"Ignorar a los divorciados, los separados, los homosexuales es poco cristiano" Fernando Chomali: "Las guerras actuales no se dan entre pueblos, sino entre cónclaves de poder"
"Nos fuimos dando cuenta del drama que seguían viviendo después de 50 años: que no habían encontrado a sus familiares, que los lloraban, querían dar una digna sepultura"
"El dolor no tiene apellido. Una madre que pierde a su hijo, a su marido, no tiene condición política. Va mucho más allá. Y creo que reconocer que tenemos una común humanidad es un desafío que tenemos importante hoy día como sociedad"
"Parece ser que para muchas personas, el caso de Hamás, el caso de Israel, la vida no vale nada. Creo que ese es el punto de partida. Porque una madre llora a su hijo, sea quien sea. Los organismos internacionales no significan absolutamente nada. Y lamentablemente la palabra del Pontífice, que es tremendamente respetado y querido, también pareciera que sus palabras se las lleva el viento"
"El drama que vive la propia Iglesia Católica, empezando por mí mismo, su poca credibilidad es porque sus testigos son poco creíbles (...). Es impensable cómo tantas personas que se declaran creyentes, católicas, seguidores de Jesucristo, están involucrados en hechos de corrupción"
"Las personas divorciadas, separadas, vueltas a casar, las personas con tendencia homosexual, existen, están ahí, tienen un sentimiento religioso"
"La población quiere construir un futuro con dos Estados independientes (Israel y Palestina)"
"El Papa es una persona de convicciones, evidentemente. Él no quiere un catolicismo de apariencias. Yo diría que es un hombre profundamente eclesial y muy poco eclesiástico. O sea, es muy eclesial, es poco eclesiástico y a él le interesan las fronteras. Él nos quiere heridos en el campo de batalla, pero no encerrados y enfermos"
"Parece ser que para muchas personas, el caso de Hamás, el caso de Israel, la vida no vale nada. Creo que ese es el punto de partida. Porque una madre llora a su hijo, sea quien sea. Los organismos internacionales no significan absolutamente nada. Y lamentablemente la palabra del Pontífice, que es tremendamente respetado y querido, también pareciera que sus palabras se las lleva el viento"
"El drama que vive la propia Iglesia Católica, empezando por mí mismo, su poca credibilidad es porque sus testigos son poco creíbles (...). Es impensable cómo tantas personas que se declaran creyentes, católicas, seguidores de Jesucristo, están involucrados en hechos de corrupción"
"Las personas divorciadas, separadas, vueltas a casar, las personas con tendencia homosexual, existen, están ahí, tienen un sentimiento religioso"
"La población quiere construir un futuro con dos Estados independientes (Israel y Palestina)"
"El Papa es una persona de convicciones, evidentemente. Él no quiere un catolicismo de apariencias. Yo diría que es un hombre profundamente eclesial y muy poco eclesiástico. O sea, es muy eclesial, es poco eclesiástico y a él le interesan las fronteras. Él nos quiere heridos en el campo de batalla, pero no encerrados y enfermos"
"Las personas divorciadas, separadas, vueltas a casar, las personas con tendencia homosexual, existen, están ahí, tienen un sentimiento religioso"
"La población quiere construir un futuro con dos Estados independientes (Israel y Palestina)"
"El Papa es una persona de convicciones, evidentemente. Él no quiere un catolicismo de apariencias. Yo diría que es un hombre profundamente eclesial y muy poco eclesiástico. O sea, es muy eclesial, es poco eclesiástico y a él le interesan las fronteras. Él nos quiere heridos en el campo de batalla, pero no encerrados y enfermos"
"El Papa es una persona de convicciones, evidentemente. Él no quiere un catolicismo de apariencias. Yo diría que es un hombre profundamente eclesial y muy poco eclesiástico. O sea, es muy eclesial, es poco eclesiástico y a él le interesan las fronteras. Él nos quiere heridos en el campo de batalla, pero no encerrados y enfermos"
"Hubo tortura. Hubo desapariciones, juicios sumarios". El flamante arzobispo de Santiago de Chile, Fernando Chomali, ha visitado nuestro país para presentar, en la iglesia '24 horas' de San Antón, su documental 'Miércoles 15,30: Memorias de una ausencia', un documental que relata la historia de cuatro mujeres que, 50 años después del golpe de Pinochet, buscan a sus familiares.
Y más, mucho más. En esta conversación con Chomali, descendiente de palestinos, salen a la luz, como no podía ser de otra manera, la guerra en Gaza, pero también en Ucrania y en otros rincones del mundo, y arremete contra "los mercaderes que diseñan, fabrican y venden armas", mientras reivindica la necesidad de que la Iglesia sea "significativa" en mitad de un mundo en cambio. Una conversación clara de un obispo valiente. "Eso va a ser lo mío, predicar a Jesucristo a tiempo y a destiempo, y sobre todo ir a las periferias de tantas personas que no lo conocen, que no han escuchado de él".
Buenos días, bienvenidos a las entrevistas en Religión Digital. Hoy nos acompaña un buen amigo de esta casa, Fernando Chomali. Fernando, muy buenos días.
Muy buenos días, muchas gracias por la invitación.
Flamante arzobispo de Santiago de Chile después de 12 años como arzobispo en Concepción.
12 años y medio, muy bien vividos, muy intensos. Y llegué con mucha alegría a Concepción y ahora llego también con mucha alegría a Santiago y me doy cuenta que el trabajo del obispo es el mismo.
Estás en Madrid, escala Roma, para presentar 'Miércoles 15,30: Memorias de una ausencia'. ¿Qué es ese documental? Cuéntanos. ¿Y cómo se le ocurrió a un obispo meterse a estas cosas de filmar?
Cuando llegué a Concepción me fueron a ver un grupo de mujeres, básicamente de familiares de detenidos desaparecidos durante la dictadura militar y me pidieron si podían usar una sala de arzobispo para reunirse los miércoles a las 15.30 horas. Yo les dije que por supuesto. Las fui conociendo, fui conociendo su historia, teníamos una misa una vez al año y yo las acompañaba bastante y empecé a conmoverme, a conmoverme de lo que vivieron. Y bueno, como el tiempo pasaba, y venían la conmemoración de los 50 años del golpe, les propuse hacer un documental, que era narrar sus historias. No es más que eso. Junté a un grupo de profesionales extraordinarios de la Universidad Católica de Concepción y entramos en esta aventura de escuchar. Y nos fuimos dando cuenta del drama que seguían viviendo después de 50 años: que no habían encontrado a sus familiares, que los lloraban, querían dar una digna sepultura. Y nos encontramos también con un amor a la Iglesia extraordinario, de cómo la Iglesia, los obispos de ese momento colaboraron para aliviarles el dolor. Y comenzamos a trabajar, se hicieron todas las entrevistas y sale este documental que ha sido muy bien valorado, en primer lugar porque narra historias de seres humanos concretos.
Yo creo que nadie, independiente de la posición política que tenga, puede quedar indiferente al hecho de que tú estás en tu casa, te van a buscar un familiar y nunca más sabes de él durante 50 años. Estas mujeres han sufrido lo indecible, pero también han tenido una gran capacidad de seguir en esta búsqueda. Este documental ha tenido un gran impacto en la sociedad chilena, lo hemos llevado a muchas partes, pero lo más notable es que lo hemos llevado a los jóvenes a colegios, jóvenes de 16, 17 años, que quedaron muy conmovidos. No es un documental que pretenda presentar una posición política, sino que pretende mostrar hasta dónde puede llegar la brutalidad del ser humano cuando hay un empecinamiento que va mucho más allá de lo que uno puede esperar de alguien que comparte la común humanidad. Hubo tortura. Hubo desapariciones, juicios sumarios. Y tal vez, de una manera de decir, nunca más. Y también, por otra parte, así como uno quería ser sensacionalista, tampoco quería ser una propaganda de la Iglesia. Creo que eso no se hace.
Pero ellas mismas fueron empujando a que el documental tenía que tener ese reconocimiento y por eso que entrevistamos a monseñor Goich, que fue obispo auxiliar en Concepción. Y eso fue tremendamente consecuente. Tremendamente valiente. Creo que la entrevista con él fue un acierto, sin lugar a dudas, porque muestra que a la hora de defender a un ser humano, la postura política da lo mismo. Que el ser humano merece respeto y en ese caso eso no se cumplió. Así que estoy contento. Estuve en Australia con los chilenos exiliados. Lo valoraron positivamente y ahora estoy acá en Madrid. Y próximamente lo presentaré en Roma.
Este documental dura 40 minutos y creo que nos permite pensar qué país queremos construir. Pero además, hay otra cosa. Que este documental también es posible hacerlo gracias a las nuevas tecnologías. Porque hace 50 años atrás era impensable, impensable por los recursos que se hubiesen necesitado. Aquí, con un equipo de profesionales realmente geniales, con dos cámaras, un micrófono y un par de luces, pero con un gran cariño y una gran ingenuidad. Y también quiero decir algo que no es menor. Que todos los que participaron en este documental son personas que no conocieron el golpe. Fueron personas jóvenes. Y ellos se involucraron. Es decir, pasaron de la dimensión de profesionales a la dimensión de acompañantes de estas personas. Y cuando un documental se hace con amor, se nota mucho. Y creo que en este caso se nota.
¿Qué queda de los ecos de ese golpe y de la dictadura posterior en Chile? ¿Qué vidas faltan por cerrar? ¿O todavía queda tiempo para que las vidas se cierren? ¿O todavía queda tiempo para que las vidas puedan comenzar a cerrarse de verdad?
Falta todavía saber qué ha pasado con un buen número de personas que nadie sabe dónde están. Y creo que también falta un proceso de reparación importante. Y también falta hacer una reflexión más... más potente. Yo diría de orden filosófico, sociopolítico, también teológico. ¿Hasta dónde la ideología puede cerrar tanto a un grupo de personas de llegar a hacer actos absolutamente inhumanos que hoy día no se permitirían bajo ningún punto de vista, pero que sin embargo se dieron? Y también eso interpela la educación, en los colegios, interpela la educación militar, interpela a toda la sociedad. El dolor no tiene apellido. Una madre que pierde a su hijo, a su marido, no tiene condición política. Va mucho más allá. Y creo que reconocer que tenemos una común humanidad es un desafío que tenemos importante hoy día como sociedad.
Decías que eso es impensable. Lo que pasa es que hoy estamos viviendo una situación a nivel mundial muy complicada. Y es verdad que se repiten algunos errores y algunos horrores. No sé hasta qué punto quieres hablar del asunto, pero estamos viendo la guerra de Ucrania, estamos viendo la situación que se está viviendo en la franja de Gaza, que sé que te toca especialmente. Esa guerra mundial a pedacitos de la que habla el Papa Francisco. Y a la par, determinados procesos políticos en todo el mundo, en Latinoamérica, pero también en Europa, que están haciendo recordar historias que pretendíamos o que pensábamos que no íbamos a volver a vivir...
Horroroso, horroroso. Y lo más horroroso de todo es que no son guerras entre pueblos, sino guerras entre cónclaves de poder. Y pienso que hay que hacer esa distinción de manera muy clara en todas las guerras que estamos viviendo hoy día. Y también una reflexión en torno a que parece ser que para muchas personas, el caso de Hamás, el caso de Israel, la vida no vale nada. Creo que ese es el punto de partida. Porque una madre llora a su hijo, sea quien sea. Los organismos internacionales no significan absolutamente nada. Y lamentablemente la palabra del Pontífice, que es tremendamente respetado y querido, también pareciera que sus palabras se las lleva el viento.
Y aquí hay una reflexión que yo quiero hacer en torno a los mercaderes que diseñan, fabrican y venden armas. Qué terrible cuando un pueblo está viendo destruir toda su vida, que hay rehenes, que es una forma muy inhumana de mantener, digamos, un conflicto, muy inhumana. Y cuando hay personas que ven cómo mueren los niños porque no tienen alimento. Es terrible ver que hay otros que estarán en un gran festín viendo cómo crecen sus cuentas bancarias. Que se hacen ricos con la muerte del inocente. Donde la guerra es un negocio, me parece que habla muy mal de la sociedad y creo que en eso tenemos que repensar seriamente el mundo que estamos construyendo. Yo soy un convencido que la violencia, lo único que hace es engendrar más violencia y creo que tenemos que volver a lo que decía al principio, reconocer nuestra común humanidad.
Y pienso que ese esfuerzo hay que hacerlo, es posible y eso empieza desde la casa, desde la más tierna infancia. A mí me parece muy terrible que hay jóvenes, tanto de Hamás como de Israel, que probablemente no tienen idea de qué están haciendo ahí. Fueron llevados y mientras, los que promueven esta guerra están muy protegidos en búnkers, seguramente no les faltará nada. Eso nos tiene que interpelar, interpelar muy fuerte. A mí me duele mucho lo que pasa con el pueblo palestino, en concreto el pueblo de Gaza, porque creo que ese no es el sentir de la población que quiere construir un futuro como ha pedido el Santo Padre, como lo han pedido los organismos internacionales, como lo está pidiendo Estados Unidos, que son dos estados independientes que puedan desarrollarse en conjunto pensando en el futuro. Pero parecerá ser que no es así. El empecinamiento que hay no va a ir por ese camino lo cual exige más presencia, más oración para los creyentes. Es un drama. Y lo de Ucrania va a ser lo mismo y en tantos otros países donde hay muchas guerras.
De las que no se habla, pero los muertos existen, están. Causa pudor lo que está sucediendo en Tierra Santa, justo en el lugar donde vivió, murió, resucitó Jesús. Y donde de alguna manera salió hacia el mundo un mensaje radicalmente distinto al de las guerras, que es el del Evangelio. ¿Qué papel tienen los hombres y mujeres del Evangelio, los seguidores de Jesús y todas las personas de bien para acabar con esa espiral de odio y violencia que luego tiene traducciones en el mundo político, en corrupción, que en el fondo es una lucha, es una cuestión también de poder y de pisar al otro para mantenerte tú?
Pienso que el drama que vive la propia Iglesia Católica, empezando por mí mismo, su poca credibilidad es porque sus testigos son poco creíbles. Yo pienso que ese es un problema serio. Es decir, los testimonios de los católicos son pobres y tenemos que repensar seriamente si el Evangelio es una ideología, es una dimensión social o toca profundamente nuestra vida. Es impensable cómo tantas personas que se declaran creyentes, católicas, seguidores de Jesucristo, están involucrados en hechos de corrupción. Eso remueve el alma, no protegen la familia, no protegen la vida, son indiferentes frente a la pobreza. Pienso que ese es un problema que tenemos que ir pensando.
Recuerdo un teólogo alemán que decía que el católico del siglo XXI será un místico o dejará de serlo. Yo pienso que eso ya está sobrepasado. Hoy día el católico será un mártir o dejará de serlo. Y creo que los futuros cristianos van a provenir como eran originalmente, que nacen de la sangre de aquellos que reprimieron perder su vida a relegar de la fe. Y estamos ausentes de eso. Hay una superficialidad también en el anuncio del Evangelio por parte mía, nuestra, y también una superficialidad en el que lo recibe. Por eso que el Papa Francisco ha sido tan claro cuando nos ha hablado sobre la mundanidad espiritual, escribió un libro al respecto y es un camino que tenemos que pensarlo con más fuerza.
Es curioso que este Papa está siendo duramente cuestionado, fundamentalmente desde dentro. Igual que Juan Pablo II, Benito XVI eran más criticados probablemente desde fuera o de grupos cristianos alejados de la institución o de la jerarquía. En este caso parece lo contrario. En este último mes, desde la publicación de Fiducia supplicans, pero probablemente desde el comienzo del pontificado, los ataques, me atrevo a decir ataques, contra la figura de Francisco desde dentro son muy intensos.
Hay un concepto del mismo Papa Francisco que me parece muy lúcido, que dice que el todo es más que la parte. Y hay personas que tienen una ideología y le aplican esa ideología a lo que ven y la juzgan en relación a ello. Y por eso que sacan textos fuera de contexto y los constituyen el pretexto. Yo creo que muy poca gente se ha dado el tiempo de leer cuidadosamente esta carta del Dicasterio de la Doctrina de la Fe. Se ha dedicado poco tiempo a leer los comentarios posteriores y lo único que hace es decir, oye, las personas divorciadas, separadas, vueltas a casar, las personas con tendencia homosexual, existen, están ahí, tienen un sentimiento religioso. La situación en la cual viven no les anula el sentimiento religioso, incluso muchas veces lo acrecientan justamente por este dolor que perciben, que viven, y a esas personas las tenemos que acompañar y les tenemos que desear el bien. Ignorarlas es poco cristiano. Reconocerlas no significa con estar lo que hacen, significa solamente emprender un camino de acompañamiento.
Hay personas que están en la cárcel, que han cometido delitos horrorosos y nadie juzga a la madre que va a ver a sus hijos, que les hace un regalo, que los abraza, que sufre por ellos. Y esa madre tiene clara conciencia de cuál es la situación en la cual vive el hijo. Entonces, pareciera ser que hay personas que no reconocen que la Iglesia Católica no es el lugar de los buenos, porque si fuera así yo por lo menos no estaría, creo que no habría nadie, porque el mismo publicano dice 'Ten piedad de mí, señor, que soy un pobre pecador.' Es el lugar de los que necesitan a Dios, que reconocen que hay un camino de santidad que tenemos que recorrer, que nos puede tomar toda la vida y que este mandamiento del amor a Dios, del amor al prójimo, que nos lleva a la perfección, es un camino, un camino que tenemos que recorrer. Yo doy gracias a Dios y bendigo profundamente a todas las personas que forman una familia, que se casan por la Iglesia, que reciben el sacramento, bendito sea Dios por ellos, por sus hijos, etc. Pero eso no siempre acontece en la realidad y no reconocer eso sería no reconocer a seres humanos que muchas veces viven sus propios dramas y que la Iglesia los acompaña, están siempre con eso.
¿Cómo está el Papa? ¿Lo va a ver ahora en Roma?
El Papa es una persona de convicciones, evidentemente. Él no quiere un catolicismo de apariencias. Yo diría que es un hombre profundamente eclesial y muy poco eclesiástico. O sea, es muy eclesial, es poco eclesiástico y a él le interesan las fronteras. Él nos quiere heridos en el campo de batalla, pero no encerrados y enfermos. Y sobre todo, reconoce la realidad tal cual es, no como quisiera que las cosas fueran. Y se da cuenta que frente a eso tenemos que actuar con lo único que tenemos, que es el Evangelio.
Yo creo que el Papa es un gran misionero. Él se da cuenta que hay muchas personas que están fuera de la Iglesia y él quiere rescatar ese sentimiento religioso. Por eso nos dice, oye, cuidado ustedes de ser príncipe, de andar perfumados, de andar preocupados del auto, de ser generales derrotados, cuando por otro lado el mundo se está cayendo a pedazos, la gente está dejando de creer. Vuelvan a algo más diáfano, algo más transparente, algo más prístino y sobre todo den testimonio, que es lo que más cuesta. Y en ese sentido él entra en un proceso que a mí me parece muy interesante. Al final, al final de todo, ¿cuál es lo más propio, lo más genuino, lo más auténtico de una persona que está tocada por Jesucristo? El servicio a los pobres. Entonces dice, bueno, si nosotros no estamos comprometidos con los pobres es porque no hemos conocido a Jesucristo. Y creo que ese es un test muy interesante que tenemos que hacernos todos nosotros, se tienen que hacer las parroquias, los obispados y la misma Santa Sede si da un testimonio de servicio a los pobres, efectivo, real, no como estrategia de marketing, porque ese es un gran peligro.
Somos todos hijos de un mismo Dios, que hace llover sobre justos y pecadores. Todos vamos en camino al encuentro de Dios porque es nuestra vocación y lo hacemos a tiendas, lo hacemos a tientas y más bien es mejor dejarse iluminar por el Señor
Puede ser... La gran tentación.
La gran tentación a hacer de todo una estrategia de marketing, sino de corazón, porque como dice un poeta chileno que a mí me suscita mucha simpatía, Vicente Huidobro, estamos cosidos a la misma estrella. Mucha gente piensa que hay personas de primera categoría, de segunda categoría, hay personas que se merecen algunas cosas, otras que no se merecen y todo eso es falso. Somos todos hijos de un mismo Dios, que hace llover sobre justos y pecadores. Todos vamos en camino al encuentro de Dios porque es nuestra vocación y lo hacemos a tiendas, lo hacemos a tientas y más bien es mejor dejarse iluminar por el Señor.
Acabas de entrar, después de 12 años, lo comentábamos antes, en 12 años y medio en Concepción, a Santiago de Chile, una iglesia que conoce porque se ordenó allá y fue auxiliar también...
Sí, yo estudié en el Seminario Montefiisio Mayor, después de un tiempo de estudios en Roma volví a Santiago a trabajar en el mundo universitario, fui párroco por un año, me nombraron auxiliar y después de cinco años de auxiliar, estuve en Concepción 12 años y medio. Debo ser honesto: Santiago es otra arquidiócesis, es decir, en 12 años la fisionomía ha cambiado mucho, hay otras realidades que no existían en el tiempo en que yo estuve. En primer lugar, el impacto grande que tuvo el estallido social, la pandemia también tuvo muchas repercusiones, la fisionomía, digamos, de las propias parroquias, de las propias iglesias... Entre paréntesis, me siento muy orgulloso de cómo reaccionó la iglesia frente a la pandemia, fue un lugar de calidad extraordinaria, yo felicito a los párrocos, prácticamente en todo Chile estaba muy comprometido, y también con otra realidad social que tiene que ver con un flujo migratorio muy importante, muy concentrado en Santiago, que la sociedad chilena, los propios gobiernos, todos los gobiernos, no han tenido la capacidad de acoger adecuadamente, lo cual ha traído serios problemas de hacinamiento, a la crisis habitacional que se lleva en Chile hace muchos años, se acrecentó justamente con la presencia de estos hermanos migrantes, y todo lo que lleva aparejado, o sea, abusos respecto de ellos. Hay muchas personas que los tratan en malas condiciones, muchos de ellos están sin papel alguno, es lo que pasa en la gran urbe, y evidentemente yo tengo un compromiso respecto de ellos, porque justamente son las personas más necesitadas.
También hay otro fenómeno que es muy importante reconocer, que el, el cambio demográfico en Chile ha sido muy, muy fuerte, hoy día tenemos una, una natalidad de 1,2 niños por mujer fértil, y tenemos una esperanza de vida que bordea los 80, 82 años, por lo tanto hay una cantidad de adultos mayores, de ancianos que están solos, abandonados, solos, abandonados, tanta gente que me escribe buscando un lugar, la familia no tiene ninguna capacidad de recibirlo y acogerlo como corresponde en su casa, ese es un drama terrible que padecen muchas familias, y aparecen estos lugares clandestinos. La cara de la delincuencia ha cambiado mucho, en el sentido que ahora hay mucha más violencia, indudablemente la tasa de asesinatos ha crecido sin duda alguna, y lo que es más grave, la edad de las personas involucradas es cada vez más joven, es decir, hay un contexto social más complejo, y desde el punto de vista social, tal vez una experiencia de gran soledad de los jóvenes, creo que hoy día, Chile es un país que económicamente ha crecido mucho en poco tiempo, hay mucha inversión, hasta el día de hoy, pero hay un sentimiento de soledad de los jóvenes que tenemos que atenderlo muy bien, comprender el fenómeno, porque la mejor herencia de los padres, la sociedad, es dejarle a los niños buenos recuerdos, y los niños no están teniendo buenos recuerdos, ni en sus casas, ni en sus barrios, ni en sus colegios.
Y también lo otro que yo lamento mucho, que una sociedad tan marcada por lo económico, ha ido dejando de lado aspectos fundamentales de la vida, como es la cultura, prácticamente no tenemos alumnos estudiando filosofía, teología, ciencias duras, está más bien todo volcado a un infantilismo, diría yo, que los grandes problemas sociales van a provenir de la medicina, de la sociología, de la psicología, en definitiva de la ciencia, cuando hay otra dimensión en la vida humana que es la espiritual, que me parece que es cada día más fundamental, y que cada vez la necesitamos más.
¿Cómo hacer de la Iglesia un lugar significativo?
En este tiempo que me toca como arzobispo de Santiago, pretendo que la iglesia tenga un discurso significativo, que las personas tengan una mirada significativa de su propia vida, y creo que esa mirada significativa de la propia vida es impensable fuera de Jesucristo, impensable. Por lo tanto, eso va a ser lo mío, predicar a Jesucristo a tiempo y a destiempo, y sobre todo ir a las periferias de tantas personas que no lo conocen, que no han escuchado de él, y que deambulan, o sea, un país donde hay un significante aumento de la violencia, del consumo de droga, de alcohol, de buscar siempre nuevas experiencias, porque hay un vacío espiritual muy profundo, que tenemos que, suplirlo con lo único que tenemos que es la palabra de Dios, y la verdad es Jesucristo. Yo no veo que haya otro camino.
Las cosas siempre al ser humano lo van a dejar insatisfecho, las cosas, no hay una afinidad con las cosas, las cosas son instrumentos muy importantes, y ojalá que todo el mundo tenga lo suficiente para vivir, pero no logran captar lo más profundo que hay en el conocimiento humano, que es tener la experiencia del amor, tener la experiencia de un trabajo, relevante para el servicio a los demás, y a los que estamos lejos de eso.
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