Francisco enumera las tres principales dificultades de la oración: distracción,aridez y acedia Papa: "Enfadarse con Dios también es una forma de oración"

Distracciones en la oración
Distracciones en la oración

"La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento"

"Las distracciones no son culpables, pero deben ser combatidas"

"La acedia es uno de los siete 'pecados capitales' porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma"

"El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en el ser capaces de perseverar en los tiempos difíciles"

"Santa Teresa llamaba a la imaginación 'la loca de la casa'. Tenemos que detenerla"

Acogido con gritos de 'se ve, se siente, el Papa está presente', Francisco preside la audiencia de los miércoles en el patio de San Dámaso, acompañado de cientos de fieles y centra su catequesis sobre las dificultades de la oración: las distracciones, la aridez y la acedia. El remedio ante las dificultades, según el Papa, es la vigilancia, para embridar “a la loca de la casa, como llamaba Santa Teresa a la imaginación". Por eso, “los creyentes no apagan nunca la oración”, incluso en los momentos de aridez o de acedia. Más aún, Bergoglio asegura que “a veces, enfadarse con Dios también es una forma de oración”.

Lectura del Evangelio de Lucas: “Jesús les dijo: 'Estén atentos, no vaya a suceder que sus corazones queden embotados por el vicio, las borracheras y las preocupaciones de la vida...manténganse despiertos orando en todo momento, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y puedan así presentarse sin temor ante el Hijo del Hombre”.

Oración

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Siguiendo las líneas del Catecismo, en esta catequesis nos referimos a la experiencia vivida de la oración, tratando de mostrar algunas dificultades muy comunes, que deben ser identificadas y superadas. Rezar no es fácil. Hay muchas dificultades, que hay que conocer y superar.

El primer problema que se presenta a quien reza es la distracción (cfr CIC, 2729). La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este continuo remolino de imágenes y de ilusiones en perenne movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno dar seguimiento a esta inclinación desordenada.

La lucha por conquistar y mantener la concentración no se refiere solo a la oración. Si no se alcanza un grado de concentración suficiente no se puede estudiar con provecho y tampoco se puede trabajar bien. Los atletas saben que las competiciones no se ganan solo con el entrenamiento físico sino también la disciplina mental: sobre todo con la capacidad de estar concentrados y de mantener despierta la atención. Las distracciones no son culpables, pero deben ser combatidas. En el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que a menudo se olvida, pero que está muy presente en el Evangelio. Se llama “vigilancia”. El Catecismo la cita explícitamente en su instrucción sobre la oración (cfr n. 2730).

Oración

A menudo Jesús recuerda a los discípulos el deber de una vida sobria, guiada por el pensamiento de que antes o después Él volverá, como un novio de la boda o un amo de un viaje. Pero no conociendo el día y ni la hora de su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no se deben perder con distracciones. En un instante que no conocemos resonará la voz de nuestro Señor: en ese día, bienaventurados los siervos que Él encuentre laboriosos, aún concentrados en lo que realmente importa. No se han dispersado siguiendo todas las atracciones que les venían a la mente, sino que han tratado de caminar por el camino correcto, haciendo bien su trabajo. Santa Teresa llamaba a esta imaginación “la loca de la casa”. Tenemos que detenerla.

Un discurso diferente se merece el tiempo de la aridez. La aridez nos hace pensar en el sábado santo: Jesús no está. El Catecismo lo describe de esta manera: «El corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro» (n. 2731). A menudo no sabemos cuáles son las razones de la aridez: puede depender de nosotros mismos, pero también de Dios, que permite ciertas situaciones de la vida exterior o interior.

Otras veces puede ser un dolor de cabeza o de estómago. Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como un continuo alternarse de tiempos de consolación y de desolación; momentos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. A veces, estamos 'bajos', estamos en esos días grises, que hay muchos en la vida. El peligro es tener un corazón gris y eso es algo terrible, porque no se puede sentir la consolación. El corazón debe estar abierto y luminoso.

Oración

Diferente también es la acedia, que es una auténtica tentación contra la oración y, más en general, contra la vida cristiana. La acedia es «una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón» (CIC, 2733). Es uno

de los siete “pecados capitales” porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma.

Entonces, ¿qué hacer en esta sucesión de entusiasmos y abatimientos? Se debe aprender a caminar siempre. El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en el ser capaces de perseverar en los tiempos difíciles. Camina, camina, camina y, si estás cansado, detente y vuelve a caminar con perseverancia. Recordamos la parábola de San Francisco sobre la perfecta leticia: no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la habilidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocido, incluso cuando se es maltratado, incluso cuando todo ha perdido el sabor de los comienzos.

Acedia

Todos los santos han pasado por este “valle oscuro” y no nos escandalicemos si, leyendo sus diarios, escuchamos el relato de noches de oración apática, vivida sin gusto. Es necesario aprender a decir: “También si Tú, Dios mío, parece que haces de todo para que yo deje de creer en Ti, yo sin embargo sigo rezándote”. ¡Los creyentes no apagan nunca la oración! Esta a veces puede parecerse a la de Job, el cual no acepta que Dios lo trate injustamente, protesta y lo llama a juicio. A veces, protestar a Dios es una forma de rezar. Enfadarse con Dios también es una forma de oración.

A veces, los hijos se enfadan con el padre, porque lo reconoce padre. Y también nosotros, que somos mucho menos santos y pacientes que Job, sabemos que finalmente, al concluir este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al Cielo gritos mudos y muchos “¿por qué?”, Dios nos responderá. Y también nuestras expresiones más duras y más amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración. No olviden la oración del porqué, que hacen los niños, cuando los niños preguntan continuamente los porqués. Y el niño no espera la respuesta del padre. Sólo quiere atraer la atención del padre. Nosotros también podemos atraer el corazón de nuestro Padre. Tengan la valentía de enfadarse un poco con Dios, que despierta la relación de hijos con el Padre.

Oración

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas: Reflexionamos hoy sobre algunas de las dificultades más comunes que pueden surgir en la vida de oración. La persona que reza experimenta con frecuencia la presencia de ciertos obstáculos y tentaciones que impiden el encuentro con el Señor, y que tiene que identificar y combatir con humildad y perseverancia.

El Catecismo de la Iglesia Católica menciona, por ejemplo, la distracción, la sequedad y la acedia. El primer problema que se presenta en la oración son las distracciones. En efecto, todos experimentamos —no sólo en la oración, sino en cualquier actividad que realicemos—, que no es fácil concentrarse y estar atentos. Pero en el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que puede ayudarnos: la vigilancia.

En la oración, cuando caemos en la cuenta de nuestras distracciones, lo que nos ayuda a combatirlas es ofrecer con humildad el corazón al Señor para que lo purifique y lo vuelva a centrar en Él. Otra dificultad es la sequedad, que puede depender de nosotros mismos o también de Dios, que permite ciertas situaciones exteriores o interiores. Es el tiempo de la desolación y de la fe más pura, porque se mantiene firme junto a Jesús.

Por último, otra de las dificultades de la oraciónes la acedia, que está provocada por la pereza, el relajamiento de la ascesis, la falta de vigilancia y la negligencia del corazón. Ante todas estas dificultades no tenemos que desalentarnos, sino seguir rezando con humildad y confianza.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. En estos días de preparación a la Solemnidad de Pentecostés, pidamos al Señor que nos envíe los dones del Espíritu Santo para poder perseverar en nuestra vida de oración con humildad y alegría, superando las dificultades con sabiduría y constancia. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Audiencia en el patio de San Dámaso
Audiencia en el patio de San Dámaso

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