Todo un legado de amor a Cuba y a la Iglesia Fallece, a los 82 años, el cardenal Jaime Ortega y Alamino, mediador en Cuba y coartífice del deshielo con Estados Unidos
Su compromiso con Cuba le llevó a apoyar los esfuerzos migratorios a favor de la reunificación de familias cubanas, a interceder por la liberación de presos políticos, y a mediar para un mejor entendimiento entre el gobierno de Estados Unidos y el de su país
En 1966, ya sacerdote, y después de pasar ocho meses en la UMAP (Unidades militares de Apoyo a la Producción), contaba con un visado para emigrar a España, “pero eligió permanecer”
Para Márquez La Habana era “la plaza más compleja para un obispo en Cuba”, y Mons. Ortega la pastoreó durante 35 años
Eduardo Mesa: "Llevó adelante la encomienda recibida de Su Santidad el Papa Francisco de mediar en lo que culminó en las históricas declaraciones de Raúl Castro y Barack Obama"
Se pronunció contra la pena de muerte en julio de 1989 con motivo del fusilamiento del general cubano Arnaldo Ochoa y tres militares
Su sueño: que “en las escuelas, los niños comiencen las mañanas diciendo ‘pioneros por Cuba seremos como Martí’, en lugar de repetir ‘pioneros por el comunismo, seremos como el Che'”
Para Márquez La Habana era “la plaza más compleja para un obispo en Cuba”, y Mons. Ortega la pastoreó durante 35 años
Eduardo Mesa: "Llevó adelante la encomienda recibida de Su Santidad el Papa Francisco de mediar en lo que culminó en las históricas declaraciones de Raúl Castro y Barack Obama"
Se pronunció contra la pena de muerte en julio de 1989 con motivo del fusilamiento del general cubano Arnaldo Ochoa y tres militares
Su sueño: que “en las escuelas, los niños comiencen las mañanas diciendo ‘pioneros por Cuba seremos como Martí’, en lugar de repetir ‘pioneros por el comunismo, seremos como el Che'”
Se pronunció contra la pena de muerte en julio de 1989 con motivo del fusilamiento del general cubano Arnaldo Ochoa y tres militares
Su sueño: que “en las escuelas, los niños comiencen las mañanas diciendo ‘pioneros por Cuba seremos como Martí’, en lugar de repetir ‘pioneros por el comunismo, seremos como el Che'”
| Araceli Cantero
(Holgín Católico).- A los 82 años de edad y después de una larga vida de servicio a la Iglesia y a Cuba, ha fallecido, al amanecer de hoy, 26 de julio, en su residencia habanera, el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo emérito de la Habana.
Una breve nota en el Sitio Web de la Conferencia de Obispos Católicos ha dado a conocer la noticia.
Su legado permanece, especialmente en las mentes y los corazones de sus colaboradores más cercanos y de quienes le conocieron en su acción pastoral a lo largo de 55 años de sacerdocio. Fue párroco, profesor del seminario y durante 41 años obispo –38 de estos como Arzobispo de La Habana y 16 como cardenal.
Nacido el 18 de octubre de 1936 en Jagüey Grande, Matanzas y ordenado sacerdote en 1964, siempre se preocupó por las vocaciones sacerdotales. Su largo servicio episcopal le permitió consagrar a cinco obispos, ordenar a 43 sacerdotes y lograr los permisos y la financiación para construir un nuevo seminario para la Iglesia Cubana.
Su compromiso con Cuba le llevó a apoyar los esfuerzos migratorios a favor de la reunificación de familias cubanas, a interceder por la liberación de presos políticos, y a mediar para un mejor entendimiento entre el gobierno de Estados Unidos y el de su país.
Poner su nombre en un buscador de Internet remite a más de 30 páginas de referencia sobre sus actuaciones pastorales y sobre la persona pública que fue, pero en las redes sociales no se encuentran los testimonios de quienes le han tratado de cerca, por razón de la confianza que él mismo les brindó y fueron sus colaboradores.
Amor grande y luz larga
José Ramón Pérez Expósito es uno de ellos. Es el actual Administrador del Obispado de La Habana y ha colaborado con el Cardenal desde su designación como Arzobispo en 1981. Al pensar en su persona destaca en él “un amor grande e incuestionable por la Iglesia y por su Patria y extraordinaria ‘luz larga’ que le ha permitido avizorar riesgos y desentrañar situaciones”.
Subraya en el Cardenal “una impresionante capacidad para dominar momentos de crisis” y hasta dice “haber disfrutado ver su manejo de algunas de estas situaciones”.
Más recientemente ha sido testigo de su “habilidad, audacia y firmeza, y también sus angustias”, para llevar adelante la encomienda recibida de Su Santidad el Papa Francisco de mediar en lo que culminó en las históricas declaraciones de Raúl Castro y Barack Obama del 17 de diciembre de 2014, de normalizar las relaciones entre sus respectivos países. Y señala que, en este proceso, el arquitecto Orlando Márquez Hidalgo fue “un actor imprescindible”.
Eligió permanecer
Márquez inició, en 1992, la Revista Palabra Nueva de la Arquidiócesis y fue su director hasta su dimisión en 2016. Él no duda en afirmar que la mayor satisfacción del Cardenal fue “haber elegido el sacerdocio y haber servido a la Iglesia y a Cuba”.
Lo dice porque en 1966, ya sacerdote, y después de pasar ocho meses en la UMAP (Unidades militares de Apoyo a la Producción), contaba con un visado para emigrar a España, “pero eligió permanecer”. Considera que su trabajo como sacerdote en Matanzas, en donde fue ordenado en 1964, “condujo a su nombramiento episcopal, en Pinar del Río (1979).
En noviembre de 1978 se habían iniciado lo que se conoce como los diálogos con la comunidad cubana del exterior, por iniciativa de Fidel Castro, que resultó en los primeros acuerdos migratorios con los Estados Unidos desde 1960, que inició el proceso de reunificación familiar y permitió las visitas a la Isla de cubanos en el exterior y que llevó a la liberación de 3.500 presos. Un segundo diálogo tuvo lugar en diciembre de 1979. En abril de 1980 tenía lugar el Éxodo del Puerto del Mariel por el que 125.000 cubanos dejaron la Isla por mar, hacia Estados Unidos.
Y en estas circunstancias, en noviembre de 1981, Mons Ortega fue nombrado arzobispo de La Habana, sede que llevaba vacante desde febrero de 1980, con Mons. Pedro Meurice, arzobispo de Santiago de Cuba, como Administrador Apostólico.
Para Márquez La Habana era “la plaza más compleja para un obispo en Cuba”, y Mons. Ortega la pastoreó durante 35 años.
“Fue la persona indicada, en el lugar indicado, en el momento indicado” señala. “Es muy difícil ser pastor en La Habana sin comprenderla y amarla en toda su complejidad,” añade. “Él la amó, y por eso supo enseñar, santificar y gobernar y los habaneros, no solo los católicos, reciprocaron el amor del pastor”.
Él reconoció su amor a La Habana años más tarde en una entrevista en 2014 en el Blog Martianos en el que decía: “Me siento muy identificado con La Habana, con sus realidades, con la gente, con sus aspiraciones, con las cosas más dolorosas que hay, no solo aquí sino en toda Cuba, entre ellas el éxodo de cubanos del país”.
Intensa acción pastoral
Ese amor lo confirma el abogado Rolando Suárez Cobián, (Piro), un católico habanero que a petición de los obispos, en 1991 inició Caritas Cuba. Hasta entonces el gobierno no lo había permitido, pero con las carencias del ‘periodo especial’ después de la caída del bloque soviético en enero de 1990 y de sus apoyos a Cuba, el brazo caritativo de la Iglesia se hacía necesario.
En un escrito sobre su visión del Cardenal, Suárez ha reconocido la intensa acción pastoral del Arzobispo en aquellos años, reanimando la acción de los laicos, reorganizando las vicarías y creando numerosos servicios. Se atreve a afirmar que “el esfuerzo y trabajo, con resultados, de la labor pastoral de Mons. Ortega, junto con la visita de tres Papas a Cuba, modificó y marcó la realidad cubana en esta etapa”.
Cercano a los jóvenes
Eduardo Mesa tenía unos 16 años y se preparaba para recibir la primera comunión cuando conoció al entonces Arzobispo de La Habana
“Siempre fue muy cercano y cariñoso con nosotros los jóvenes, que éramos pocos. Veía en nosotros algo más de lo que éramos, tenía la voluntad y la ilusión de ver aquello que podíamos ser”. Y reconoce que uno de sus grandes méritos era “la permanente invitación a mirar a lo lejos y a lo alto, contagiando la alegría del resucitado en un mundo en el que la muerte parecía poseer la última palabra”.
Mesa fue después fundador y director de la revista diocesana Espacios, precursora de la actual: Espacio Laical y administrador de la Casa Laical. También fué parte del consejo de redacción dela revista Palabra Nueva y, como él mismo dice “cuarenta cosas más”.
Le vio en sus largas horas en el confesonario, escuchando en actitud de profundo recogimiento. Y reconoce en ‘el un hombre que siempre quiso el bien de la Iglesia y de la Patria”. Dice que le recordará “como el muchacho que fui y siempre le agradeceré todo lo que hizo por mi como el hombre que soy”.
No fue neutral, se expuso
En más de una ocasión Márquez, como vocero de la Arquidiócesis, tuvo que explicar las actuaciones de su Arzobispo ante las interpretaciones de la prensa. Él puntualiza que “el rol de Mons. Ortega nunca fue político, aunque tenía la capacidad de un estratega político”.
Y explica que ya antes de ser cardenal, ”comprendió que La Habana demandaba un estilo de servicio diferente como sede del gobierno central, de las embajadas, de la prensa extranjera, plaza cultural fuerte, la ciudad que visitan los políticos extranjeros”. Para Márquez, “en un país sin oposición política reconocida todos los ojos están atentos a la actitud de la Iglesia y particularmente la del Cardenal y su criterio frente a la crisis, los grupos opositores, las políticas sociales, los actos de repudio, las nuevas realidades sociales…”
Ante esta realidad, señala Márquez, “se puede ser neutral y no implicarse, o salir al ruedo, exponerse y colaborar en las soluciones desde la condición pastoral, aunque se corra el riesgo de equivocarse”.
Defiende que el Cardenal “no fue neutral, se expuso para presentar la voz de la Iglesia”. Junto a los obispos cubanos recibió con agrado el proceso de acuerdos migratorios iniciado en 1984 entre Estados Unidos y Cuba. Se pronunció contra la pena de muerte en julio de 1989 con motivo del fusilamiento del general cubano Arnaldo Ochoa y tres militares. Y en 1993 suscribió la Carta Pastoral El amor todo lo espera, en la que los obispos cubanos reconocían públicamente la necesidad de cambios en la Isla.
El 13 de julio de 1994 el Arzobispo volvió a manifestarse ante el hundimiento provocado del remolcador 13 de marzo en el que murieron 37 personas, diez de ellas niños que intentaban salir de Cuba.
“Que los hechos se aclaren, que se establezca la verdad con la justicia; pero que el odio resulte perdedor” escribió el Arzobispo.
Cuatro meses después, el 26 de noviembre, el Papa Juan Pablo II le nombraba cardenal.
Cardenal de todos los cubanos
Como Arzobispo de La Habana él mismo sabía que no siempre fue entendido por algunos segmentos de la comunidad cubana en el exterior. Y sin embargo el se consideraba Cardenal de todos los cubanos. Así lo explicó cuando en Mayo de 1995, recorrió los lugares de mayor número de cubanos, incluida el Sur de la Florida en donde la población cubana había ido cambiando y no era ya una masa uniforme
En los discursos y homilías de su recorrido habló de la misión de la Iglesia en Cuba y fue tocando los temas que marcan la identidad de la nación. “La nacionalidad cubana nació cristiana, independientemente del rumbo que se le haya podido dar después,” dijo.
En la Catedral de Miami señalo que, en Cuba, la Iglesia no se sitúa ni como simple opositora del comunismo ni como aliada de la economía liberal del mercado sino “como depositaria e intérprete de la Palabra de Dios. Y les habló de José Martí, “quien desechó el odio como fuerza negativa” y poniendo el amor como centro y cima de su obra patriótica tradujo a poesía el mandato del evangélico del amor al enemigo :
…Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni oruga cultivo, cultivo una rosa blanca.
“Esta es nuestra gloriosa versión cubana de poner la otra mejilla,” dijo el Cardenal.
También reconoció el dolor del exilio, su esfuerzo por mantener la identidad cubana y sus aportaciones a la cultura. “En el futuro será imposible escribir la historia de Cuba sin estudiar la contribución que han hecho a ella los cubanos que en estos años han vivido fuera de nuestro país,” manifestó en la Universidad de Santo Tomás.
Pero además de valorar las virtudes de los cubanos, les presentó un reto: dejar a un lado la “intolerancia y la dureza de nuestras posiciones.” Y de nuevo propuso “el estilo del Señor, su metodología del amor como camino de superación de todas las crisis, su dialéctica de sacrificio que redime y de la muerte que da vida”, invitando a recuperar la esencia del mensaje de José Martí, porque, en sus palabras: “Es el amor quien ve”.
La Iglesia cubana mantuvo buenas relaciones con la Iglesia Latinoamericana y los obispos participaban en los encuentros del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe). En 1996 el Cardenal fue elegido Vicepresidente Segundo del CELAM. Fue también presidente, por dos mandatos, de la Conferencia de Obispos Cubanos (COCC).
Intercesor en los conflictos
Fue defensor de la cultura y recibió varios Doctorados Honoris Causa fuera de Cuba además de numerosos homenajes, el más reciente en 2019, la Distinción “Monseñor Carlos Manuel de Céspedes”, instituida por la Comisión de Cultura de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), entregada el 18 de junio en presencia de los obispos cubanos.
Junto a su labor pastoral más discreta, el Cardenal mantuvo su actuación pública con encuentros con mandatarios de otros países y de Cuba e intercediendo en contra de los malos tratos a las llamadas ‘damas de blanco’, que eran hostigadas cuando se manifestaban pacíficamente, caminando hacia la Iglesia de Santa Rita, en la zona habanera del Vedado.
Eran las esposas de los encarcelados de la llamada ‘Primavera Negra’ de 2003 cuando un total de 75 disidentes fueron detenidos los días 18,19 y 20 de marzo y sentenciados, en grupos, con sanciones de entre 6 y 28 años de privación de libertad.
El 31 de julio de 2006 Fidel Castro cedió el poder provisional a su hermano Raúl debido a una dolencia intestinal. Dos años después, el 19 de feb de 2008 renunció a la presidencia. Le sucedió su hermano Raúl y fue con él con quien, en nombre de Iglesia Católica, el Cardenal mantuvo negociaciones, que también incluyeron al Gobierno español, para la liberación y salida del país de los presos políticos de la Primavera Negra.
En una entrevista en su residencia en el Obispado, el 31 marzo de 2010, reconocía complacido que sus diálogos con personas del gobierno cubano “eran serios, y no simplemente para cositas transitorias. Un diálogo que añoraron muchos de los que ya no están, como Mons. Francisco Oves o Mons. Adolfo Rodríguez”. Se sentía afortunado de poder dialogar y “estar sembrando semillas”. Una de ellas: su sueño de que “en las escuelas, los niños comiencen las mañanas diciendo ‘pioneros por Cuba seremos como Martí’, en lugar de repetir ‘pioneros por el comunismo, seremos como el Che'”.
Utopía, pero sin ideología
No se oponía a “que la utopía exista, pero con un ideario y no una ideología, porque la ideología encierra, limita”. Y señalaba que “en Cuba puede haber un ideario magnifico con el P. Félix Varela, con José Martí, con José de la Luz y Caballero, con todos esos hombres ‘patricios’ que pueden ofrecer un ideario hermoso en el que el hombre se crece”.
Con todo ello también sabía que sus esfuerzos no eran del agrado de todos. Lo dijo en 2012 durante una intervención en Boston. “La Iglesia en Cuba y mi persona es atacada de todos los modos posibles… Este es el dar la vida por las ovejas… Porque no hay resurrección sin cruz y yo he aceptado que con eso tengo que cargar y tenemos que cargar para llevar adelante esa reconciliación entre cubanos”.
Desde la llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos en 2008, el clima de la Casa Blanca hacia Cuba había cambiado y se consideraba posible una intervención del Papa Francisco. Desde 2013 se habían iniciado negociaciones secretas entre Cuba y Estados Unidos, para una mejora en sus relaciones.
Y es aquí en donde entraba en juego la misión encomendada por el Pontífice al Cardenal Ortega para ponerles en contacto.
Siempre es posible el diálogo
Todo ello lo explicó el Cardenal en un libro titulado Encuentro, diálogo y acuerdo. El papa Francisco, Cuba y Estados Unidos que cuenta los detalles de las negociaciones que culminaron con el anuncio de la normalización de relaciones diplomáticas entre los dos países el 17 de diciembre de 2014.
Se sabía que Mons. Ortega había sido el portador de unas cartas del Papa a los dos mandatarios y había curiosidad por conocer el contenido. La Revista Espacio Laical de la Arquidiócesis le pidió al Arzobispo que le facilitara las cartas para publicarlas.
“Eran unas notas de presentación. Yo era la carta”, fue la respuesta
“El Papa quería el encuentro entre dos personas, no entre dos naciones o ideologías”, explicó durante una conferencia en Nueva York, el 16 e septiembre de 2015 , cuando aún no se había publicado el libro. Después, durante la presentación del libro en la Casa de América, en Madrid, el mismo Cardenal fue dando detalles y expresó su satisfacción por haber llevado a cabo este proceso.
“Para mí fue este uno de los grandes momentos de mi vida sacerdotal; porque pude constatar privilegiadamente que siempre es posible el acercamiento y el diálogo y era eso lo que mi fe cristiana me había inspirado siempre en mi ministerio como Pastor”.
Te basta mi gracia
En 2002 había salido a la luz un compendio con los discursos y homilías del Cardenal durante su largo episcopado. Su título remite al lema elegido por Mons. Ortega en 1979. La frase que San Pablo escuchó del Señor, “Te basta mi gracia”, es para Márquez indicativa de la vida del Cardenal.
“Sin dudas tuvo momentos de sufrimiento pero no hablaba de eso”, dice. “No era un victimista. Ante vivencias duras como la UMAP, las campañas y presiones primeras del gobierno, las críticas de algunas personas al interior de la Iglesia y después la durísima última prueba de su enfermedad, pareciera que se hubiera preparado para aceptar y ofrecer las situaciones dolorosas.”
Cabe recordar en estos momentos lo que él mismo afirmó en la citada entrevista de 2014.
“Si tuviera que volver a comenzar y si tuviera que volver a orientar mi vida, me parece que sintiendo y sabiendo que Dios me llama, lo volvería a seguir, quizás con más conocimiento de lo que significa esto, pero con la misma alegría con que lo he hecho, y en el mismo espíritu y quizás aún mejor”.
Etiquetas