Memoria del Concilio y el Jubileo de la razón-misericordia compasiva
Hace 50 años se clausuró el Concilio Vaticano II y al mismo tiempo el Papa Francisco, que cumple 1.000 días en el ministerio de Pedro, ha inaugurado el Jubileo de la Misericordia. Acontecimientos que, como nos enseña la fe e iglesia, nos muestran la entraña del Evangelio de Jesús: el amor y misericordia de Dios que se hace justicia liberadora del sufrimiento, mal e injusticia que padecen los seres humanos, las víctimas y los pobres de la tierra; frente al pecado del egoísmo y del individualismo, de los ídolos del poder, la codicia y de la riqueza, del ser rico que deshumaniza y es anti-evangélico. Como estudia hoy la teología, la filosofía y las ciencias sociales o humanas, la más cualificada y profunda razón e inteligencia está inspirada por el principio misericordia, por la memoria de la pasión y de la compasión, por la razón compasiva, que busca y promueve un mundo más justo, con más fraternidad, paz y equidad con los empobrecidos del mundo, con los crucificados y víctima de la historia.
Como nos manifiesta la enseñanza de la fe e iglesia, por ejemplo los últimos Papas- desde Juan XXIII hasta el Papa Francisco-, la espiritualidad del Concilio y la misión de la iglesia desde el Evangelio de Jesús, que se actualiza en este Jubileo, está enraizada en el Dios del amor misericordioso y compasivo. Es el Dios de la paz fraterna y de la justicia solidaria con los pobres de la tierra. Así se muestra de forma paradigmática en las parábolas de la misericordia, como la del Padre Bueno (Hijo Pródigo) o en la del Buen Samaritano, en donde la fe y la espiritualidad cristiana se realiza en está razón compasiva y en el principio-misericordia que asume el sufrimiento e injusticia que padecen las personas y los pueblos, los empobrecidos y excluidos.
Frente a los peores frutos de la modernidad y post-modernidad. Como son los diversos poderes opresores o totalitarismos, como el comunismo colectivista (colectivismo) o el liberalismo/capitalismo que es el que domina actualmente, los relativismos e individualismos hedonistas, este Evangelio del Dios de la misericordia y de la compasión nos lleva a acoger y encarnarnos en la pasión de los seres humanos, de los pueblos y de los pobres. El Espíritu Santo nos mueve a responsabilizarnos y comprometernos por el bien común, por la civilización del amor, por la globalización de la solidaridad, de la paz y de la justicia (eco-social, global); frente a la del capital, de la guerra (violencia) y de la destrucción ecológica.
La fe compasiva y la razón de la misericordia, como manifiesta la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), nos llaman a emplear las ciencias como las sociales y ambientales-ecológicas. Para una caridad inteligente, política y liberadora de las causas de todas las injusticias sociales-globales y ambientales. Tales como el holocausto e injusticia del hambre y de la pobreza en el mundo, del paro y del trabajo basura e indecente, la explotación (esclavitud) laboral y social de la infancia, las lacras y el negocio de las guerras (de las armas e industria militar). Los ataques al matrimonio y a la familia conformada por un hombre y mujer abierta a la vida, a la solidaridad militante en la promoción de la justicia. Los atentados contra la vida como: el aborto, la eutanasia y la manipulación bioética con la destrucción de embriones, etc.; la destrucción cultural, social y ecológica del planeta, de los pueblos y de los pobres; el consumismo y materialismo, el cambio climático y el calentamiento global. Como nos enseña todo ello la DSI y el Papa Francisco en la Laudato Si, en la estela y actualización del Vaticano II.
Los diversos integrismos y espiritualismos que crean patologías e ideologizaciones de la fe, con su asistencialismo y paternalismo, están constantemente criticando de forma feroz e indiscriminada a los Papas como Francisco y a diversos movimientos eclesiales, espirituales o populares-sociales. Ya que les escandaliza una fe que dialoga con el mundo y con la razón, que impulsa el protagonismo y promoción liberadora, espiritual e integral de los pobres de la tierra. Una razón e inteligencia con sus expresiones o mediaciones como las ciencias, como la acción solidaria o social que promueve la solidaridad en el compartir la vida y los bienes, en la paz y la justicia liberadora con los pueblos, con los pobres y con el planeta que padecen todos estos males e injusticia. Una caridad política y solidaridad mundial que impulsa el compartir hasta lo necesario para vivir, en contra de los falsos dioses del tener y de la riqueza (del ser rico), que transforman las estructuras sociales-globales y de pecado que crean desigualdad e insostenibilidad en forma de empobrecimiento masivo e injusticia ambiental.
En la línea del Vaticano II, de los Papas y de la DSI que nos llaman a todo este dialogo con la humanidad y el mundo. Un dialogo entre la fe y la razón, la espiritualidad y la justicia, la mística y las ciencias, la trascendencia y el compromiso en la transformación de la realidad social e histórica. Con la promoción del bien común, de la vida y dignidad de las personas, la paz y los derechos humanos (sociales y económicos, políticos y ecológicos….). Hoy más que nunca, pues, necesitamos toda esta fe razonable, crítica y militante que en todos estos valores evangélicos, espirituales y éticos: den testimonio del Dios del amor, de la misericordia y de la compasión ante el sufrimiento e injusticia que padecen los personas, los pueblos y los pobres; ya que como nos enseñan la iglesia y los Papas, este testimonio es el primer y principal camino de la misión evangelizadora de la iglesia, de mostrar una fe con credibilidad y coherente, madura y profética. Es el legado del Concilio del Vaticano II que, como nos señalan y actualizan los Papas, es la brújula para la vida de fe y santidad en el amor que se hace solidaridad compasiva, paz y justicia con los pobres de la tierra, frente a todo mal, pecado e injusticia.
Como nos manifiesta la enseñanza de la fe e iglesia, por ejemplo los últimos Papas- desde Juan XXIII hasta el Papa Francisco-, la espiritualidad del Concilio y la misión de la iglesia desde el Evangelio de Jesús, que se actualiza en este Jubileo, está enraizada en el Dios del amor misericordioso y compasivo. Es el Dios de la paz fraterna y de la justicia solidaria con los pobres de la tierra. Así se muestra de forma paradigmática en las parábolas de la misericordia, como la del Padre Bueno (Hijo Pródigo) o en la del Buen Samaritano, en donde la fe y la espiritualidad cristiana se realiza en está razón compasiva y en el principio-misericordia que asume el sufrimiento e injusticia que padecen las personas y los pueblos, los empobrecidos y excluidos.
Frente a los peores frutos de la modernidad y post-modernidad. Como son los diversos poderes opresores o totalitarismos, como el comunismo colectivista (colectivismo) o el liberalismo/capitalismo que es el que domina actualmente, los relativismos e individualismos hedonistas, este Evangelio del Dios de la misericordia y de la compasión nos lleva a acoger y encarnarnos en la pasión de los seres humanos, de los pueblos y de los pobres. El Espíritu Santo nos mueve a responsabilizarnos y comprometernos por el bien común, por la civilización del amor, por la globalización de la solidaridad, de la paz y de la justicia (eco-social, global); frente a la del capital, de la guerra (violencia) y de la destrucción ecológica.
La fe compasiva y la razón de la misericordia, como manifiesta la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), nos llaman a emplear las ciencias como las sociales y ambientales-ecológicas. Para una caridad inteligente, política y liberadora de las causas de todas las injusticias sociales-globales y ambientales. Tales como el holocausto e injusticia del hambre y de la pobreza en el mundo, del paro y del trabajo basura e indecente, la explotación (esclavitud) laboral y social de la infancia, las lacras y el negocio de las guerras (de las armas e industria militar). Los ataques al matrimonio y a la familia conformada por un hombre y mujer abierta a la vida, a la solidaridad militante en la promoción de la justicia. Los atentados contra la vida como: el aborto, la eutanasia y la manipulación bioética con la destrucción de embriones, etc.; la destrucción cultural, social y ecológica del planeta, de los pueblos y de los pobres; el consumismo y materialismo, el cambio climático y el calentamiento global. Como nos enseña todo ello la DSI y el Papa Francisco en la Laudato Si, en la estela y actualización del Vaticano II.
Los diversos integrismos y espiritualismos que crean patologías e ideologizaciones de la fe, con su asistencialismo y paternalismo, están constantemente criticando de forma feroz e indiscriminada a los Papas como Francisco y a diversos movimientos eclesiales, espirituales o populares-sociales. Ya que les escandaliza una fe que dialoga con el mundo y con la razón, que impulsa el protagonismo y promoción liberadora, espiritual e integral de los pobres de la tierra. Una razón e inteligencia con sus expresiones o mediaciones como las ciencias, como la acción solidaria o social que promueve la solidaridad en el compartir la vida y los bienes, en la paz y la justicia liberadora con los pueblos, con los pobres y con el planeta que padecen todos estos males e injusticia. Una caridad política y solidaridad mundial que impulsa el compartir hasta lo necesario para vivir, en contra de los falsos dioses del tener y de la riqueza (del ser rico), que transforman las estructuras sociales-globales y de pecado que crean desigualdad e insostenibilidad en forma de empobrecimiento masivo e injusticia ambiental.
En la línea del Vaticano II, de los Papas y de la DSI que nos llaman a todo este dialogo con la humanidad y el mundo. Un dialogo entre la fe y la razón, la espiritualidad y la justicia, la mística y las ciencias, la trascendencia y el compromiso en la transformación de la realidad social e histórica. Con la promoción del bien común, de la vida y dignidad de las personas, la paz y los derechos humanos (sociales y económicos, políticos y ecológicos….). Hoy más que nunca, pues, necesitamos toda esta fe razonable, crítica y militante que en todos estos valores evangélicos, espirituales y éticos: den testimonio del Dios del amor, de la misericordia y de la compasión ante el sufrimiento e injusticia que padecen los personas, los pueblos y los pobres; ya que como nos enseñan la iglesia y los Papas, este testimonio es el primer y principal camino de la misión evangelizadora de la iglesia, de mostrar una fe con credibilidad y coherente, madura y profética. Es el legado del Concilio del Vaticano II que, como nos señalan y actualizan los Papas, es la brújula para la vida de fe y santidad en el amor que se hace solidaridad compasiva, paz y justicia con los pobres de la tierra, frente a todo mal, pecado e injusticia.