Encuentro de Pastoral Indígena Amazónica ‘Siguiendo la ruta sinodal’ Tiempo de ‘Amazonizarse’ y conectarse
“Si bien es cierto que ya estamos en el corazón de Dios, y siempre lo hemos estado, ahora ‘nos han colado’ en el corazón de la iglesia. En realidad esto no es nada nuevo, no estamos ‘inventando la pólvora’"
"Lo que estamos haciendo no es cosa de tres o cuatro locas y locos, perdidos por la selva, sino que esto es algo de la Iglesia Universal, toda la iglesia lo asume y les apoya para que sigan adelante”
| Beatriz García Blasco – CAAAP
Durante tres días más de 100 personas de los ocho vicariatos apostólicos que componen, a nivel de Iglesia Católica, la selva del Perú han participado del Encuentro de Pastoral Indígena Amazónica ‘Siguiendo la ruta sinodal’. En la Casa San Francisco Solano, en el Rímac (Lima), el aprendizaje, la escucha y el diálogo han impregnado todos los rincones con el objetivo de revivir y re-impulsar la coordinación intervicarial que, por instinto de un grupo de misioneros emblemáticos, vivió sus años de mayor plenitud en la década de los 80 y 90. Ya entonces, sin un Papa Francisco ni un Sínodo Amazónico que dieran el impulso se vio la necesidad de trabajar en conjunto. Por eso, ahora con todo a favor, es hora de re-conectarse.
Este evento estuvo encabezado por la mayoría de los obispos amazónicos. Entre ellos monseñor Alfredo Vizcarra, obispo del Vicariato de Jaén y presidente del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP); monseñor Gerardo Zerdín, el más veterano y conocedor de ese pasado del que él mismo participaba activamente como misionero franciscano en la selva central, antes de ser el obispo de San Ramón; monseñor David Martínez de Aguirre, obispo de Puerto Maldonado; monseñor Martín Quijano, misionero salesiano que en septiembre tomó las riendas del Vicariato de Pucallpa; y el padre Miguel Fuertes, en condición de administrador diocesano del Vicariato de Iquitos luego del fallecimiento, en noviembre, de monseñor Miguel Olaortúa.
Líderes eclesiales jóvenes, en edad y en espíritu, que creen en la Iglesia que pide el Papa Francisco. La Iglesia que no tiene miedo, la que no se conforma, la que es creativa, la que se arriesga y, sobre todo, la Iglesia que está donde más se le necesita. “Si bien es cierto que ya estamos en el corazón de Dios, y siempre lo hemos estado, ahora ‘nos han colado’ en el corazón de la iglesia. En realidad esto no es nada nuevo, no estamos ‘inventando la pólvora’. Lo que está ocurriendo es que, si bien es cierto que cada uno estábamos en nuestra esquina, en nuestra ilusión, en nuestro empeño, ahora la Iglesia Universal nos está dando un espaldarazo, dándonos ánimo. Nos está diciendo que lo que estamos haciendo no es cosa de tres o cuatro locas y locos, perdidos por la selva, sino que esto es algo de la Iglesia Universal, toda la iglesia lo asume y les apoya para que sigan adelante”, comentaba durante su intervención David Martínez de Aguirre.
Pero los obispos no han sido los únicos en hablar, sino que el micrófono ha ido de mano en mano en un clima de total libertad y fraternidad, muy similar al vivido en Roma durante el Sínodo para la Amazonía de octubre (pero sin un cronómetro que midiera los tiempos). Se han escuchado varios idiomas, desde el asháninka de Delio Siticonazti o Zaqueo Moche; al achuar de los diáconos permanentes Puanch Mukuin y Roman Saaan; pasando por el shipibo de Jovita Vásquez, Saúl Escobar y las hermanas de la Compañía Misionera; al shawi, el yánesha, el matsigenka, el yine y el murui, entre otros. Lenguas habladas por representantes de esos pueblos, líderes y lideresas que están dispuestos a apoyar a la Iglesia en el gran reto de la inculturación y la interculturalidad bajo una clara condición: nunca más hablar de indígenas e Iglesia por separado, sino en conjunto, como una misma cosa. “¿Por qué no decimos que ‘somos Iglesia’, simplemente?”, pedía Siticonatzi en su intervención.
Cuestiones como la fe de los pueblos indígenas, así como su visión de la iglesia, sus costumbres culturales y más se han puesto sobre la mesa. “El rito amazónico no sólo incluye la liturgia, sino también la teología india o amazónica, que debe estar dentro de todo esto, así como la disciplina, por ejemplo. Se reportó que tenemos 23 ritos. Debemos plantear algo común y no alargar la cosa discutiendo en detalles. Innovar, plantearlo e ir adelante… esos son nuevos caminos”, opinó el obispo de San Ramón, monseñor Gerardo Zerdín.
La experiencia de inculturación y presencia de décadas del misionero salesiano de origen italiano Luis Bolla fue, sin duda, lo que más impresionó a quienes nunca habían escuchado ese nombre. Ya desaparecido, su sucesor en ese trabajo, el P. Diego Clavijo, tradujo a los verdaderos protagonistas de ese proceso de inculturación: dos de los cinco diáconos permanentes achuar que conducen a sus respectivas comunidades según las enseñanzas de la Iglesia Católica, en su lengua. Así, Puanch Mukuin y Roman Saaan, como no hablan fluidamente el castellano, contaron su vida en idioma Achuar. “El padre Bolla siempre nos invitó a difundir la Palabra de Jesús en nuestra lengua, porque así es más fácil llegar a los corazones de nuestras familias”, dijeron, “nosotros le acompañábamos por las comunidades y aprendíamos mucho de él, aunque todavía nos queda más para formarnos”.
Varios de los participantes en el último Sínodo estuvieron presentes, como la hermana Zully Rojas (auditora), quien confió en que en un próximo evento de la Iglesia en Roma las mujeres puedan, por fin, votar o asumir otros papeles como las secretarías; o la hermana y teóloga Birgit Weiler, quien participó en Roma como ‘especialista’ dado su importante conocimiento de la cosmovisión awajún. Para ella el balance de este encuentro era, como para otros muchos, indudablemente positivo: “Lo mejor ha sido la muy viva y dinámica participación de nuestros hermanos y hermanas de los pueblos indígenas, así como el trabajo en conjunto de todos. Se trata de poner una iglesia sinodal en práctica, de discernir juntos”.
Esa práctica de la que habla Weiler debe empezar por los propios agentes pastorales que trabajan, día a día, en el territorio. Así lo recordaron varios de los obispos, quienes invitaron a ‘amazonizar’ sus corazones mirando más allá de la misión o el trabajo pastoral de su día a día. “Debemos sentirnos parte de la Amazonía, no sólo de mi misión o mi vicariato, sino que me preocupe lo que pasa en otro lugar de la selva, o en la selva de otros países incluso”, invitó el obispo de Puerto Maldonado.
Amazonizarse para conectarse, con la tierra y con los otros; con los que sufren, con los que sueñan y con quienes, aún sin tener la misma creencia religiosa, están dispuestos a trabajar por la Amazonía y todos los pueblos que la habitan.