Nunca podrán resultar con institucionalidad ilegítima y con el sistema económico perverso o "capitalismo salvaje" como lo llamó el Papa.
Dicen, después de trámites fallidos e inconducentes, que las reformas tendrán un camino apenas gradual.
En una reciente encuesta la autoridad ilegítima del Ejecutivo alcanza un 74% de rechazo y desaprobación, casi igual, aunque más aumentada, que la no votación ciudadanía o soberanía nacional. Me parece, y lo digo por amor a Chile y los pobres, que hay que rechazar soberanamente, como pueblo, ese intento espurio y extraño de hacer por ese camino una Nueva Constitución.
¡Tienen que haber autoridades legítimas y nuevas convocando a una Nueva Constitución!
Debo agregar algo más: para sostener esta institucionalidad perversa e ilegítima, me parece que hoy de una u otra forma, se está aplicando todavía la mal llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que es la inseguridad misma para millones de hogares y de hermanos nuestros.
Ahora, ante cualquier discenso popular, es aplicada, en forma solapada, esa Doctrina de Inseguridad Nacional, aduciendo y calificando todo, rápidamente, como actos terroristas; se aplica, oprimiendo al pueblo, una llamada "ley antiterrorista", que ha sido rechazada por el ordenamiento jurídico internacional. Todo esto es la antípoda al mandamiento nuevo.
Ante esta situación, la Iglesia tiene la misión profética de anunciar el amor de Jesús, y denunciar el "pecado social", convocando a la justicia y al amor fraterno. No es fácil cumplir esta tarea. Pero los discípulos de Cristo no son más que su maestro. Es ya bastante que sean como su maestro.
Mientras existan las injusticias y las desigualdades entre nosotros, los hombres y mujeres no pueden hacerse hermanos ni vivir la fraternidad ni reconciliarse. Por eso es un pecado. Es un desafío a la conciencia cristiana y a la misión de la Iglesia, luchar contra ello, a causa de la exigencia del mandamiento nuevo del amor a la manera de Jesús: exigencia de crear fraternidad, para que el mundo crea que Cristo resucitó. El amor, hasta el extremo, de los cristianos en el mundo, es manifestación del don del amor de Jesús Resucitado y en la Eucaristía.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Lo hago habiendo ya pasado el funeral espectacular del sr. Aylwin.
"Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". (del Evangelio de este domingo:: Juan 13,34-35).
"¡Qué modo de hablar!".
Lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad y no como los maestros de la Ley que tenían ellos".
"Los maestros de la Ley y los fariseos se hacen cargo de la doctrina de Moisés. Hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen. Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas". (Lc.4,36; Lc.4,22; Mt.7,28-29; Mt.23,2-4).
La autoridad estaba en la vida consecuente de Jesús con la Palabra que enseñaba. Al contrario, a los fariseos y maestros de la Ley, se les podría aplicar el dicho: "Padre Gatica, predica y no practica".
Todo lo que Jesús decía era vida en Él; lo que decía lo hacía, y todos los que creían, comprobaban las palabras de Jesús, contemplándolo, viendo sus gestos, sus obras y sus acciones.
Quiero insistir que se trata de amar a la manera de Jesús:
"como yo los he amado";
Jesús nunca dijo amar "en la medida de lo posible", como se ha insistido tanto en estos días, con motivo de la muerte del político Aylwin. Él, un hombre católico, acuñó ese dicho en la política post dictadura y seguido por los siguientes gobiernos y políticos hasta hoy día.
Los hombres cristianos como sr. Aylwin no pueden olvidar que, según la Iglesia, la política es la expresión más eximia del amor a mis hermanos, especialmente a los más pobres. Así está expresado en la Doctrina Social de la Iglesia, doctrina e inspiración fundante - sin ser confesional . de la Falange y posterior DC, partido de sr. Aylwin. Aquí cabe para un cristiano:
"No hay amor más grande que éste: dar la vida por los que se ama".
Todos podemos deducir, conociendo y habiendo aceptado esa vida que, Jesús nos da en abundancia, qué significa, entonces, el mandamiento nuevo: no se trata sólo de no hacer con los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros; no se trata sólo de amar a los que nos quieren, ni amar en la medida de lo posible, porque también eso lo pueden hacer los no cristianos. Se trata de un mandamiento radical. El radicalismo del amor cristiano está en amar como Jesús.
Debemos entregarnos al servicio de la justicia y del amor hasta el extremo, aún hasta el sacrificio de la vida.
Según mi convicción de conciencia evangélica, creo que es un mandamiento nuevo porque supera al mandamiento que nos exige:
"ama a tu prójimo como a ti mismo".
Jesús va más allá del amor a sí mismo. Ya lo sabemos: nos amó hasta dar su vida.
Ahora bien, este mandamiento no es un consejo ni algo facultativo en la vida de los cristianos.
Es "un mandamiento nuevo".
Es de la esencia del ser cristiano. Tan esencial es, que es lo que nos hace discípulos de Jesús por sobre cualquiera otra condición. Constituye nuestra identidad cristiana. Y Cristo lo dejó perpetuo en la Misa:
"Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de la Cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: "Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes". (Lucas 22,19-20).
Eso es el amor y la caridad que nos manda encarnar Jesús en el mundo de hoy. Vivir el mandamiento del amor es vivir la Eucaristía. Ahí está el mandamiento nuevo.
El mandamiento esencial y nuevo, cumplido por nosotros, es la señal de que somos de Jesús:
"Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros".
Cristo murió y resucitó para instaurar entre los hombres y mujeres una verdadera fraternidad; para superar la injusticias, las desigualdades y el "pecado social", para construir el Reino instaurado e inaugurado por Él.
La misión evangelizadora de los hombres y mujeres de Iglesia y de cada cristiano es crear fraternidad; cada vez que amamos en forma efectiva: hasta el extremo, incluso en la política, estamos haciendo un avance del Reino de Dios; estamos dando testimonio de la resurrección del Señor. Estamos celebrando la Eucaristía de la vida, uniendo nuestra fe con nuestra vida, según los signos de los tiempos.
Esta misión de crear fraternidad es difícil y conflictiva en nuestro mundo, porque se enfrenta con los obstáculos puestos por el egoísmo de unos pocos poderosos, que defienden sus intereses, privilegios sociales y culturales; que hacen y son obstáculos con sus abusos de poder.
Esta minoría y su práctica egoísta es la antípoda a la sociedad de la civilización del amor y del compartir instaurada por Cristo con su Muerte y Resurrección y en su Eucaristía.
Se ha globalizado en el mundo, un sistema económico, egoísta, acumulador, concentrador de poder y riquezas. Este sistema hace el "pecado social". Se ha institucionalizado un sistema perverso que acarrea sufrimientos en tantos y tantos sectores de la humanidad; es una violencia institucionalizada que hace una tentación a la violencia. Violencia que no queremos. Se trata del sistema neo liberal o "capitalismo salvaje".
Es valioso y permanente el pensamiento escuchado en una predicación: "Una comunidad capitalista no tiene derecho a celebrar la Eucaristía porque está creando un monstruo que no podrá ser absorbido por la comunidad".
El predicador se refería a ese "capitalismo salvaje, duro e inhumano" que afecta y destruye a tantos sectores del mundo. Aquel que apoya esta crueldad vive en pecado mortal por la injusticia que comete especialmente con los pobres.
La Constitución que tiene Chile, hecha por la dictadura, propicia y protege el acumular entre los privados y clase política en el poder, haciendo no sólo el "pecado social", la injusticia y la marginación, sino también un negociado corrupto entre ellos: Un pecado contra Jesús en el hermano. Es un pecado contra Jesús, Pan y Bebida Eucarística, que debe compartirse.
Debido a la negociación política, con dictadura cívica-militar, para recuperar el poder, todavía está vigente esta institucionalidad ilegítima y protectora de los privados y clase política. ¡Es una institucionalidad ilegítima insensible ante los pobres y marginados! Y resulta que los ilegítimos en el poder llaman en forma inconducente a pronunciarse sobre una Nueva Constitución. ¡No tienen ni derecho ni autoridad moral para hacer este llamado! ¡No dan confianza al pueblo!
Han pasado más de cuarenta años del Golpe Cívico- Militar, y casi 27 años de gobiernos posteriores al tiempo del dictador. Ni el Ejecutivo ni el Parlamento han cambiado ese poder de colusión entre privados poderosos y clase política en los Partidos y en el Parlamento no representativo, elegido con una ley binominal injusta y excluyente, y por tanto también ilegítimo. Lo más que han hecho, faltando al amor fraterno, a la manera de Jesús, es retoques cosméticos. Más que nada, tanto Ejecutivo como Parlamento, han seguido "legitimando" lo ilegítimo. Y las reformas prometidas por gobierno actual no han tenido resultados. Nunca podrán resultar con institucionalidad ilegítima y con el sistema económico perverso o "capitalismo salvaje" como lo llamó el Papa.
Dicen, después de trámites fallidos e inconducentes, que las reformas tendrán un camino apenas gradual.
En una reciente encuesta la autoridad ilegítima del Ejecutivo alcanza un 74% de rechazo y desaprobación, casi igual, aunque más aumentada, que la no votación ciudadanía o soberanía nacional. Me parece, y lo digo por amor a Chile y los pobres, que hay que rechazar soberanamente, como pueblo, ese intento espurio y extraño de hacer por ese camino una Nueva Constitución.
¡Tienen que haber autoridades legítimas y nuevas convocando a una Nueva Constitución!
Debo agregar algo más: para sostener esta institucionalidad perversa e ilegítima, me parece que hoy de una u otra forma, se está aplicando todavía la mal llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que es la inseguridad misma para millones de hogares y de hermanos nuestros.
Ahora, ante cualquier discenso popular, es aplicada, en forma solapada, esa Doctrina de Inseguridad Nacional, aduciendo y calificando todo, rápidamente, como actos terroristas; se aplica, oprimiendo al pueblo, una llamada "ley antiterrorista", que ha sido rechazada por el ordenamiento jurídico internacional. Todo esto es la antípoda al mandamiento nuevo.
Ante esta situación, la Iglesia tiene la misión profética de anunciar el amor de Jesús, y denunciar el "pecado social", convocando a la justicia y al amor fraterno. No es fácil cumplir esta tarea. Pero los discípulos de Cristo no son más que su maestro. Es ya bastante que sean como su maestro.
Mientras existan las injusticias y las desigualdades entre nosotros, los hombres y mujeres no pueden hacerse hermanos ni vivir la fraternidad ni reconciliarse. Por eso es un pecado. Es un desafío a la conciencia cristiana y a la misión de la Iglesia, luchar contra ello, a causa de la exigencia del mandamiento nuevo del amor a la manera de Jesús: exigencia de crear fraternidad, para que el mundo crea que Cristo resucitó. El amor, hasta el extremo, de los cristianos en el mundo, es manifestación del don del amor de Jesús Resucitado y en la Eucaristía.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+