El cardenal invita en su último libro a 'Cultivar el asombro' (Publicaciones Claretianas) Aquilino Bocos: "El asombro está embargado por intereses nada limpios"

El cardenal Aquilino Bocos
El cardenal Aquilino Bocos JL/RD

"Cada vez son menos los que se preguntan por el sentido último de la vida. Solo el asombro puede situarnos en el puesto adecuado y hacernos vivir desde lo esencial y aspirar a la plenitud. Las apariencias y las apetencias atrofian nuestra vida de fe"

"El asombro no tiene cabida en un mundo consumista y ególatra. Por eso, no son modelos exteriores los que tenemos que copiar, sino valores cristianos los que hemos de revivir"

"Se cultiva el asombro volviendo a nuestras raíces y auscultando la voz interior que nos insta a buscar la verdad, a hacer el bien y a contemplar y valorar la belleza. Hay que romper el hielo de la indiferencia que congela nuestras relaciones humanas y eclesiales"

"La polarización rompe la armonía, oscurece la verdad, destroza la caridad y la belleza de los 'hermanos unidos'. La Iglesia es signo de comunión y es instrumento de comunión. "Quienes solo saben buscar el lado crítico, la arista y el contrapunto, no construyen ni son fecundos para el gozo que debe empapar la vida y la misión de los creyentes"

"Hay que tener en cuenta que las mujeres son muchísimas más que los hombres en la vida consagrada. No es, pues, de extrañar que sea una mujer, la hermana Brambilla, la que ocupe este cargo de servicio en la Iglesia"

El P. Aquilino -cardenal Bocos por voluntad expresa de Francisco, viejos amigos y colaboradores- nunca deja de asombrar, ni él de asombrarse. A sus 86 años, el religioso claretiano asombra de primeras por su agilidad física ("la procesión va por dentro", dice) y sigue apabullando con la intelectual, estimulada porque nada de lo humano ni lo divino le es ajeno, de ahí que viva entre perplejo y preocupado por el hecho de que "la gente ya no se asombra".

"El asombro no tiene cabida en un mundo consumista y ególatra. Por eso, no son modelos exteriores los que tenemos que copiar, sino valores cristianos los que hemos de revivir", señala en entrevista con Religión Digital. De ahí que, espoleado por una homilía que le escuchó hace cinco años a Francisco, se ha propuesto avivar el asombro y la contemplación, fruto de cuyo empeño ha nacido Cultivar el asombro, libro editado por Publicaciones Claretianas y que este lunes, 27 de enero, presenta en Madrid la presidenta de la CLAR, Liliana Franco.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

“Pidámosle a ella [la Virgen] la gracia del asombro ante el Dios de las sorpresas. Renovemos el asombro de los orígenes, cuando nació en nosotros la fe”. Esta petición de Francisco en una homilía, hace ahora cinco años, le removió a usted hasta el punto de ser el embrión de este libro “Cultivar el asombro”. ¿Qué le asombró de esta petición papal?

Efectivamente, fueron estas palabras y las expresiones siguientes, en las que dice: María “es madre y regenera en los hijos el asombro de la fe, porque la fe es un encuentro, no es una religión. La vida sin asombro se vuelve gris, rutinaria; lo mismo sucede con la fe”.  

Cuando leí la homilía se me ocurrió proponer al director de la revista Ephemerides Mariologicae que dedicara un número monográfico sobre ella. El director de la revista acogió bien la iniciativa y me preguntó sobre qué aspecto me gustaría escribir. Sin dudarlo, le dije que sobre Cultivar el asombro. Dentro de este título desarrollé el tema Asombro y admiración: su alcance y desafíos. Añadí un excursus en torno al asombro y la pregunta. Las personas, cuando se asombran ante el misterio, se hacen preguntas. Esta fue la primera colaboración. Para el número siguiente le entregué otro artículo: María, icono y educadora del asombro. Y, en los tres números sucesivos, abordé los tres caminos que habría que recorrer para cultivar el asombro: la humildad, la infancia espiritual y la vía de la belleza.

Estos cinco artículos tenían una estrecha conexión. Pero ahí estaban en una carpeta. En un encuentro con la hermana Liliana Franco, de la Compañía de María, presidenta de la CLAR, hablamos de este tema y se me ofreció a revisar lo que tenía escrito. Me animó a publicarlo y le pedí el prólogo y el epílogo. Ahí están. También es suyo el diseño de la portada.

El cardenal Bocos, en la sede del ITVR, en Madrid
El cardenal Bocos, en la sede del ITVR, en Madrid JL/RD

¿Y cómo anda la Iglesia católica de este primer cuarto del siglo XXI de ese asombro para que el Papa pida que se renueve?

La Iglesia peregrina en este mundo y experimenta los desafíos e interpelaciones de cuanto sucede en los ámbitos de lo social, lo cultural, lo económico, lo político, etc. Integramos la Iglesia hombres y mujeres frágiles y pecadores. Necesitamos conversión al don de Dios, a la misión que se nos confía: ser testigos y profetas del Reino de la vida, de la verdad, de la libertad y de la justicia.

Cuando nos adormecemos y nos hacemos insensibles ante las carencias, ante el dolor y ante la exclusión; cuando nos hacemos negligentes e indiferentes a todo lo bueno y lo bello que nos rodea, como sucede en este tiempo, es obvio que se nos urja a avivar el asombro y la contemplación. La renovación pedida por el Concilio y la reforma de la Iglesia, que van unidas, no han terminado: siguen su curso.

Hoy, a pesar de los vaivenes, se mantiene la confianza, porque quien lleva el timón de la barca de la Iglesia es, en definitiva, el Espíritu Santo. A nosotros nos toca remar. 

Frecuentemente nos estamos entreteniendo en lo efímero y pasajero e idolatramos lo inconsistente. Hemos perdido visión y sensibilidad ante lo verdadero, lo bueno, lo bello. El asombro está embargado por intereses nada limpios. Las grandes crisis que padecemos en nuestros días no son de finalidad, sino de fundamento

¿Qué ha pasado por el camino para que se necesite un reconstituyente que devuelva o recuerde el asombro primero?

Frecuentemente nos estamos entreteniendo en lo efímero y pasajero e idolatramos lo inconsistente. Hemos perdido visión y sensibilidad ante lo verdadero, lo bueno, lo bello. El asombro está embargado por intereses nada limpios. Las grandes crisis que padecemos en nuestros días no son de finalidad, sino de fundamento. Y esto no supone reserva alguna ante el progreso que vamos advirtiendo en la ciencia, en la técnica, en la economía…, sino incapacidad para hacernos preguntas últimas.

Cada vez son menos los que se preguntan por el sentido último de la vida. Solo el asombro puede situarnos en el puesto adecuado y hacernos vivir desde lo esencial y aspirar a la plenitud. Las apariencias y las apetencias atrofian nuestra vida de fe. El asombro no tiene cabida en un mundo consumista y ególatra. Por eso, no son modelos exteriores los que tenemos que copiar, sino valores cristianos los que hemos de revivir. Hemos de volver los ojos a Jesús, resplandor de la gloria del Padre y sublime Belleza, e imitar la actitud de María, quien se asombra ante el anuncio del Ángel y guardaba en su corazón lo que se decía de Jesús.

Bocos, ante un cuadro del P. Claret muy querido por él
Bocos, ante un cuadro del P. Claret muy querido por él JL/RD

¿Cómo se cultiva el asombro? ¿Cómo lo hace el P. Bocos?

En el libro del Apocalipsis dice el Ángel a la Iglesia de Laodicea que compre colirio para untarse los ojos a fin de que vea (cf. Ap 3,18). Es una invitación al discernimiento para valorar lo que se nos ha dado. El colirio nos permite percatarnos de nuestras debilidades y de los obstáculos que impiden la armonía en nuestras relaciones con Dios y con los demás. Solo quien tiene bien abiertos los ojos y contempla las maravillas que le rodean es capaz de cantar: “Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!... ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él?”.

Se cultiva el asombro volviendo a nuestras raíces y auscultando la voz interior que nos insta a buscar la verdad, a hacer el bien y a contemplar y valorar la belleza. Hay que romper el hielo de la indiferencia que congela nuestras relaciones humanas y eclesiales. La indiferencia solo puede ser vencida por la contemplación, dejándonos interpelar por el misterio que nos envuelve. Un misterio que nos sustenta y nos abre a la esperanza de una nueva vida. “En Él vivimos, nos movemos y existimos y somos”. Dignidad de la persona y misterio de Dios van unidos. Gabriel Marcel escribió: “Sin el misterio, la vida sería irrespirable”. Y Albert Einstein afirmó: “El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdadera. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido”.

Como todo creyente, siento la necesidad de la humildad y de la sencillez para, de la mano de María, que es icono y pedagoga del asombro, recorrer la vía de la belleza

 En lo que a mí se refiere, no tengo otras vías que las expuestas en el libro. Como todo creyente, siento la necesidad de la humildad y de la sencillez para, de la mano de María, que es icono y pedagoga del asombro, recorrer la vía de la belleza. Esa belleza que salva al mundo, según Dostoievski, y que no es otra que la obra redentora de Cristo, como comentaba Josep Ratzinger.

Muchos de quienes observan la vida de la Iglesia católica desde fuera la miran con asombro, pero de otro estilo, por las críticas de católicos -algunos de ellos miembros de la jerarquía- al Papa. ¿Le asombra de alguna manera a usted esta situación?

No me extraña. Desde que era joven se me quedó muy grabado lo que dijo san Pablo a Timoteo: “Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos” (2 Tim 3,12). Y le pasa al Papa, como a muchos otros cristianos que quieren ser coherentes con su fe. Es bueno que denuncien nuestras incoherencias y malos comportamientos porque nos empujan a corregirnos y mejorar nuestra conducta, que ha de ser ejemplar.

Pero no estaría mal que aumentara el número de quienes mirasen la otra cara de la realidad eclesial. La que ofrecen tantísimos cristianos -también obispos, sacerdotes y religiosos- que se desviven por hacer de este mundo la casa de todos, que trabajan desinteresadamente por hacer el bien y fomentar la concordia social y hacer brillar la justicia y la paz. Me he encontrado con comunidades cristianas, con obispos, sacerdotes, religiosas y laicos trabajando, con inmensa alegría, cuidando leprosos, niños abandonados y desnutridos, ancianos desatendidos…, ¿cómo no asombrarse y estremecerse? Son miembros de la Iglesia que ofrecen su vida para que los desfavorecidos puedan soñar y esperar.

Aquilino Bocos
Aquilino Bocos JL/RD

También dentro de la Iglesia hay mucho de este asombro en forma de desconcierto -y ahí siguen tratando de desentrañarlo algunos- tras el nombramiento de la primera prefecta de la Curia, la hermana Simona Brambilla. ¿Le causa algún tipo de asombro a usted este asombro?

A mí no me ha causado ningún “asombro” este nombramiento. Basta leer lo dicho en la Constitución Praedicate Evangelium y haber seguido las distintas comunicaciones y el documento final del Sínodo sobre la sinodalidad, que ha puesto de relieve el papel de la mujer en la Iglesia, incluso en puestos de alta responsabilidad en ella. Hay que tener en cuenta que las mujeres son muchísimas más que los hombres en la vida consagrada. No es, pues, de extrañar que sea una mujer la que ocupe este cargo de servicio en la Iglesia.

Estoy convencido de que será muy provechoso para la vida consagrada el trabajo a una entre la hermana Simona Brambilla y el cardenal Artime con las distintas secciones del Dicasterio para la Vida Consagrada

Su relación de colaboración con ese Dicasterio ha sido larga. ¿Qué cree que pueda aportar a esa institución el gobierno por parte de una religiosa? Los hay que dicen que le han puesto a un cardenal proprefecto para tenerla vigilada…

Me parece que se trata de ofrecer una complementariedad de funciones en el servicio a la vida consagrada. Conozco a la hermana Simona Bambrilla, prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada, y al cardenal Ángel Fernández Artime, proprefecto. Dos personas sensibles, humanas, profundamente religiosas y con probada experiencia de servicio a sus Institutos respectivos, como superiores generales. Y, por lo mismo, con gran sentido eclesial.

Hay entre ellos sintonía carismática por referencia a san Juan Bosco, aunque esto es secundario. Estoy convencido de que será muy provechoso para la vida consagrada el trabajo entre ellos a una con las distintas secciones del Dicasterio. Lo primero que se me ocurre pensar es que elaborarán un buen organigrama de las competencias y de que será beneficioso el servicio específico de cada uno.

El cardenal claretiano Aquilino Bocos
El cardenal claretiano Aquilino Bocos JL/RD

En una Iglesia polarizada, ¿es más esquivo el asombro para sus fieles? ¿Existe la tentación de adormecerlo con la certeza de las normas?

La polarización rompe la armonía, oscurece la verdad, destroza la caridad y la belleza de los “hermanos unidos”. La Iglesia es signo de comunión y es instrumento de comunión. Quienes solo saben buscar el lado crítico, la arista y el contrapunto, no construyen ni son fecundos para el gozo que debe empapar la vida y la misión de los creyentes.

Es obvio que quienes hacen de las normas el absoluto de su comportamiento opacan la posibilidad de acceso al misterio y obstaculizan el asombro. Ven los árboles, pero pierden la hermosura del bosque. Las normas son buenas cuando dejan entrever el misterio de la vida que las sustenta. Un caso bien claro es la liturgia: los signos externos que no dejan entrever el misterio que celebramos, a la larga insensibilizan e impiden gozar de la belleza de lo que acontece: el gran Misterio de salvación. Si lo que importan son las rúbricas -que tienen su valor-, ¿dónde queda el Misterio Pascual que celebramos, que nos llena de Luz y de Paz, que nos nutre y ayuda a caminar hasta el encuentro definitivo?

Ya hemos hablado de cómo cultivar el asombro. Una vez recuperado, ¿cómo volver a proponerlo a una sociedad que apenas se asombra ya de nada? Proponer y cultivar el asombro en una sociedad como la nuestra es tarea permanente.

Efectivamente. Nos hallamos ante el reto de la autenticidad de la vida en medio de tanto frenesí, obviedad y avidez como producen los cambios en todos los órdenes. Nos arrastra el torbellino de la novedad en todos los campos de la técnica, de la convivencia social y del pensamiento. No hay sosiego para la maduración humana y espiritual que exigen los procesos de crecimiento.

La secularización nos ha llevado a vernos como números, compradores, afiliados. Nos dejamos seducir por el afán de tener, de poder y de gozar. Buscamos más ser admirados que dejarnos envolver por el resplandor de lo divino. Ni nos hacemos preguntas últimas y, si nos las hacen, no las escuchamos o no las procesamos. De ahí la urgencia de proponer y cultivar el asombro, el estremecimiento, la contemplación y el disfrute de las maravillas que nos sustentan y nos llenan de alegría y de esperanza.

El P. Aquilino Bocos
El P. Aquilino Bocos JL/RD

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