"La fe es capaz de orientar estos momentos de crisis y enfermedad" Monseñor Chomali: "Absolvería de sus pecados virtualmente a un enfermo que esté en el hospital" por coronavirus
"El miedo genera mecanismos muy complejos en el ser humano que van desde el acaparamiento de alimentos y especulaciones –algo incomprensible y condenable, por cierto-, hasta cuestionamientos muy profundos acerca de la propia vida"
"Creo que una lectura teológica de este fenómeno es la única que está en condiciones de comprender su hondura y la responsabilidad que le cabe al ser humano"
"Lo que estamos viviendo es fruto, en cierto sentido del riesgo de Dios de dejar la naturaleza en el amplio sentido de la palabra en manos de los hombres"
"Dios es la suprema expresión de bondad, belleza y verdad, por lo tanto es incomprensible imaginarlo como un ser arbitrario que se ensaña con la obra de su amor"
"Ningún discípulo siguió a Jesús por miedo, sino porque quedaron admirados de lo que dijo y de lo hizo"
"Lo que estamos viviendo es fruto, en cierto sentido del riesgo de Dios de dejar la naturaleza en el amplio sentido de la palabra en manos de los hombres"
"Dios es la suprema expresión de bondad, belleza y verdad, por lo tanto es incomprensible imaginarlo como un ser arbitrario que se ensaña con la obra de su amor"
"Ningún discípulo siguió a Jesús por miedo, sino porque quedaron admirados de lo que dijo y de lo hizo"
"Ningún discípulo siguió a Jesús por miedo, sino porque quedaron admirados de lo que dijo y de lo hizo"
"Los cementerios quieren parecer parques, las clínicas quieren simular ser hoteles, a los difuntos los maquillan para esconder la realidad de la ausencia". Así afirma monseñor Fernando Chomali, desde Concepción, que la cultura actual ha tabuizado la muerte. Pero de repente ha aparecido una crisis brutal, sanitaria y de consecuencias múltiples, y la sociedad se ha visto obligada asumir la muerte. En esta entrevista el prelado chileno comparte su visión de la situación y del papel de la Iglesia en el consuelo de los afectados y la prevención del contagio de los más vulnerables. A ellos se dedicaba monseñor Chomali mucho antes del coronavirus, creando iniciativas como la que utiliza para recaudar fondos para los pobres: la venta online de piezas artísticas hechas por él.
¿Cómo está viviendo el paso de la pandemia por su vida y por la de su país?
En Chile estamos en pleno desarrollo de los casos positivos y el gobierno está tomando las medidas día a día de acuerdo a sus evaluaciones. Ya hay varias comunas con restricciones de movimiento, y toque de queda en todo el país durante la noche. En lo personal, muy preocupado y ocupado de hacer los mejores esfuerzos para ayudar a las personas más vulnerables, ancianos, sobre todo pobres y postrados, migrantes y aquellas personas con discapacidades. Por otro lado pusimos muchas instalaciones del Arzobispado al servicio de la autoridad sanitaria y el lunes llegan los primeros enfermos a nuestra casa de retiro. La pastoral social está muy activa generando más corrientes de solidaridad a las que ha ido armando a través de los años.
¿Es lógico, a pesar de la fe, sentir miedo ante este enemigo invisible y tan mortífero?
Claro que sí, el miedo, el temor, la angustia, la sensación de indigencia frente a esta situación es un sentimiento muy humano. El miedo, además, genera mecanismos muy complejos en el ser humano que van desde el acaparamiento de alimentos y especulaciones –algo incomprensible y condenable, por cierto-, hasta cuestionamientos muy profundos acerca de la propia vida así como anhelos de ser más solidarios.
En estas situaciones se ve con fuerza hasta dónde podemos llegar los seres humanos en nuestra grandeza y en nuestra pequeñez. ¡Lo que nunca deja de sorprender! La fe, eso sí, es capaz de orientar estos momentos de manera propositiva debido a la certeza de que nadie nos separará del amor de Dios y que Él estará en medio de nosotros hasta el fin de los tiempos. Creo que una lectura teológica de este fenómeno es la única que está en condiciones de comprender su hondura y la responsabilidad que le cabe al ser humano en toda esta situación.
¿Dónde está Dios?
Dios está presente, y tal vez más que nunca, y seguramente hoy se presenta llorando al ver lo que el propio hombre ha hecho con la naturaleza, la que lejos de haber sido cuidada en el horizonte de una sociedad fraterna, más equitativa y más centrada en lo importante que en lo urgente, en las personas más que en las cosas. Dios es ayer, hoy y siempre el mismo y lo que estamos viviendo es fruto, en cierto sentido del riesgo de Dios de dejar la naturaleza en el amplio sentido de la palabra en manos de los hombres. Al igual que en las primeras páginas del Génesis el hombre y la mujer optaron por su propio proyecto, en este contexto el proyecto de Dios sigue vigente, pero ahora es, usando un concepto escolástico, “un bien arduo”. La vida seguirá, pero de otra manera, hay un antes y un después de la pandemia del coronavirus. Dios está presente también a través de las mediaciones humanas que Él mismo ha dispuesto y a las que invita a vivir con más fuerza que nunca el mandamiento del amor. Hoy donde hay amor, donde hay solidaridad, donde hay misericordia, ahí podemos ver claramente a Dios.
"La vida seguirá, pero de otra manera, hay un antes y un después de la pandemia del coronavirus"
¿Cómo es posible que algunos clérigos (incluidos algunos altos cardenales) sigan diciendo que el coronavirus es un 'castigo de Dios'?
No lo sé y no lo entiendo. Dios es rico en misericordia, lento a la cólera y rico en piedad. Dios es la suprema expresión de bondad, belleza y verdad, por lo tanto es incomprensible imaginarlo como un ser arbitrario que se ensaña con la obra de su amor. Además infundir miedo al pensar en la pandemia del coronavirus como castigo de Dios para que las personas se acerquen más a Él no es la forma adecuada, dado que a Dios se llega después de un encuentro único, personal e intransferible entre Dios que llama y el hombre que responde. Ningún discípulo siguió a Jesús por miedo, sino porque quedaron admirados de lo que dijo y de lo hizo, el bien sin reservas.
¿Esta pandemia pone a prueba nuestro nivel de conciencia?
Esta pandemia ha mostrado con fuerza las inequidades que estando presentes no las queríamos ver en toda su crudeza. La soledad de los más desvalidos hoy aparece con más nitidez que nunca. Creo que la conciencia moral de gran parte de la humanidad ha estado por mucho tiempo anestesiada por la falsa idea de que el desarrollo económico implica desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres. Creo que el exacerbado subjetivismo imperante en la cultura actual ha llevado a lo que el Papa llama la “globalización de la indiferencia”. Esto hoy ha aparecido en todo su dramatismo y ha asustado. Creo que la lógica de la competencia y el consumo como motor del desarrollo hoy mostró su cara más oscura al dejar a los débiles en medio del camino. Esto quedará más patente aún cuando la pandemia aterrice en los países más pobres con sistemas de salud más precarios y altos niveles de corrupción. Será la fotografía más clara del olvido de los países económicamente más robustos respecto de ellos.
¿No nos está haciendo descubrir la crisis que, quizás, tengamos que replantearnos la administración de los sacramentos? ¿No cabría la confesión por videoconferencia?
Yo pienso que los cambios que se nos vienen son abruptos. La introducción en la cultura de las tecnologías casi como una extensión del ser humano ha de hacernos pensar seriamente respecto de los métodos tradicionales que tenemos para comunicarnos. Sin duda alguna que el encuentro personal es el modo como el mismo Jesús se aproximó a las personas, Él siempre iba al encuentro del enfermo para sanarlo, o el muerto para resucitarlo, o bien a Él le llevaban a los paralíticos, los ciegos. Ese es el método tradicional que la Iglesia, siguiendo al Señor ha seguido y seguirá haciendo. Sin embargo también tengo muy presente el derecho canónico en el canon 1752 que dice que “la salvación de las almas es la ley suprema de la Iglesia”. Si alguien está enfermo en el hospital y existe absoluta imposibilidad de un encuentro personal porque ello implicaría poner en riesgo más aún su salud y la de los demás y la mía propia, y cuenta con un aparato que permite conectarnos virtualmente lo absolvería de sus pecados. Ello le daría paz espiritual en el momento que más lo necesita. No es el momento para hacer disquisiciones de orden teológico. La paz interior de sentirse reconciliado con Dios por medio de la absolución es el valor a custodiar. De no haber sido por ese medio no hubiese habido posibilidad de encuentro alguno.
"No es el momento para hacer disquisiciones de orden teológico. La paz interior de sentirse reconciliado con Dios por medio de la absolución es el valor a custodiar"
¿Cómo asumir la muerte en una cultura que la había ocultado?
Esa es la gran pregunta que ha de responder la propia sociedad. El Concilio Vaticano II en los años 60 decía que la muerte es el gran enigma de la condición humana. Estos últimos 40 años ha habido una actitud infantil respecto de la muerte. Los cementerios quieren parecer parques, las clínicas quieren simular ser hoteles, a los difuntos los maquillan para esconder la realidad de la ausencia. Hoy la muerte es el gran tabú, del que se habla poco y cuando se habla de banaliza. Creo que desde la muerte de Nuestro Señor Jesucristo podemos iluminar mucho la realidad de la muerte en todo su dramatismo y al mismo tiempo en su sentido más profundo al ser fuente de vida.
¿No se han separado demasiado de la gente los sacerdotes, dejándola sola, sobre todo en hospitales y tanatorios?
No conozco la experiencia en España. Al menos en la Arquidiócesis de Concepción la mayoría de los velatorios son en las parroquias y en las capillas. Son momentos de encuentros comunitarios y de fe de hondo contenido humano y espiritual. Existe una gran disposición de los sacerdotes y mía propia de acudir a los hospitales a consolar. En Concepción acogemos en el mismo Hospital y en la casa Betania a los familiares de los enfermos de fuera de Concepción. Además hay una pastoral hospitalaria con voluntarias que son muy activas y siempre se las arreglan para que momentos tan importantes de la vida de una persona lo vida en un contexto de fe. Pero claro, es una Arquidiócesis aún a escala humana y con un clero, aunque son pocos, muy apostólico y distribuido en toda la Arquidiócesis.
¿Saldremos mejores, más cívicos y solidarios o la lección se nos olvidará pronto?
No lo sé. El hombre nunca deja de sorprender por su forma de acercase a la vida. No lo sé. Lo que sí tengo claro que viendo el descalabro humanitario por la cantidad de muertos, de enfermos, de falta de trabajo, y de mucha incertezas, si no somos realmente solidarios ahora no lo seremos nunca. Lo que sí creo es que cada uno está sacando la cuenta de lo torpes que hemos sido al no dar lo mejor de nosotros mismos cuando podíamos estar cerca. Creo que la soledad que estamos experimentando nos ayudará a reconocer con más fuerza la belleza del encuentro, de la ternura del cuidado mutuo. Si salimos de esta crisis queriéndonos más e hiriéndonos menos, promoviendo más los encuentros y evitando los desencuentros, creo que hemos dado un gran paso.
¿La Iglesia católica seguirá ofreciendo sentido a la vida de la gente después del coronavirus?
Nuestra misión es colaborar con la obra salvífica de Dios para que cada ser humano tenga un encuentro personal con Jesucristo a través de todos los medios que pone a disposición del hombre. Es Jesús el camino, la verdad y la vida y nuestra tarea es llevar a los hombres hacia Él. Creo que la Iglesia después del coronavirus saldrá con mayor claridad respecto de su misión: anunciar el Evangelio para que las personas crean en Jesús, creyendo tenga vida abundante y vivan el mandamiento del amor, como síntesis de todos los mandamientos. Eso es fuente de cambio para la vida personal y social, desde ese punto de vista tiene una dimensión política de grandes proporciones y que hoy tiene más validez que nunca.