Antonio Bellella cierra la 53ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada "Los cristianos somos capaces de sentar a comer en la misma mesa, la de la fracción del pan, a los contrarios"

Antonio Bellella cerró la 53 Semana Nacional del ITVR
Antonio Bellella cerró la 53 Semana Nacional del ITVR

"La revolución cristiana consistió precisamente en esto: en el atrevimiento de integrar la pluralidad hasta reconducirla no hacia una unidad indiferenciada, sometida a un canon dominante, sino hacia una comunión, capaz de integrar las facciones y banderías"

"La estructura actual de la comunidad religiosa es fruto de un camino, de un largo proceso de maduración que se ha plasmado en una tipología de modelos presentes en nuestros días y en continua evolución"

"Con razón el papa pedía en la EG que no nos dejáramos robar la comunión, que no permitiéramos que nada ni nadie nos hiciera declinar del proyecto de fraternidad"

La síntesis conclusiva de estas intensas jornadas de reflexión consistirá en un comentario a las dos imágenes elegidas para darla a conocer; sobre todo, al logo que encontramos en los materiales propagandísticos y corporativos de estos días. Me refiero al árbol cuyo tronco representa el cuerpo de un hombre, cuya rama central evoca el rostro de una figura indefinida mientras las ramas laterales dibujan unos brazos alzados en actitud orante; y cuya copa está constituida por cinco hojas aciculares, puntiagudas en sus extremos y romas en su centro. Concluiré con una brevísima alusión a la imagen del cartel identificador de esta 53ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada: el de un corazón que dibujan  10 manos de diferentes colores y tamaños.

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Pero antes de diseccionar ambas imágenes quisiera decir que, al igual que en ocasiones precedentes, tengo una sensación agridulce.

Por un lado, hemos tratado un tema transversal, interesante y complejo, de gran actualidad e indudable relevancia: un tema que toca nuestras vidas. Además, hemos logrado abordarlo de manera interdisciplinar y con una altura académica más que respetable, dada la configuración tan diversificada de los participantes, con la consiguiente dificultad de encontrar el enfoque adecuado para un grupo tan variado como el nuestro.

Por otro lado, me parece que hubiera sido necesario completar la paleta cromática del programa de temas, con algunos colores que la enriquecieran:

  • - pienso en una conferencia que presentara los textos del Magisterio sobre la fraternidad y otra que nos aclarara la rica e interesante reflexión sobre la teología de la comunión, tan característica de los años del postconcilio, en especial durante el largo pontificado de Juan Pablo II;
  • - pienso también que hubiera venido bien estudiar más a fondo algunas imágenes y alegorías que utiliza la Sagrada Escritura, para referirse a la comunión y fraternidad.
  • - Pienso que no hubiera estado de más poner en relación con la comunión y la fraternidad la triada tradicional de los votos: pobreza y comunión, castidad y comunión, obediencia y comunión.
  • - pienso finalmente en la teología del Pueblo de Dios, que considera y relee las vicisitudes históricas de Israel, con su arraigada profundidad religiosa, a partir de algunas claves que emplean la sociología o de la antropología cultural, como son la memoria colectiva, la importancia de las minorías significativas, la tensión dialéctica entre el individuo y el grupo, el significado y la pertinencia de los proyectos comunes, etc…;

Siempre queda algo pendiente y al tiempo que lamentamos lo que no hemos podido estudiar, nos queda el consuelo de no carecer de temas para ulteriores ocasiones. Afortunadamente son muchas las cuestiones transversales que seguiremos afrontando en el intento de interpretar y desentrañar la realidad que estamos viviendo.

Cierre de la 53 semana del ITVR
Cierre de la 53 semana del ITVR

Dicho esto, cumplo mi palabra de proponer una síntesis de la 53ª Semana, a partir del logo y del cartel de propaganda. Me centraré en seis elementos…

1.- La centralidad de Cristo

El logo representa a un árbol, cuyo tronco firme y erguido destaca en la parte inferior del dibujo. Aunque la mirada se dirija inconsciente hacia la zona superior donde están las cinco hojas, todo el diseño carecería de consistencia si no estuviera sostenido por dicho tronco. Un simple trazo, como una mancha de color, consigue el efecto de conectar la raíz con las hojas, uniéndolas misteriosamente con la tierra invisible sobre la que el árbol se apoya. Del tronco parten dos ramas laterales, dos brazos abiertos y elevados, que flanquean un círculo del mismo color que evoca una cabeza.

Quiero pensar que dicho tronco alude a Cristo Resucitado, centro y cimiento de la comunión y modelo de la fraternidad. Ninguna de las ponencias de la Semana era expresamente de contenido cristológico, pero como ocurrió en el huerto y en el cenáculo, el Resucitado se ha aparecido sin pedir permiso y sin avasallar. Desde la primera conferencia, la de Monseñor Luis Marín de San Martín, la sombra del Galileo (en expresión de Gerd Theyssen) se ha dejado entrever por vericuetos del salón, por los pasillos, y entre las líneas de cada conferencia. El Jesús sentado a la mesa con sus discípulos de cada Eucaristía; el Jesús que les convoca y les instruye con obras y palabras; el Jesús caminante; el Jesús samaritano que tiende su mano, que pasa haciendo el bien; el Jesús reconocido, confesado y anunciado por las discípulas y discípulos. El Cristo cuyo Cuerpo somos y cuyos pasos seguimos. El Cristo que levanta los brazos invitando a los suyos a mirar más allá, a transcender profundizando y a profundizar transcendiendo, al tiempo que les envía a hacer Iglesia, a crear comunión y a formar fraternidad y fraternidades, a anunciar por todo el mundo la Buena Noticia de la salvación.

Bellella, en el cierre de la Semana del ITVR
Bellella, en el cierre de la Semana del ITVR

Si lo miráis bien, el elemento más pequeño del logo es quizá el más importante. Me refiero al circulito central que, aunque parezca un punto o un emoticón, hace el efecto de representar una cabeza sin rostro. ¿Qué rostro podríamos ponerle? Entre las obras de arte religioso contemporáneo está el famoso lavatorio de los pies de Sieger Köder, en mi opinión, una de las representaciones más hermosas de la Última Cena de Jesús, o quizá deberíamos decir de la “Primera Cena”: Jesús arrodillado a los pies de Pedro para lavarle los pies. El punto de referencia de dicho cuadro es el agua de la jofaina. En el espejo líquido, desdibujados y definidos al mismo tiempo, los rostros de Jesús y de Pedro se entremezclan. La comunión y la fraternidad consiguen de algún modo el mismo resultado: el de mezclar el rostro de Cristo con el de nuestra pobre humanidad de personas consagradas, hasta crear una realidad distinta, transformada según el designio y la voluntad de Dios. No somos nosotros propiamente, tampoco es Jesús a cabalidad; es la novedad que surge, por la fuerza del Espíritu, cada vez que él nos convoca para seguirle y nos pide que «seamos uno» con él y con el Padre, para que el mundo crea.

Al mezclarse nuestro rostro con el de Jesús, recibimos una nueva identidad, no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí. El Espíritu nos confiere así cinco rasgos que, como la hermosura siempre antigua siempre nueva, de que hablaba San Agustín, nos constituyen sin que nos demos cuenta. ¿Cuáles son estos rasgos? Los conocéis bien, los hemos repetido hasta la saciedad en estas Jornadas: somos Iglesia — somos camino — somos comunión — somos fraternidad — somos construcción.

2.- Somos Iglesia

Sociológicamente hablando, los primeros cristianos se distinguían del resto de las asociaciones de su época, precisamente por su “mala costumbre” de relativizar ciertos aspectos que hasta entonces «siempre se habían hecho así». Como testimonian la carta a los Gálatas, en las comunidades reunidas en torno al «acontecimiento Jesús» debía ponerse en segundo plano el origen nacional de sus miembros No hay judío ni griego; la condición social, esclavos o libres, el género, hombre y mujer, la clase económica, ricos o pobres, porque «todos eran uno en Cristo Jesús». La Iglesia tiene su origen en una pluralidad reconducida por la entrega de Cristo; por su autodonación, en una compleja dinámica de reciprocidad que nos ayudó a desentrañar el profesor Carlos García Andrade. Me atrevería a decir que revolución cristiana consistió precisamente en esto: en el atrevimiento de integrar la pluralidad hasta reconducirla no hacia una unidad indiferenciada, sometida a un canon dominante, sino hacia una comunión, capaz de integrar las facciones y banderías. Los cristianos son capaces de sentar a comer en la misma mesa, la de la fracción del pan, a los contrarios y, en esto, se distinguían de otros grupos: «en esto conocerán que sois mis discípulos», en que os amáis.

Segunda conferencia en el ITVR
Segunda conferencia en el ITVR ITVR

Por ello es tan importante lo que afirma el Papa Benedicto, en Deus charitas est: en la identidad profunda, en la base, en los cimientos de la Iglesia no hay una doctrina, ni un código moral excelente, ni un conjunto de elementos externos cuya sabia y perfecta configuración logra imponerse sobre todo y sobre todos, sino el encuentro con Cristo, entendido no solo como experiencia individual satisfactoria, sino como un fermento transformador de la propia vida y de las realidades sociales.

3.- Somos camino

Andando por el camino, te tropezamos Señor. El miércoles de la Octava de Pascua recorrimos con los de Emaús, una senda que se hecho alegórica: la que va del silencio vacío a la conversación iluminadora, de la desilusión a la alegría, de la cerrazón de mente a la apertura de corazón, de la parálisis al movimiento, de la soledad estéril al encuentro fecundo, de la individualidad desolada a la transformación eucarística, del encerramiento amedrentado al anuncio valiente.

Los de Emaús ya conocían a Jesús, pero no lo habían reconocido; por eso abandonan la comunidad y declinan empeñarse en su proyecto. Sin ponerse de acuerdo entre sí, y sin que el que los organizadores de la Semana se lo hayamos dicho, varios ponentes han subrayado la importancia del reconocimiento, proponiendo una vida cristiana que se transforme en camino de reconocimiento, que apueste por un futuro imperfecto, que se resitúe sin tener necesariamente que desaparecer, que no deje de caminar porque el mero hecho de «hacerlo es más importante que entender a cabalidad el sentido de la ruta»… Reconocer es dar el primer paso de un nuevo camino. Caminamos por la noche, decía ayer por la tarde el profesor Mariano Sedano, pero la noche no es eterna.

Bellella, en la inauguración de la semana del ITVR
Bellella, en la inauguración de la semana del ITVR

La estructura actual de la comunidad religiosa es fruto de un camino, de un largo proceso de maduración que se ha plasmado en una tipología de modelos presentes en nuestros días y en continua evolución. Se constata por tanto un hecho empírico: no ha habido un modo único de pensar, plantear y organizar la comunidad de consagrados. ¿por qué entonces pensamos que el actual es eterno?.... ¿no será más bien una etapa de un camino que somos invitados a seguir recorriendo? ¿Por qué nos inquietamos al descubrir nuevas formas de expresar el ideal comunional de la vida consagrada?

4.- Somos comunión

El eclipse del cristianismo en las sociedades secularizadas también se percibe en el impacto que la cultura emergente ha tenido sobre el lenguaje religioso, de suerte que términos netamente cristianos han perdido su significado original. Quizá el ejemplo más claro es el de la palabra mártir, que en el lenguaje cotidiano ya no solo alude al cristiano que vive su opción hasta las últimas consecuencias, sino a las víctimas de cualquier situación injusta; pero hay algunos más.

Quizá el ejemplo más claro es el de la palabra mártir, que en el lenguaje cotidiano ya no solo alude al cristiano que vive su opción hasta las últimas consecuencias, sino a las víctimas de cualquier situación injusta; pero hay algunos más

Sin embargo, la palabra comunión ha resistido el embate de la evolución semántica postcristiana; tiene un gran significado profundamente religioso. Y, al menos en España, se refiere primariamente a la participación en el sacramento de la Eucaristía, el momento en que los niños hacen la comunión. Es interesante, al tiempo que profundamente acorde con la vida de fe, que el pueblo una comunión y Eucaristía, Eucaristía con sacramento de la entrega y el amor de Dios sin límites que se plasma en el amor fraterno. Cada vez pues que participamos en la Eucaristía estamos reclamando la coherencia cristiana de la comunión; quizá también esto haya faltado: la dimensión sacramental de la comunión y la fraternidad. Con razón el papa pedía en la EG que no nos dejáramos robar la comunión, que no permitiéramos que nada ni nadie nos hiciera declinar del proyecto de fraternidad.

5.- Somos fraternidad y sororidad

La conocida expresión de San Francisco – el Señor me dio hermanos, el Señor me dio hermanas– es performativa y da una idea del proceso de transformación que experimentó la vida consagrada en los albores de la transición de la edad media hacia la época del renacimiento que deriva en la modernidad. Es significativo que las nuevas comunidades de consagrados en un tiempo de cambio adquieran el nombre de fraternidades. El santo de Asís no pretendía, de entrada, fundar un tipo distinto de vida regular, ni reformar la Iglesia, sino simplemente vivir como Jesús vivía. Como en el caso de los monjes, la opción por la soledad fue su punto de partida personal. Al dejarlo todo y abandonar su casa, Francisco se asimiló al Jesús del desierto e inició una vida de penitencia. Pero pronto entendió que no podía realizar cabalmente el ideal de imitar a Jesús si no estaba con otros, formando una comunidad de hermanos, donde se reprodujera el camino de Cristo en el Evangelio: un proyecto común que consistía en pasar haciendo el bien, procurando mostrar un nuevo rostro del Maestro y reconstruir la Iglesia desde una nueva propuesta de vida, cimentada en las obras de misericordia.

Cobo, en el ITVR
Cobo, en el ITVR

Como sabéis a su lado estaba Clara que propone una sororidad –que diríamos hoy– orante y adorante, contemplativa, firme en la apuesta por la santidad, sin alejarse de la ciudad y viviendo la mística y la contemplación; en estrecha relación con los vecinos: desiertos en la ciudad, espacios porosos no herméticos que permiten compartir la suerte de los vecinos, sin renunciar a la propia identidad, insistiendo en el cuidado, el acompañamiento, la proximidad, la complicidad, la implicación con la vida del otro que va más allá de las formalidades impostadas. No sé si sabéis que la primeras sores son las monjas mendicantes. (Contar la anécdota de la Hna Irene, la priora del Carmelo de Toro).

6.- Somos construcción

Ayer, desde la liturgia oriental y con la bella melodía de Tchaikovsky se nos asimilaba a un coro de querubines portadores de las ofrendas sobre el altar del Señor. Una ofrenda que se transformará en pan de vida y bebida de salvación. Querubines portadores de la ofrenda que, como acabo de decir, después se comulga; querubines constructores de un vínculo entre el cielo y la tierra: hombres y mujeres que, en expresión de Santa Teresa, se hacen espaldas unos a otros; se ayudan a crecer en la fe, construyen juntos un nuevo templo donde poder llegar a ser morada de Dios por el Espíritu (Ef 2, 1).

Como nos recordaban ayer, el termino «en construcciòn» se ha popularizado  porque responde cabalmente a lo que vivimos en nuestro hoy… no todo está hecho, ni está dicho, estamos invitados a hacer algo propio, no con afán de narcistear (yo también quiero crear lenguaje como el papa Francisco), sino con la conciencia de la gran dignidad de cada persona y la gran responsabilidad que cada uno contrae con Dios, con los hermanos y consigo mismo por el merhecho de ser. Esto nos lo dijo muy bien el profesor Pablo Largo al hablarnos de las comunidades de la Pascua, las más cercanas a la Resurrección, cuyos miembros escucharon sus nombres de los labios de Jesús… ¡Cómo no mencionar la palabra que la Magdalena se sobrecoge cuando Jesus pronuncia su nombre!

Cartel de la 53ª Semana Nacional del ITVR
Cartel de la 53ª Semana Nacional del ITVR

Y ¡como no decir que María Magdalena, al sentirse también reconocida dice Rabbonni, maestro! Se deja enseñar y puede re-construirse, poniendo ese contrapunto obediente que evita que la fantasía de la propia individualidad se convierta en un ídolo, la autoestima derive en autocomplacencia enfermiza y la propia necesidad infantilizada adquiera la categoría de único criterio. Construir hoy supone pues releer nuestro modo de ser obedientes y de vivir el justo equilibrio entre persona y proyecto común.

Al final del siglo IV, hablando de la obediencia — de la capacidad de decir Rabboni— los monjes ponderaban la comunidad en obediencia radical a la voluntad de Dios, afirmando que dicha obediencia:  

  • - permite vivir en compañía de hombres y mujeres santas (San Jerónimo);
  • - ayuda a corregir los defectos personales: «obedecer a los ancianos, estar sometidos a los que son perfectos, aprender de la conducta de los otros, y no seguir al peor de los maestros, es decir, a la propia presunción» (San Jerónimo);
  • - permite estar como el que sirve;
  • - ayuda a vivir según los consejos evangélicos, liberando al monje de la preocupación por sí mismo y la inquietud por el mañana;
  • - fomenta la sana competitividad espiritual (Dichos de los Padres);
  • - sitúa al monje en estado de obediencia que, aunque sea trabajosa, posibilita la custodia fraterna.

Termino con EL CORAZON

El corazón

LAS GRACIAS

A EVALUACIÓN EN LOS PROXIMOS DIAS

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