El sacerdote abandona Honduras por motivos de salud y "con mucha tristeza" Verdad, amor y belleza: las tablas del Teatro hondureño La Fragua echan de menos al jesuita Jack Wagner
El jesuita estadounidense Jack Wagner llegó a Honduras hace 42 años con una misión evangelizadora que alternó con el arte
Llegó a Honduras por primera vez en 1977 para unas vacaciones y vio en una red e parroquias de los jesuitas una buena base del público para el proyecto que tenía en mente
Son muchos los niños y jóvenes que han pasado por La Fragua, su proyecto de teatro, y en estos días Wagner ha estado recibiendo mensajes de gente que recibió un taller hace 20 o más años
Cuando Wagner llegó a El Progreso en 1979, era "un tiempo de mucho miedo". Ahora siente los mismos nervios con la represión que impera ahora, la que en su opinión "es más económica"
Son muchos los niños y jóvenes que han pasado por La Fragua, su proyecto de teatro, y en estos días Wagner ha estado recibiendo mensajes de gente que recibió un taller hace 20 o más años
Cuando Wagner llegó a El Progreso en 1979, era "un tiempo de mucho miedo". Ahora siente los mismos nervios con la represión que impera ahora, la que en su opinión "es más económica"
| RD/EFE
Las tablas del Teatro La Fragua en El Progreso, norte de Honduras, comienzan a echar de menos al sacerdote jesuita estadounidense Jack Wagner, quien después 42 años de una misión evangelizadora que alternó con el arte, por razones de salud regresa a su país "con mucha tristeza".
"Llegué a Honduras por primera vez en 1977 para unas vacaciones, aunque ya tenía la idea del teatro. Lo que yo estaba buscando era dónde hacerlo y vi aquí en Honduras una red de parroquias de los jesuitas en los departamentos de Yoro y Colón, y cómo podría formar una buena base del público para el proyecto", relató Wagner a Efe en El Progreso.
"Las dos caras del patrocito", primera obra que montó en Honduras
Después de las vacaciones de 1977, Wagner volvió en enero de 1979 a El Progreso, en el departamento de Yoro, donde tenía un contacto con algunos sindicatos de San Pedro Sula, la segunda ciudad del país, que querían hacer algo de teatro, lo que nunca lograron.
Pero un compañero de estudios de Jack, colombiano, que entonces ejercía el sacerdocio en Olanchito, también en Yoro, lo invitó a trabajar con el grupo juvenil de esa ciudad y así comenzó el proyecto que terminó siendo su herencia al arte hondureño.
Las Dos Caras Del Patroncito.
Teatro La fragua .#fuerajohpic.twitter.com/DajjM1HqqO— renan banegas (@BENGOCHE_) July 28, 2019
El proyecto de Wagner en Olanchito, donde ya tenía montada tres obras, incluida una para niños, y estaba listo para una gira artística, duró poco tiempo debido al paso de un huracán que dejó incomunicada a esa ciudad.
"Por eso decidimos el traslado a El Progreso, que también tenía disponible este edificio, del que me doy cuenta con los años que ha sido sumamente importante para el desarrollo del proyecto", indicó Wagner, quien nació en San Luis, Misuri, el 18 de octubre de 1944.
El local del Teatro La Fragua es una vieja construcción de madera, rodeada de árboles, que perteneció a la Tela Railroad Company, subsidiaria de la multinacional bananera estadounidense United Brands, que se lo vendió a los jesuitas por el simbólico precio de un dólar.
Todo 1980, según Wagner, se fue en reparar y acondicionar el local, que arrancó con sus primeras obras hasta en 1981. Años atrás, el mismo local, de paredes y piso de muy buena madera, fue un salón de baile conocido como "El club juvenil".
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LA FRAGUA. El teatro jesuita de Centroamérica.
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La primera obra que Wagner montó en Honduras fue "Las dos caras del patroncito", cuya versión original trata sobre trabajadores migrantes en California, EE.UU., en la que además intervino como actor haciendo el papel del "malón".
En Honduras, "Las dos caras del patroncito" fue adaptada a los cortadores de café, explicó Wagner, quien solamente actuó en las primeras obras entre 1979 y 1981, de manera experimental, para demostrar a los jóvenes cómo tenían que actuar.
Completan ese proyecto experimental, "Juegos peligrosos", basada en un cuento salvadoreño, y "El asesinato de X", una pieza argentina, reconocida por la Casa de las Américas.
https://t.co/FqAyUKdZ6u Padre Jack Warner, fundador del Teatro La Fragua, se despide de #Honduras tras 42 años de historia. #EsTiempo#ElProgresopic.twitter.com/Ch8EL0Npe8
— Diario Tiempo, HN (@DiarioTiempo) January 21, 2021
Ligado al teatro desde niño
Wagner se ordenó como sacerdote en 1974 en su país, de donde viajó a Bolivia, para una estancia de un año. En Bolivia estudió español y trabajó en un hogar de menores, además de hacer radio en Sucre y Cochabamba.
Después se fue a Chicago, donde hizo sus estudios formales de teatro, arte al que estuvo ligado desde su niñez.
Son muchos los niños y jóvenes que han pasado por La Fragua, y en estos días Wagner ha estado recibiendo mensajes de gente que recibió un taller hace 20 o más años.
Se suman las personas que han trabajado directamente y los que siendo chicos fueron parte del público del teatro, que a raíz de la pandemia de covid-19 ha estado con su telón cerrado desde marzo de 2020.
Ante la imposibilidad de abrir, el colectivo de La Fragua está produciendo obras radiales que, según Wagner, después de que pase la covid-19 se podrán seguir reproduciendo en varias emisoras del país. Por ahora son difundidas por Radio Progreso.
El sacerdote jesuita Jack Wagner volverá a EEUU a fines de enero después de vivir y trabajar en Honduras por más de 40 años. En 1979 fundó el emblemático Teatro La Fragua en Olanchito, que luego se trasladó a El Progreso de forma permanente. pic.twitter.com/W4BYgWwaiC
— yonny rodríguez (@bucentauro_) January 8, 2021
La represión ahora es más económica
Cuando Wagner llegó a El Progreso en 1979, Centroamérica era una región muy agitada, porque fue el año de la revolución sandinista en Nicaragua, asomaba la guerra interna en El Salvador, y Guatemala ya tenía su conflicto interno armado.
"Fue un tiempo de mucho miedo, cuando nosotros viajábamos en esos años siempre me daba miedo cuando los policías y los militares nos paraban", expresó Wagner, quien siente los mismos nervios con la represión que impera ahora, la que en su opinión "es más económica", mientras que "la violencia es muy distinta, máxime la callejera".
Después de haber hecho de Honduras su segunda patria, en la que ha vivido 42 de sus 76 años de edad, Wagner cree que la situación del país "es difícil".
"Lo que necesitamos son políticos honrados, es claro que no hay muchos de esos", enfatizó el religioso.
Sobre las obras que montó en Honduras, que podrían rozar las 100, destacó "El asesinato de Jesús", la "Navidad nuestra", basada en los evangelios; "Réquiem por el padre De las casas", sobre fray Bartolomé de las Casas; "Alta es la noche", que trata sobre la vida del prócer hondureño Francisco Morazán, y "Romero de las Américas", una visión de toda la historia de Centroamérica.
Wagner resumió su estancia en Honduras en "una búsqueda constante de una manera de hallar la forma artística", basado en el pensamiento del teólogo Tomás de Aquino, "que define a Dios como la verdad, el amor y la belleza".
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