En LS, Francisco nos muestra una muy buena síntesis y enseñanza global de la fe, la moral y la doctrina social de la iglesia (DSI) con su ecología integral, sus fundamentos y claves Magisterio, fe y moral en el 5° aniversario de Laudato Si
Hay que leer, estudiar e investigar bien y con honradez intelectual las enseñanzas del Papa Francisco, en continuidad y actualizando claramente la tradición de la fe e iglesia con su magisterio.
En la línea de la tradición y enseñanza de la iglesia, Francisco enseña los valores y principios firmes, permanentes, universales e innegociables que han de guiarnos en la vida espiritual, humana, social y política.
Estamos celebrando los cinco años de la publicación de la encíclica Laudato si’ (LS), sobre el cuidado de la casa común, del Papa Francisco que ha anunciado un Año LS, a partir de este 24 de mayo del 2020. Y, como ha ocurrido y aun sucede, se dan los integrismo e ideologización de la fe (asimismo) con sus relativismos, que impiden hacer una buena y adecuada lectura de LS, que contrapone o enfrenta a los unos contra los otros.
Hay que leer, estudiar e investigar bien y con honradez intelectual las enseñanzas del Papa Francisco, en continuidad y actualizando claramente la tradición de la fe e iglesia con su magisterio. Por ejemplo, con Tomás de Aquino y San Juan Pablo II que son muy citados y queridos por Francisco, como acaba de afirmar en el centenario del nacimiento del santo polaco; o de forma similar Benedicto XVI que, en su carta por dicho centenario, transmite esta continuidad afín entre San Juan Pablo II y Francisco.
En LS, Francisco nos muestra una muy buena síntesis y enseñanza global de la fe, la moral y la doctrina social de la iglesia (DSI) con su ecología integral, sus fundamentos y claves como son la Revelación de Dios que se encarna en Jesús. Es el misterio de la Encarnación, por el que el propio Dios en Cristo asume fraternal y solidariamente nuestra naturaleza humana, toda la realidad y el mundo “Dios mismo, hecho hombre…, el Hijo encarnado, presente en la Eucaristía” (LS 236), nos manifiesta su Pascua, la resurrección y salvación liberadora e integral.
“La sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo” (LS 37). Francisco pone pues como fundamento de dicha ecología al Dios Personal y Trinitario. Dios Padre que nos ha creado por y para el amor, que nos ha salvado y liberado integralmente en el Dios Hijo Jesucristo, que nos sigue dando la vida y su amor en el Dios Espíritu Santo. Esta comunión y amor, en las inter-relaciones solidarias del Dios Trinitario, es la entraña y el modelo para la fe, la iglesia, la sociedad, el mundo y la conversión ecológica (LS 65-67; 238-40).
Es una ecología y antropología integral, que evita un antropocentrismo que desprecia a la naturaleza, que considera al medioambiente como una materia a dominar y explotar, sin respetarla ni cuidarla. Al mismo tiempo, rechaza un biocentrismo que le quita al ser humano su especial valor, su ser singular con respecto al medioambiente que no se puede divinizar (cf. LS 89-90; 118-19).
Como los anteriores Papas, Francisco no acepta el relativismo e individualismo moral que él mismo crítica y rechaza de forma nítida “En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium me referí al relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es todavía más peligroso que el doctrinal…Es la lógica interna de quien dice: «dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables». Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados…” (LS 122-23).
Por tanto, en la línea de la tradición y enseñanza de la iglesia, Francisco enseña los valores y principios firmes, permanentes, universales e innegociables que han de guiarnos en la vida espiritual, humana, social y política. Junto a San Juan Pablo II (VS 51-53) o Benedicto XVI (CV), Francisco se basa en la naturaleza humana, la denominada asimismo ley natural, que manifiesta una antropología integral y sus constitutivas dimensiones: con estos valores y principios que constituyen a la persona y que, en este sentido, la conciencia moral debe respetar y asegurar; visibilizando así los males intrínsecos que van contra dichos principios claves, como son la vida y dignidad sagrada e inviolable de toda persona.
De ahí que, como enseña Francisco, el ámbito del cuerpo, sexualidad y matrimonio se realizan en la complementariedad, amor y fidelidad entre un hombre y una mujer abierto a la vida e hijos. “La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo» …De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma»” (LS 155).
De esta forma, junto a los otros Papas, Francisco presenta con toda claridad esos principios y claves para el significado del matrimonio y familia. Más, frente a la familia burguesa e individualista, es un matrimonio y familia que vive en la solidaridad y la acción por la justicia liberadora con los pobres de la tierra u oprimidos donde se encuentra presente, como sacramento, Jesús Pobre y Crucificado. Tal como nos muestra, en esta línea, Juan Pablo II (FC 21, 37) que presenta este carácter humanizador, social, público y político del matrimonio, escuela de sociabilidad y virtudes cívicas. En la promoción de un matrimonio con una familia humanista y católica militante, que se compromete responsablemente por el bien común más universal, por una sociedad, mundo y orden internacional más solidario y justo; con la opción por los pobres (FC 47-48) que lucha contra las desigualdades, estructuras de pecado e injusticias mundiales (FC 9).
En el surco de la moral de la iglesia y con San Juan Pablo II (EV), continúa el Papa Francisco afirmando con firmeza una bioética global e integral (LS 117, 120). La fe e iglesia, con los Papas, enseñan toda esta moral que promueve la vida de las personas, en todas sus fases y dimensiones constitutivas (LS 91, 120, 136), desde el inicio de la vida: con el momento de la fecundación-concepción en el que, como nos muestra la ciencia, ya hay vida humana; hasta la muerte.
Y es que “cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad -por poner sólo algunos ejemplos-, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona” (LS 117). De igual forma, Francisco se opone también a la pena de muerte y a la guerra, como nos enseña claramente Juan Pablo II (EV 26, 56), con una posición avanzada, firme que es esta defensa de la vida y dignidad de las personas en todo estadio, dimensión y realidad.
La iglesia y los Papas enseñan que la moral se realiza en el amor-caridad, solidaridad y justicia con los pobres con su inherente carácter social, público que transforma las relaciones inhumanas, las estructuras sociales de pecado, los sistemas políticos y económicos perversos. Es la «caridad política» que es constitutiva para la fe, como nos transmite la teología y la iglesia con San Juan Pablo II (SRS 40) y el mismo Francisco (LS 231). Al igual que San Juan Pablo II (VS 99-101), el Papa Francisco subraya los valores y principios esenciales de la moral social (DSI), como es esta caridad política y la justicia social, la solidaridad y la paz, la vida digna, el bien común y la opción por los pobres (LS 159, 228-231).
El destino universal de los bienes con equidad, la justa distribución de los recursos, que tiene la prioridad sobre el derecho secundario de la propiedad. La pobreza evangélica, solidaria y liberadora del ídolo del tener, poseer, codicia y riqueza-ser rico (LS 93-95). Como enseña asimismo El Vaticano II (GS 69) y San Juan Pablo II (SRS 31; LE 14). La «T» del trabajo – con las otras 2 «T» (Tierra y Techo)–, la dignidad del trabajador con sus derechos como es un salario junto, que está antes que el capital (LS 124-129), por encima del mercado y del beneficio. Todo ello frente al liberalismo con el capitalismo, como nos transmite asimismo San Juan Pablo II (LE 6-7, 12-13).
Estos principios y valores, que son claros y claves en la DSI, sustentan el desarrollo humano e integral, como ya había enseñado Pablo VI en PP. Y es en lo que se basa y profundiza Francisco, para promover una ecología integral con el cuidado de las personas y de la vida, la justicia social-global con los pobres y ambiental con esa casa común que es el planeta. En la línea de la enseñanza ecológica de los otros Papas como San Juan Pablo II (RH 15, SRS 34, CA 52) y Benedicto XVI en CV.
Como se observa, la DSI con los Papas como Francisco y San Juan Pablo II es crítica con los sistemas e ideologías que han dominado. Como son el liberalismo economicista o neoliberalismo con el capitalismo y el comunismo colectivista o colectivismo (SRS 21) que, en realidad, no es más que un capitalismo de estado (CA 35). Y aunque el capitalismo sea el que domina actualmente, ya San Juan Pablo II no lo acepta como vencedor ni como alternativa (CA 35).
Y es que el capitalismo es inhumano e injusto: impone las cosas y el capital sobre las personas, por encima de los trabajadores y margina a los pobres como sigue subrayando San Juan Pablo II (CA 34; LE 7, 13). Al igual que nos enseñan Benedicto XVI (Aparecida 4) y Francisco (EEC, 04-02-17; DMP). De ahí que, como prosigue mostrando San Juan Pablo II, lo moral sea luchar contra el sistema capitalista (CA 35). En este sentido, los Papas nos muestran que, si realmente queremos erradicar toda violencia y guerra en la búsqueda de la paz, hay que promover la solidaridad, la justicia y los derechos humanos frente a toda guerra que es injusta e inmoral (CA 52, EG 62).