Un problema que salpica "de forma inmisericorde" a la sociedad Obispos ecuatorianos: "Un pueblo digno no puede ser cómplice de la corrupción y la impunidad"
La Conferencia Episcopal de Ecuador ha publicado una “Carta abierta al pueblo que peregrina en el Ecuador”, el 29 de junio pasado y en la que se pronuncian ante la “escandalosa proliferación de casos de corrupción”
"Esta degradante situación menoscaba nuestro futuro como país, dilapida nuestro potencial y priva a los pobres de oportunidades"
"Por los males que promueve, es un gravísimo pecado, un desorden moral incompatible con la fe cristiana"
"Por los males que promueve, es un gravísimo pecado, un desorden moral incompatible con la fe cristiana"
(Vatican News).- Los obispos ecuatorianos han expresado en una carta su cercanía al pueblo, especialmente en estos momentos que sufre los efectos de la pandemia, como “la pérdida de vidas, de trabajo y de esperanza, y con todos aquellos que se han sentido abandonados a su suerte”.
Los prelados ponen en evidencia las “dimensiones” del problema que salpica “de forma inmisericorde, a nuestra sociedad”. La corrupción no es un problema nuevo y que se ha extendido a toda la sociedad, afirman, por eso debemos “evitar que se adueñe de nuestros corazones”.
La corrupción es “un pecado gravísimo”, incompatible con la fe cristiana y constituye un crimen contra los más pobres y necesitados: “Esta degradante situación menoscaba nuestro futuro como país, dilapida nuestro potencial y priva a los pobres de oportunidades” y, dirigiéndose a los funcionarios del Estado les llama a maximizar “la transparencia en la gestión de los recursos destinados a afrontar todo tipo de crisis y en la que la lucha anticorrupción no es la excepción”.
Los obispos insisten en denunciar la corrupción que atenta contra el derecho "a la vida, don de Dios”, de todos los ciudadanos: “Éticamente, la corrupción es un crimen que condena a muerte a muchas personas necesitadas, hoy más que nunca, de vida, trabajo y oportunidades; pues promueve el ‘descarte’ de los más vulnerables y la falta de sensibilidad por los necesitados, además de fomentar la injusticia, la impunidad y el irrespeto a la ley”. Por eso, los prelados afirman que la corrupción, “por los males que promueve, es un gravísimo pecado, un desorden moral incompatible con la fe cristiana”.
Los obispos llaman a que se haga justicia en los casos de corrupción: “Los corruptos y quienes los han amparado tendrán también que dar cuenta de su corrupción ante Dios y, ojalá, ante los hombres”. Por esta razón llaman a que se hagan las investigaciones pertinentes y “que se devuelva el dinero defraudado y robado a la sociedad. Un pueblo digno no puede ser cómplice de la corrupción y la impunidad”, subrayan.
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