El pensamiento social y ético-político desde el Papa Francisco
Celebrando el 79 cumpleaños del Papa Francisco y en este tiempo de elecciones políticas en España, creemos que su pensamiento social y ético-político nos puede dar unas claves y orientación o criterios para esta cita en las urnas. Tal como mostró por ejemplo con sus históricos discursos en EE.UU., tanto en el Capitolio como en las Naciones Unidas. El Papa ha testimoniado y transmitido un mensaje trascendente para la humanidad y el mundo actual. Con los valores y claves del servicio al bien común y de la pobreza solidaria en la justicia liberadora con los pobres de la tierra, frente a los ídolos (falsos dioses) de la riqueza y del poder, del afán de tener, poseer y dominar.
De esta forma, el Papa actualiza y profundiza los principios que deben orientar y transformar a la cultura, a la sociedad y al mundo desde la memoria de los pueblos, de los pobres y testigos espirituales que han marcado la realidad histórica. Como han sido, por ejemplo, M. Luther King o Dorothy Day. En la promoción de los valores de la libertad y de la diversidad, de la justicia y de la paz como cimientos de una sociedad e historia basada en el bien común y en la fraternidad. Frente al actual individualismo liberal economicista, al capitalismo que deshumaniza y causa las desigualdades e injusticias sociales-globales actuales en forma de pobreza y miseria o hambre, de paro y explotación laboral, de esclavitud infantil y trata de personas, de violencia y guerras, de destrucción ecológica…, el Papa Francisco propone una cultura y civilización alternativa.
Con una libertad verdadera y una democracia real que busca el bien común, la gestión y protagonismo de todas las personas y pueblos en toda la realidad, que asegure la vida, la dignidad y derechos de todos los seres humanos, de las familias y comunidades. Una auténtica libertad que respeta la diversidad de culturas, razas o grupos étnicos, que acoge al mal llamado “extranjero”, una acogida fraterna a las personas migrantes, los pobres de la tierra, respetando e impulsando sus dignidad y derechos. Una economía y finanzas que tenga un sentido humano-ético al servicio de la justicia social-global y de las necesidades de las personas, que distribuya en equidad los recursos y bienes de la tierra que están destinados universalmente para toda la humanidad; frente a la idolatría del mercado y del beneficio, de la especulación y usura financiera-bancaria que producen la inequidad del endeudamiento y empobrecimiento de los pueblos, de los pobres y excluidos.
Un Estado Social de derecho-s, donde todos tengan asegurados sus derechos humanos y sociales, la conocida como triple T, Tierra, Techo y Trabajo. La tierra, los alimentos y la renta básica para vivir con dignidad. Una vivienda digna con unas infraestructuras y equipamientos adecuados para los barrios y ciudades. Un trabajo decente con unas condiciones laborales humanizadoras y un salario justo para el trabajador-a y su familia. Y el resto de pilares de este estado social de derechos que garanticen el acceso universal y con calidad a la educación, a la sanidad y los medicamentos, a los servicios sociales generales y especializados para la infancia, para los mayores, para las mujeres, personas con discapacidades, etc.
Por tanto, se trata de promover un desarrollo humano y sostenible, una justicia social, mundial y ambiental en una ecología integral que cuide de la naturaleza del planeta y del ser humano, de la creación. Hay que respetar y defender la naturaleza humana y ecológica integral, que constituyen lo más profundo de la realidad. Con la promoción de la vida y dignidad de las personas, del matrimonio y de la familia, la fidelidad y honradez en las relaciones personales, sexuales-afectivas y sociales entre el hombre y la mujer abiertas a la vida, a la solidaridad y al compromiso por la justicia para la plenitud de lo humano, frente a todo ataque o agresión contra la vida. Tales como el aborto y la pena de muerte, la eutanasia y las guerras. La cosificación y el no respeto a esta naturaleza humana o ambiental en su diversidad complementaria entre: el cuerpo y el amor, la sexualidad-afectividad y el compromiso responsable del amor; entre el hombre y la mujer que se abre la vida, a los hijos, conformado la familia comprometida-militante en la lucha por la justicia; entre el hábitat de la tierra-cosmos y el espíritu, el cuidado ético y ecológico.
En este sentido, hay que promover una cultura de la reconciliación y de la paz en la justicia, que erradique las guerras y toda violencia como la pena de muerte. Acabando pues con la industria de armas, en un desarme mundial, que son un negocio que impone la cultura de la muerte sobre los pobres, e implantando una justicia que rehabilita e incluya en la sociedad. Como se observa, con todo este testimonio y mensaje, el Papa Francisco hace presente al Dios del Evangelio revelado en Jesús. El Dios que sueña con la civilización del amor para toda la humanidad, que nos salva y libera íntegramente de todo mal o pecado, que hace justicia fraterna desde los pobres y nos da la vida plena, eterna.
De esta forma, el Papa actualiza y profundiza los principios que deben orientar y transformar a la cultura, a la sociedad y al mundo desde la memoria de los pueblos, de los pobres y testigos espirituales que han marcado la realidad histórica. Como han sido, por ejemplo, M. Luther King o Dorothy Day. En la promoción de los valores de la libertad y de la diversidad, de la justicia y de la paz como cimientos de una sociedad e historia basada en el bien común y en la fraternidad. Frente al actual individualismo liberal economicista, al capitalismo que deshumaniza y causa las desigualdades e injusticias sociales-globales actuales en forma de pobreza y miseria o hambre, de paro y explotación laboral, de esclavitud infantil y trata de personas, de violencia y guerras, de destrucción ecológica…, el Papa Francisco propone una cultura y civilización alternativa.
Con una libertad verdadera y una democracia real que busca el bien común, la gestión y protagonismo de todas las personas y pueblos en toda la realidad, que asegure la vida, la dignidad y derechos de todos los seres humanos, de las familias y comunidades. Una auténtica libertad que respeta la diversidad de culturas, razas o grupos étnicos, que acoge al mal llamado “extranjero”, una acogida fraterna a las personas migrantes, los pobres de la tierra, respetando e impulsando sus dignidad y derechos. Una economía y finanzas que tenga un sentido humano-ético al servicio de la justicia social-global y de las necesidades de las personas, que distribuya en equidad los recursos y bienes de la tierra que están destinados universalmente para toda la humanidad; frente a la idolatría del mercado y del beneficio, de la especulación y usura financiera-bancaria que producen la inequidad del endeudamiento y empobrecimiento de los pueblos, de los pobres y excluidos.
Un Estado Social de derecho-s, donde todos tengan asegurados sus derechos humanos y sociales, la conocida como triple T, Tierra, Techo y Trabajo. La tierra, los alimentos y la renta básica para vivir con dignidad. Una vivienda digna con unas infraestructuras y equipamientos adecuados para los barrios y ciudades. Un trabajo decente con unas condiciones laborales humanizadoras y un salario justo para el trabajador-a y su familia. Y el resto de pilares de este estado social de derechos que garanticen el acceso universal y con calidad a la educación, a la sanidad y los medicamentos, a los servicios sociales generales y especializados para la infancia, para los mayores, para las mujeres, personas con discapacidades, etc.
Por tanto, se trata de promover un desarrollo humano y sostenible, una justicia social, mundial y ambiental en una ecología integral que cuide de la naturaleza del planeta y del ser humano, de la creación. Hay que respetar y defender la naturaleza humana y ecológica integral, que constituyen lo más profundo de la realidad. Con la promoción de la vida y dignidad de las personas, del matrimonio y de la familia, la fidelidad y honradez en las relaciones personales, sexuales-afectivas y sociales entre el hombre y la mujer abiertas a la vida, a la solidaridad y al compromiso por la justicia para la plenitud de lo humano, frente a todo ataque o agresión contra la vida. Tales como el aborto y la pena de muerte, la eutanasia y las guerras. La cosificación y el no respeto a esta naturaleza humana o ambiental en su diversidad complementaria entre: el cuerpo y el amor, la sexualidad-afectividad y el compromiso responsable del amor; entre el hombre y la mujer que se abre la vida, a los hijos, conformado la familia comprometida-militante en la lucha por la justicia; entre el hábitat de la tierra-cosmos y el espíritu, el cuidado ético y ecológico.
En este sentido, hay que promover una cultura de la reconciliación y de la paz en la justicia, que erradique las guerras y toda violencia como la pena de muerte. Acabando pues con la industria de armas, en un desarme mundial, que son un negocio que impone la cultura de la muerte sobre los pobres, e implantando una justicia que rehabilita e incluya en la sociedad. Como se observa, con todo este testimonio y mensaje, el Papa Francisco hace presente al Dios del Evangelio revelado en Jesús. El Dios que sueña con la civilización del amor para toda la humanidad, que nos salva y libera íntegramente de todo mal o pecado, que hace justicia fraterna desde los pobres y nos da la vida plena, eterna.