Propuesta del colegio San José Obrero de Sevilla Un verano de emociones más allá de la pandemia
Después de medio curso confinados, ahora toca Un verano emocionante. Esta es una de las iniciativas estivales que CaixaProinfancia ha preparado para que las más de 330 entidades vinculadas al programa, y que dan apoyo a 20.000 menores en situación de vulnerabilidad, puedan seguir desarrollando actividades de verano de forma presencial, semipresencial y, como novedad, también on-line, unos recursos que se suman a los que ya habían planteado las propias organizaciones.
Una de ellas es Accem, que acoge en las colonias urbanas de Sevilla a 272 menores de entre 3 y 17 años. Hablamos con un grupo de ocho jóvenes que han escogido la actividad Un verano de película, a través de la cual plasman en un cortometraje las emociones vividas durante el confinamiento.
| Texto: Lucas Haurie Fotografía: Sonia Fraga
El colegio San José Obrero de Sevilla se ubica en la calle Verano. Es una mañana de julio en la que a las nueve de la mañana el mercurio ya ha sobrepasado los treinta grados. En la puerta, los monitores de Accem distribuyen mascarillas a los niños y les toman la temperatura antes de iniciar la actividad diaria, que se prolongará hasta las dos de la tarde. “La primera función de estos programas es que los menores tengan una alternativa de ocio a ver la tele o bajar a la plaza mientras sus padres y madres están trabajando”, puntualiza Raquel Galán-Villaraviz, coordinadora de CaixaProinfancia en Accem.
Así, una de las actividades estrella propuestas por CaixaProinfancia ha sido la de plasmar las emociones de los jóvenes de forma creativa: o bien a través de un cortometraje (Un verano de película) o una serie de podcasts (Historias de un campamento). El grupo a cargo de la monitora Valme Angulo no tuvo necesidad de debatir qué actividad les apetecía más hacer, entre las propuestas por la organización. “El primer día que fuimos al parque, les planteé las opciones y se decantaron, enseguida y por unanimidad, por realizar un cortometraje en el que contarían cómo es el proceso de recuperación de las emociones después de tres meses de confinamiento”. Así, con un guion inspirado en el exitoso libro de Anna Llenas El monstruo de colores, seis actores, una directora, un operador de cámara –de smartphone, más bien– y altas dosis de improvisación, se pusieron manos a la obra.
Cada uno de los intérpretes representa un sentimiento y se atavía del color asignado al mismo: amor, amistad, calma, ira, miedo, alegría… todo ese arsenal emocional que se quedó en la calle cuando la protagonista tuvo que encerrarse en casa y que ahora debe volver a reunir. Yoel, sevillano de origen boliviano a punto de cumplir 15 años, encarna a la alegría, aunque confiesa que le “cuesta un poco estar alegre tan temprano porque tengo sueño”. El rodaje ha comenzado muy temprano y el actor novel tiene que repetir el plano varias veces hasta que Luisana, la directora, da su aprobación. “Al llevar la boca tapada por las mascarillas, hay que expresarse más con el cuerpo”, se excusa.
Alison, de 14 años, interpreta al amor, viste de rojo y se comporta, en consecuencia, como una apasionada lideresa de la troupe, a la que jalea para que pongan entusiasmo en su papel e incluso aconseja con pertinentes matices técnicos: “No habléis hasta que no estéis cerca de Pablo –el camarógrafo– para que se escuche bien lo que decís”. Natural de Sevilla y de padres ecuatorianos, la joven actriz espera “poder tener otra experiencia como esta, porque estoy encantada con la grabación del corto”. En este martes calurosísimo, la jornada es netamente cinematográfica porque el colofón será el visionado de una película de estreno en el cine.
Raquel destaca el contexto “especialmente complejo por los escasos recursos de las familias” en el que los niños y niñas de los distritos septentrionales de Sevilla, un crisol multicultural con más de sesenta nacionalidades, han vivido el confinamiento. “Por primera vez, hemos tenido que realizar durante el curso actividades no presenciales de refuerzo escolar y ayuda psicológica. Aunque los medios técnicos con que cuentan son muy limitados, el trabajo ha sido intensísimo”. Y ha dado sus frutos, puesto que “los niños han sacado mejores notas que nunca. En este punto quiero también resaltar el mérito de las familias, que ha sido enorme”.
Después de varias semanas de reencuentros, risas, retos y múltiples vivencias, las colonias de Accem llegan a su fin esta semana. Pero no el recorrido del cortometraje del grupo sevillano, cuyos miembros han tenido la valentía de plasmar sus emociones delante de las cámaras: los trabajos se podrán compartir con la Fundación ”la Caixa” y, de este modo, podrán ver también los vídeos de otras entidades. Un material que quedará para la posteridad, que mostrará lo que los jóvenes han aprendido durante las colonias y que se podrá compartir, también, con las familias y la comunidad.
“El secreto de las películas es que son una ilusión”, dijo sobre el cine George Lucas. Y esa definición vale tanto para las superproducciones que él dirige como para los más modestos proyectos: el que, por ejemplo, llevan a cabo estos jóvenes y que les sirve para evadirse de una cotidianeidad que, en ocasiones, puede no ser todo lo divertida que debería ser con su edad. Hemos soñado viendo historias a través de la gran pantalla y no cuesta nada pensar que estos Siete (más uno) Magníficos recordarán este extraño 2020 como el año en el que vivieron un verano de película