Osadía: La presidenta de la CLAR, sobre las mujeres y los retos de la Iglesia Liliana Franco: "Una Iglesia femenina tiene la fuerza de la fecundidad"
Liliana Franco, ODN, presidenta de la CLAR, conversó en exclusiva con el portal de los Sagrados Corazones con motivo del Día de la Vida Consagrada y la Vida Religiosa que la iglesia celebra cada 15 de agosto, en la fiesta de la Asunción de la Virgen María
Proclama sin descanso, a tiempo y a destiempo, la buena nueva con real participación de las mujeres. Lo hace con su estilo sumamente empático, carismático y poético que ya todos y todas conocen
Aporta su mirada sobrelos desafíos de la Iglesia hoy. Los abusos eclesiásticos, la necesidad de conversión en la Iglesia, el sacerdocio común, la importancia de la mujer, de las Mujeres del Alba. La sinodalidad
"La plenitud eclesial es posible, en clave femenina y allí donde hay hermanos. En esta clave la mujer es protagonista de la reforma de la Iglesia y no solo en la Iglesia"
Aporta su mirada sobrelos desafíos de la Iglesia hoy. Los abusos eclesiásticos, la necesidad de conversión en la Iglesia, el sacerdocio común, la importancia de la mujer, de las Mujeres del Alba. La sinodalidad
"La plenitud eclesial es posible, en clave femenina y allí donde hay hermanos. En esta clave la mujer es protagonista de la reforma de la Iglesia y no solo en la Iglesia"
| Aníbal Pastor N.
(SS.CC.).- “Todos somos llamados a ser vientre, casa, caricia, abrazo, palabra, profecía», afirma Liliana Franco, ODN, presidenta de la CLAR, quien conversó en exclusiva con el portal de los Sagrados Corazones con motivo del Día de la Vida Consagrada y la Vida Religiosa que la iglesia celebra cada 15 de agosto, en la fiesta de la Asunción de la Virgen María.
Luego de terminar de acompañar durante dos semanas, con cuatro charlas diarias, a 330 sacerdotes de la arquidiócesis de Bogotá (Colombia), y antes de salir el domingo último para el Putumayo, a la inauguración de unas casas que la vida religiosa colombiana construyó para las familias afectadas por la avalancha en Mocoa, donde en 2017, murieron cientos de personas y dejó cerca de 25 mil damnificados, se dio tiempo para responder nuestras preguntas.
Lo primero que dice es que las mujeres del Alba, «son las de la más radical osadía, las que sostienen la esperanza aferradas a la promesa, las que caminan rompiendo la noche y en estado de misión le abren boquetes al Espíritu para que pueda entrar y fecundarlo todo», dice con convicción.
"Hoy, más que nunca, estamos convencidos de que la verdadera reforma viene del encuentro con Jesús, al eco de su Palabra, en el aprendizaje de sus actitudes y criterios, en la asimilación de su estilo y esto lo saben bien las mujeres del Alba"
Explica que la vida religiosa del continente se adentra en un nuevo trienio, acogiendo como icono inspirador de su andadura a estas mujeres del Alba. «Hoy, más que nunca, estamos convencidos de que la verdadera reforma viene del encuentro con Jesús, al eco de su Palabra, en el aprendizaje de sus actitudes y criterios, en la asimilación de su estilo y esto lo saben bien las mujeres del Alba», señala.
Y continúa: «ellas que supieron transformar su propia existencia en el encuentro con Jesús, ellas que, movidas por el amor, se lanzaron a los caminos para pregonar esa Buena Noticia incomprensible a muchos, para defender la esperanza de la tiranía de los verdugos, para congregar y hacer posible todo lo comunitario en tiempos de miedo, represión y dispersión».
Gloria Liliana Franco Echeverri (51) es religiosa de la Compañía de María y presidenta por segundo período de la CLAR (Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos), una responsabilidad desde la cual proclama sin descanso, a tiempo y a destiempo, la buena nueva con real participación de las mujeres. Lo hace con su estilo sumamente empático, carismático y poético que ya todos y todas conocen.
Es una teóloga demandada para realizar diversos aportes en distintos lugares. Su participación en la Asamblea Eclesial de América Latina y Caribe, de México de 2021 fue clave en muchos temas. Hoy participa en el Sínodo de la Sinodalidad a nivel continental.
Desafíos
— En la vida religiosa del continente ¿qué inspiran en concreto «las Mujeres del Alba»?
— En el próximo trienio, inspiran movimientos fundamentales que se han puesto en camino. Tenemos: Movimiento hacia la vida en esperanza; Movimiento hacia lo esencial del seguimiento de Jesús y la centralidad de la relacionalidad humana; Movimiento hacia la dignidad humana y la cultura del cuidado; Movimiento hacia la posibilidad de ser signo, palabra y metáfora creíble. Caminar hacia la interacción y el encuentro de carismas; Movimiento hacia la Sinodalidad; Movimiento hacia la utopía del Reino: Un mundo de hermanos y hermanas; Movimiento hacia el cambio sistémico y la incidencia política; y Movimiento hacia un cuidado responsable del ambiente y de los derechos de las generaciones futuras.
— En el contexto de los abusos eclesiásticos ¿qué desafíos o inspiraciones hay?
— En esta coyuntura eclesial, la Iglesia está ante un proceso, un itinerario de encuentro y conversión, enmarcado en esa necesaria reforma a la que ha convocado el papa Francisco y que exige ubicarse en el lugar de la humildad; reconocer el pecado, esas actitudes y modos relacionales que han estado alejados del querer de Dios, porque son verticales y abusivos, poco inclusivos y desprovistos de misericordia.
“Por tanto, será necesario un empeño de todos por vencer esas actitudes individualistas, teñidas de narcisismo y suficiencia que tantas veces permean la cultura de la Iglesia y sus modos relacionales.
“Creo, que en esta hora de la Iglesia, se experimenta una urgencia: afinar la mirada para contemplar la realidad y agudizar el oído para escuchar al Espíritu que no cesa de gemir en los clamores y complejidades de la historia, en los rostros y heridas de los más pobres. Una urgencia de salir, desacomodarse, abandonar los estatus de confort y parálisis en los que tantos creyentes están atrincherados”.
Conversión pastoral
— ¿Cuál sería la clave de la sinodalidad?
— La necesaria conversión a la que está llamada la Iglesia, supone darle el protagonismo al Espíritu, vivirse desde la centralidad en Jesús y en escucha atenta a la realidad.
“Urge una conversión pastoral. La andadura sinodal supone conversión, a la Iglesia le corresponde ser esa narrativa creíble de lo que la sociedad espera leer en ella. Y eso pasa por generar esa necesaria dinámica de relación, encuentro en complementariedad y reciprocidad.
“Se trata de hacer posible el nosotros eclesial, de trascender singularidades, para vivirse en el don de la pluralidad, es ahí donde acontece el sentido de Iglesia, el sensus Ecclesiae. Y esa conversión, que requiere trascender individualismos, debemos hacerla todos, porque todas las vocaciones podemos caer en la tentación de la suficiencia que limita para salir de sí y disponerse en condición de discípulo al encuentro.
— ¿Qué se necesita para caminar juntos en la vida religiosa?
— Nos insertamos en esta peregrinación sinodal convencidos de la necesidad de la reforma. Habitados por la convicción de que la vida consagrada es bautismalmente, mística, misión y profecía. Nuestro compromiso hoy es reescribir estos tres relatos esenciales de nuestra identidad y misión.
“Echarse a andar con otros en este hoy de la Iglesia, nos conducirá a construir juntos en la vivencia de una auténtica espiritualidad y conscientes de la identidad de sujetos eclesiales y de que, por el bautismo y el sacerdocio común, todos tenemos una misma dignidad, y estamos llamados a contribuir a la configuración de una Iglesia más sinodal, en la que será de manera especial, necesaria y significativa la presencia y la misión de las mujeres, los laicos, los pobres y todos los sujetos emergentes excluidos históricamente”.
— Usted afirma frecuentemente que «la Iglesia tiene rostro de mujer» pero parece que esto se usa más para la foto que para participar en las decisiones y en los espacios. ¿Qué opina?
— Sí, yo tengo esa certeza: la Iglesia y en ella la vida religiosa tienen rostro de mujer: las asambleas, los grupos parroquiales, las celebraciones litúrgicas, los ministerios apostólicos de las comunidades, la calidad de la reflexión y la calidez de la entrega misionera de la Iglesia se teje tantas y tan mayoritarias veces, en el vientre de las mujeres.
“Al fondo del deseo y el imperativo de una mayor presencia y participación de las mujeres en la Iglesia, no hay una ambición de poder o un sentimiento de inferioridad, tampoco una búsqueda egolatría de reconocimiento, hay un clamor, por vivir en fidelidad el proyecto de Dios, que quiere, que en el pueblo con el cual Él hizo alianza, todos se reconozcan en condición de hermanos.
“Se trata de un derecho a la participación y a la igual corresponsabilidad en los discernimientos y en la toma de decisiones, pero es fundamentalmente un anhelo de vivir con consciencia y en coherencia con la dignidad común que a todos da el bautismo”.
Mujeres protagonistas
— ¿Qué rol o espacio deberían tener las mujeres en la iglesia? ¿Se avanza o no en el reconocimiento de mujeres y hombres como seres iguales en el interior de la iglesia?
— Siempre he pensado que una elocuente imagen para proyectar la plenitud eclesial es, sin duda, la de un banquete, con una mesa grande y redonda, en la que todos se reconocen hermanos, y ninguna burocracia ni clericalismo le hace sombra a la presencia y a la acción de un Dios que sin distingo de género llama a lo insospechado de su Reino, al amor hasta el extremo, a la entrega incondicional de la vida, para que, en la mesa de todos, haya pan y nadie caiga en la tentación de sentirse superior a los demás. La plenitud eclesial es posible, en clave femenina y allí donde hay hermanos. En esta clave la mujer es protagonista de la reforma de la Iglesia y no solo en la Iglesia.
“Se van dando pequeños pasos, pero creo que son significativos y alegra constatar que no sólo las mujeres van asumiendo con mayor consciencia y proactividad sus reivindicaciones, también algunos varones, en distintos rincones del mundo, se van convirtiendo en aliados de estos anhelos que abren caminos de participación y corresponsabilidad”.
— ¿Cuál o cuáles son los aportes específicos de las mujeres en la iglesia?
— El potencial femenino tiene implícita una riqueza extraordinaria, la capacidad de trabajar en cooperación y desde la experiencia de sentir-pensar; la flexibilidad para buscar alternativas allí donde abunda el caos, la empatía y las habilidades comunicativas para generar relación y vínculo en lo cotidiano; la disposición solidaria a colaborar, a tejer redes y generar sinergias, la apertura para buscar respuestas y novedosos cauces de solución, la resiliencia para resistir en medio de situaciones difíciles, el gozo para propiciar la celebración y prolongar la fiesta.
“Las mujeres y los varones consagrados estamos llamados en esta hora sinodal a despertar a ese despliegue de dones, y posibilidades que surgen cuando se rompe la noche, se descorren las piedras que aprisionan la vida, se permite al Espíritu habitar, contagiar de paz y revestir de fortaleza y esperanza, de tal manera que se pueda contribuir a la tan necesaria reforma de la Iglesia».
Acción del espíritu
— ¿Qué aspecto de la vida religiosa femenina debería ser asumida y apropiada por la vida religiosa masculina?
— La Iglesia es femenina, y eso no excluye a los varones, porque en todos, varones y mujeres, habita la fuerza de lo femenino, de la sabiduría, la bondad, la ternura, la fortaleza, la creatividad, la parresia y la capacidad de dar la vida y enfrentar las situaciones con osadía.
“Todos somos llamados a ser vientre, casa, caricia, abrazo, palabra, profecía. Una Iglesia femenina tiene la fuerza de la fecundidad. Esa que le viene dada por la Ruah (espíritu de Dios).
“Ahora, una Iglesia que late al ritmo de lo femenino es una Iglesia que tiene en perspectiva que la Persona de Jesús y el Evangelio son quienes convocan. El encuentro es para hacer memoria y actualizar el compromiso en la consciencia de ser enviados, discípulos misioneros. En ella, se hace lectura de fe de los hechos y el discernimiento está a la base de cualquier proceso o acción.
“Asimismo, considera que la inclusión y la participación en la toma de decisiones brotan de la consciencia de la identidad. Es decir, somos pueblo de Dios y por el bautismo portadores de la misma dignidad.
“Además, la opción por el cuidado de toda forma de vida es la opción por el Reino. Se propende por la construcción de comunidades en las que se tiende naturalmente a levantar al caído, a curar las heridas, en la que hay lugar para el desheredado, y se trabaja por la dignidad humana el bien común, por los derechos de las personas y de la tierra.
“Esto implica un nuevo modo relacional que hace posible una nueva identidad: más circular, fraterna y sororal. Con nuevas ministerialidades, en la cual se tejen relaciones de solidaridad y cercanía. El vínculo se establece más allá de lo jerárquico y lo funcional, en ese espacio existencial llamado comunidad y en el que todos se sienten humanos-hermanos.
“Y, por cierto, se cree en el valor de los procesos, se prioriza la escucha y se reconoce que la fecundidad es fruto de la gracia, de la acción del Espíritu, único capaz de hacer nuevas todas las cosas”.
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