"Los deudos de grandes hombres han de procurar no ser imbéciles" Aquellos propagandistas que conocí
Aquellos eran tiempos en que los Propagandistas tenían en su seno opositores brillantes, casi “conditio sine qua non” para ser propagandistas, teniendo en cuenta que don Ángel Herrera fue en su día Abogado del Estado
Los propagandistas que conocí entonces, no eran como son los de ahora, barbudos y de larguísimos apellidos (no los precisaban), y cuya Asociación, por eso de las universidades, es riquísima hoy; está forradísima
Y si yo fuera diablo, a los siempre queridos propagandistas, los tentaría con los dineros y la vanidad. Y si fuera ángel, les recordaría que fueron esencialmente centristas, no sabiendo si es verdad la acusación que ahora se les hace de ser aglutinadores de todo el “facherío” andante y militante, desde el religioso que es un monumental y catedralicio “facherío”, al restante, incluido el político
Y si yo fuera diablo, a los siempre queridos propagandistas, los tentaría con los dineros y la vanidad. Y si fuera ángel, les recordaría que fueron esencialmente centristas, no sabiendo si es verdad la acusación que ahora se les hace de ser aglutinadores de todo el “facherío” andante y militante, desde el religioso que es un monumental y catedralicio “facherío”, al restante, incluido el político
"Nuestra postura es de servicio, en ayuda de las tareas comunes que incumben a la Iglesia y al Estado en la vocación personal y social del hombre". Abelardo Algora Marco
Por lo que escribiré a continuación, se comprenderá mi interés, desde la distancia, por las actividades de la Asociación católica de propagandistas, que se llamó antes “Asociación católica nacional de propagandistas”, en anagrama ACNdeP. Y el haber sido notario de Cedeira (también de Ortigueira), ambas de la provincia de La Coruña y de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, en la segunda mitad de los años setenta del siglo XX, en tiempos en que el Alcalde de Cedeira era Leopoldo Rubido Ramonde, que conocí y traté, justifica mi interés por los escritos y avatares periodísticos del joven Bieito Rubido.
Leo ahora lo que éste escribe en El debate, Director como fue don Ángel Herrera de otro Debate; tengo en mi mesa el último artículo publicado por Bieito en el ABC (Dirigir ABC), publicado el 13 de septiembre de 2020; recuerdo un artículo suyo muy atinado, que elogié, sobre la renuncia de Benedicto XVI, en el lejano 2013.
Conocí y admiré a don Abelardo Algora Marco, que fue Presidente de los Propagandistas y de la Fundación San Pablo-CEU por aquellos años, teniendo, en demasía, las tres condiciones requeridas para ser político según la opinión de Romanones: ser alto, tener buena voz y ser abogado. Y lo conocí después de haberme examinado, formando parte del Tribunal de las oposiciones al Cuerpo Jurídico Militar, presidido por Uriarte Rejo.
Algora y otro jurídico militar, también propagandista, Felicísimo Martín Sánchez, se empeñaron en que continuara opositando y, para ello, estimaron que el mejor sitio, rodeado de opositores, era el Colegio Mayor San Pablo, donde me metieron; colegio de demócrata-cristianos como decían que el Cesar Carlos había sido de falangistas, luego también de brillantes opositores. Felicísimo Martín, gran jurista, era natural de San Martín del Castañar, de la provincia de Salamanca, de la diócesis de Ciudad Rodrigo; gran fumador de Ducados y de Rex, que murió de un infarto fulminante, poco después de haberme presentado al Alcalde, carnicero local, de Miranda del Castañar, en La Alberca.
Aquellos eran tiempos en que los Propagandistas tenían en su seno opositores brillantes, casi “conditio sine qua non” para ser propagandistas, teniendo en cuenta que don Ángel Herrera fue en su día Abogado del Estado; uno de los más brillantes era Laudelino Lavilla, ya Letrado del Consejo de Estado desde 1959, Marcelino Oreja, Diplomático, José Almagro, Juez, y el joven José Manuel Otero Novas, Abogado del Estado, que ya daba pregones en Lugo con ocasión de San Froilán. Por allí andaban también Oscar Alzaga, Alvarez de Miranda, e Iñigo Cavero.
En el llamado Boletín de la ACNdeP había artículos que después, para la Transición, fueron fundamentales, y bajo la denominación de La Iglesia y la comunidad política. Recuerdo artículos de propagandistas como el de José Jiménez y Martínez de Carbajal sobre Renuncia de privilegios por parte del Estado (muy actual hoy y más si la Iglesia consigue finalmente que Pedro Sánchez entre bajo palio en una catedral), como el de José Almagro Nosete sobre El pluralismo político social y los derechos fundamentales de la persona humana, o el de Marcelino Oreja sobre El análisis y desarrollo de la libertad religiosa en España.
Por allí andaban también Luis Apostua Palos, Director de Ya y de la revista mensual Discusión y Convivencia, los firmantes de Tácito, los del primer Gobierno de Suárez y de la Transición, defendiendo que la Ley Orgánica del Estado y demás Leyes fundamentales eran ilimitadamente modificables.
Todo eso está magníficamente escrito y descrito por Landelino Lavilla en su libro Una historia para compartir. Al cambio por la reforma (1976-1977), editado por Galaxia en 2017, al que me remito. En la reseña del libro, publicada en El PAÍS el 25 de febrero de 2017, Santos Juliá escribe: “Lavilla llevaba escrito desde meses antes de que el presidente (Suarez) le incorporase a su primer Gobierno como ministro de Justicia, el guion entero de la Transición, dispuesto a realizarlo en un proceso rápido y sin fisuras, dirigido con firmeza y serenidad”.
Y hacen bien hoy los propagandistas en defender los valores de la Transición, pues ella fue por ellos o gracias a ellos. Es de justicia la reivindicación. Y como suele ocurrir en parecidos casos, los protagonistas acabaron mal: Algora Marco fue vetado para ser General Auditor y don Elías Yañes, entonces secretario de la Conferencia Episcopal, por progresista, palmero volcánico, nunca vio colocada en su cabeza la birreta cardenalicia. Y eso a diferencia de Osoro, el de las misas después de los congresos de Vida Pública que, como predicó el 23 de febrero de 2002 (toma de posesión del Arzobispado de Oviedo), “le formaron en el Seminario de Vocaciones Tardías, en el Colegio Mayor El Salvador en Salamanca y en la Universidad Pontificia de Salamanca”.
Al cardenal Tarancón, el de la Transición como la de los Propagandistas, arzobispo de Madrid en aquel tiempo, y antes de lo del Colegio Mayor San Pablo, conocí y recé con él, en Oviedo, cuando íbamos a hacer caridades sin caricias a un barrio gitano que había en San Lázaro. ¡Muere el cardenal de la transición! así tituló El País, en la página 16 el martes 29 de noviembre de 1994, y Javier Tusell escribió un artículo necrológico titulado Un cura socarrón y santo. Nunca pensé que lo tan antiguo de Tarancón, el haber sido muy joven obispo de Solsona, fuese tan de ahora por las peripecias de otro joven obispo de Solsona, apellidado Novell. Es como si Solsona, además de un obispado catalán, fuera un parvulario donde los nenes hacen pis.
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Recuerdo la capilla, el bar y la piscina del Colegio Mayor San Pablo, las tertulias en la piscina con los brillantes hijos (1º matrimonio) de Algora, estudiantes de Arquitectura, y con otros muchos, incluidos ricos colchoneros de Zaragoza. Discrepé de la política y políticas de entonces, horrorizado ante lo público y las injusticias de lo público, encerrándome en una covacha, en un sótano, con una docena de libros del Derecho civil español, común y foral, de Castán Tobeñas y para aprenderlos. Dije adiós a todo aquello y decidí ganar dinero con la fe, la pública, de lo cual, por cierto, también me cansé años más tarde, pidiendo la excedencia y pasando a hacer un oficio de pobres. Siempre estuve convencido que lo mío era estar “ex”, ex de extravagancia y ex de excedencia. Ahora también.
Los propagandistas que conocí entonces, no eran como son los de ahora, barbudos y de larguísimos apellidos (no los precisaban), y cuya Asociación, por eso de las universidades, es riquísima hoy; está forradísima. Y si yo fuera diablo, a los siempre queridos propagandistas, los tentaría con los dineros y la vanidad. Y si fuera ángel, les recordaría que fueron esencialmente centristas, no sabiendo si es verdad la acusación que ahora se les hace de ser aglutinadores de todo el “facherío” andante y militante, desde el religioso que es un monumental y catedralicio “facherío”, al restante, incluido el político. De centro, nada son. Y siempre preocupado con la conseja, para contrariar a Umbral, de que los deudos de grandes hombres han de procurar no ser imbéciles.