Informe RD: La Santa Sede, ante el pulso Trump-Harris El Vaticano y las elecciones en EEUU: ¿Hay un mal menor?
Con "la cuestión china" y la convivencia democrática mundial en el horizonte, no está claro que demócratas o republicanos puedan tener una relación privilegiada con la Santa Sede en caso de ganar
A poco más ahora de dos meses para el día de las elecciones presidenciales de este año, la gran pregunta que circula por el Vaticano es si hay realmente un mal menor entre los dos candidatos: Trump en su regreso y la demócrata Kamala Harris
Lo que propongan o lleven a la práctica -entre otros- en China, Rusia, Medio Oriente terminará de mostrar ya en la cancha si alguno de los dos termina por caer mejor en un Vaticano en el que, por ahora, nadie se anima a decir si el 5 de noviembre habrá un mal menor entre republicanos y demócratas
Lo que propongan o lleven a la práctica -entre otros- en China, Rusia, Medio Oriente terminará de mostrar ya en la cancha si alguno de los dos termina por caer mejor en un Vaticano en el que, por ahora, nadie se anima a decir si el 5 de noviembre habrá un mal menor entre republicanos y demócratas
Hernán Reyes Alcaide, corresponsal en el Vaticano
Hace poco menos de cuatro años se vivió en Roma uno de los momentos más híspidos de la relación bilateral entre el Vaticano y Estados Unidos: el entonces secretario de Estado Mike Pompeo llegó a Roma para tratar de influir -infructuosamente- en la que terminó siendo la primera renovación del histórico acuerdo que firmaron la Santa Sede y China en 2018 para la designación conjunta de obispos, que en la práctica significó un acercamiento histórico entre dos de las diplomacias más pacientes del mundo.
Pompeo llegó incluso a decir que con la renovación el Vaticano ponía "en riesgo su autoridad moral", una declaración demasiado beligerante para el encargado de estar al frente de la diplomacia estadounidense. La declaración cayó tan mal en Vaticano que, durante sus pocas horas en Roma, Pompeo se volvió a Estados Unidos sin la foto que buscaba, a pocos meses de las elecciones de ese año: una reunión a solas con el papa Francisco.
Según muchos observadores, ese momento fue el punto más bajo de las relaciones entre el Gobierno del ahora nuevamente candidato Donald Trump y la Santa Sede, habida cuenta del impulso decididamente personal que tanto Francisco como su secretario de Estado Pietro Parolin le han dado al acuerdo que este año se volverá a renovar. Pero, al ver la película completa del mandato del Tycoon, parece haber sido el único episodio de choque directo o indirecto, incluso luego de las tensiones que se auguraban tras una campaña electoral en la que Trump había sido decididamente duro con la migración. Pero, como el Papa volvió a citar recientemente para el caso argentino, el Vaticano sabe que, muchas veces, son cosas que se dicen en campaña y luego no se cumplen.
En un repaso somero por el Gobierno del también actor invitado en Mi Pobre Angelito, "el factor chino" fue de los pocos ejes de rispideces, habida cuenta de que, amistad mediante, Trump pudo mantener a raya a Vladimir Putin dentro de los límites de Rusia, tuvo menos rechazos efectivos de migrantes de los anunciados (más allá de las deshumanizas políticas de separación de familias en las fronteras) y dio, incluso, un paso inesperado para la pacificación de la península coreana al estrechar la mano de Kim Jong-un en la zona desmilitarizada.
Si bien es cierto que los sucesos de intento de toma del Capitolio tras las elecciones de ese año empañaron la memoria del vínculo de Trump con muchos países, no puede decirse que el vínculo haya estado ni cerca de la animosidad que se predecía antes de su llegada a la Casa Blanca.
Un caso opuesto parece haberse dado con el actual mandatario, un Joe Biden a quien desde el Vaticano habían incluso animado a ser candidato en 2016 (carrera electoral a la que no quiso subirse por una tragedia personal que lo atravesaba) pero a quien que una sucesión de desaciertos en política exterior terminó por alejar cada día más de la gran sintonía que se esperaba que tuviese con Roma.
Basta recordar la desordenada salida de Afganistán en el primer año de su mandato, y las consecuencias geopolíticas para la región, como ejemplo de algunas políticas que no contribuyeron a darle mayor fortaleza al vínculo bilateral. El "laissez-faire" de Biden ante el genocidio sostenido de Israel en Gaza y la mirada militarista sobre la guerra en Ucrania tampoco parecen ayudar a que el vínculo sea, en concreto, mejor que con su antecesor. Por no mencionar la guerra comercial-financiera con China y las acusaciones mutuas que cruzan Washington y Beijing.
A poco más ahora de dos meses para el día de las elecciones presidenciales de este año, la gran pregunta que circula por el Vaticano es si hay realmente un mal menor entre los dos candidatos: Trump en su regreso y la demócrata Kamala Harris. La mera existencia del concepto mal menor para juzgar lo que puede ser el vínculo entre Washington y Roma ya da un primer bosquejo de qué esperar cuando del otro lado del Atlántico se percibe un país tan polarizado tanto en el orden social (como con el aborto), político (con el corrimiento hacia la derecha de casi todos los dirigentes con chances reales de gobernar) y de visión internacional (Con Ucrania y Medio Oriente en cabeza de agenda).
En términos discursivos, a Trump puede quizás jugarle en contra la multiplicación que ha habido en los últimos años de Gobierno que lo toman como referente y que, a decir verdad, aplican en sus países políticas mucho más duras y alejadas de la Doctrina Social De la Iglesia de las que él mismo aplicó en su mandato. La incógnita es si en caso de llegar al Gobierno estará más cerca del Presidente que ladró en 2016 peo no mordió en su mandato o del que, según las acusaciones, instigó la toma del Capitolio en su último día de Gobierno.
Por otro lado, más allá de los temas de agenda bilateral, Harris aparece a priori más distante del católico medio estadounidense (corrido, sí, quizás, un poco más a la derecha que en otros países), a partir de sus apoyo férreo no solo al aborto, sino a la denominada ideología de género tan criticada por los sectores conservadores (y no tanto) de su país. Harris tendrá también una prueba de fuego con el voto latino (con amplia proporción de católicos), especialmente al ser considerada una halcón de la lucha por la restricción migratoria.
En lo que hace a temas de fondo, una prueba del feeling bilateral se podrá ver el mes que viene, con el discurso que Parolin llevará a Naciones Unidas para su intervención en la cumbre para el futuro que convocó el secretario general del organismo, Antonio Guterres, y a la que la Santa Sede llevará sus apoyos en marcos generales a lo que se conoce como Objetivos de Desarrollo 2030, amén de las sucesivas propuestas del Papa en primera persona para que se emprendan distintos tipos de reforma en las oficinas de Nueva York, empezando por el derecho a veto que, entre otros, sigue conservando Estados Unidos. ¿Qué pueden decir Harris y Trump sobre ese punto?
Todo parece indicar que, más allá de sus posturas en los temas pastorales y confesionales, Trump y Harris se jugarán su cercanía al vaticano en lo que respecta a sus posiciones de política internacional, en donde las posiciones contra el armamentismo y por el diálogo de la Santa Sede encuentran poco eco en cualquiera de los dos candidatos. Lo que propongan o lleven a la práctica -entre otros- en China, Rusia, Medio Oriente terminará de mostrar ya en la cancha si alguno de los dos termina por caer mejor en un Vaticano en el que, por ahora, nadie se anima a decir si el 5 de noviembre habrá un mal menor entre republicanos y demócratas.