Vivir y morir por la paz en Chiapas y en las 'américas' Rodrigo Guerra: "Marcelo Pérez fue asesinado en un lugar donde los muertos ya no son nota. Son parte del paisaje"
El sacerdote tzotzil Marcelo Pérez fue asesinado el pasado domingo luego de celebrar misa
Defensor de los Derechos Humanos en las comunidades indígenas de la Diócesis de San Cristóbal, no se achicaba al denunciar las complicidades de las autoridades con los grupos del crimen organizado en México
Religión Digital, entrevista a Rodrigo Guerra, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina en el Vaticano, quien fue profesor de este sacerdote, para explorar el significado social y eclesial de un terrible crimen que clama al cielo
"El crimen organizado busca que México tenga miedo, desconfianza y dolor… En el pasado proceso electoral 515 candidatos a distintos puestos de elección popular en el Estado de Chiapas, renunciaron a su candidatura. A nivel nacional, la fotografía es aún más escalofriante"
Religión Digital, entrevista a Rodrigo Guerra, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina en el Vaticano, quien fue profesor de este sacerdote, para explorar el significado social y eclesial de un terrible crimen que clama al cielo
"El crimen organizado busca que México tenga miedo, desconfianza y dolor… En el pasado proceso electoral 515 candidatos a distintos puestos de elección popular en el Estado de Chiapas, renunciaron a su candidatura. A nivel nacional, la fotografía es aún más escalofriante"
| RD
El sacerdote tzotzil Marcelo Pérez fue asesinado el pasado domingo, tras celebrar misa. Defensor de los Derechos Humanos en las comunidades indígenas de la Diócesis de San Cristóbal, no se achicaba al denunciar las complicidades de las autoridades con los grupos del crimen organizado en México. Miles de personas lo han acompañado hasta su última morada.
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Religión Digital, entrevista a Rodrigo Guerra, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina en el Vaticano, quien fue profesor de este sacerdote, para explorar el significado social y eclesial de un terrible crimen que clama al cielo.
RD: En junio de 2021, antes de que fueras nombrado secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, escribiste una columna en el periódico “El Heraldo de México” intitulada “Asesinato en Chiapas” en la que citas algunas palabras del Padre Marcelo Pérez, recientemente ejecutado en San Cristóbal de las Casas. ¿Qué relación hay entre tu texto y lo ocurrido el pasado domingo?
RG: En el texto que publiqué en 2021 comentaba el asesinato de un humilde agente de pastoral de la Diócesis de San Cristóbal: Simón Pedro López, colaborador del grupo “Las Abejas de Acteal”. Cuarenta y cinco miembros de “Las Abejas”, - incluidos niños y mujeres embarazadas -, en el momento de encontrarse orando por la paz en medio de la selva, habían sido asesinados por la espalda el 22 de diciembre de 1997. La tristemente célebre “matanza de Acteal” se continuaba con la ejecución de Simón Pedro.
Justamente el Padre Marcelo Pérez, en aquel entonces, párroco de Simojovel, afirmó: “La muerte de Simón Pedro es consecuencia de la injusticia, del narcoayuntamiento, del narcotráfico, del crimen organizado en Pantelhó (…) que la sangre de Simón Pedro sea semilla para la paz y para la liberación de Pantelhó, sea la semilla para despertar la conciencia de luchar por la paz. Pero les pido que no caigan en la tentación de la venganza, la venganza no es el camino”. En el fondo, mi texto intentaba ayudar a visibilizar, ¡mínimamente!, parte de la violencia que continúa existiendo contra las comunidades indígenas en Chiapas. Violencia que tiene añejos antecedentes y que se ha reformulado gracias a la presencia del narco en aquellos territorios.
-Usted fue profesor del Padre Marcelo Pérez. ¿Cómo recibió la noticia del asesinato?
-Al parecer el asesinato se realizó a las 8:55 AM del domingo 20 de octubre. Pocas horas después recibí la noticia, pero no logré advertir de inmediato que el sacerdote asesinado era Marcelo, aquel hombre increíblemente sencillo y bondadoso que había conocido durante un curso intensivo de varios días sobre Doctrina social de la Iglesia organizado por la Academia de Líderes Católicos, en Tlalpan, en el verano de 2019. Cuando fui cobrando consciencia de todo, me comenzaron a llegar recuerdos y una profunda tristeza e indignación.
-¿Qué recuerdos pasaron por su mente?
-Recuerdo que durante aquel curso, conversé en un receso con algunos de los asistentes sobre la experiencia que había vivido yo al ser enviado por la nunciatura a San Cristóbal, durante el III Sínodo Diocesano (1995-2000). Creo que el Padre Marcelo estaba ahí. Platiqué sobre mis encuentros con Mons. Samuel Ruiz; con el entrañable Padre Felipe Toussaint, Vicario general (que en paz descanse); con el Padre Gonzalo Ituarte, fraile dominico extraordinario; y con otros. Les compartí, cómo en mi historia personal, conocer aquellas personas, aquellas historias, le dio un vuelco a mi cabeza y a mi corazón. Recuerdo que gracias a Toussaint, conocí a unos niños que habían sufrido maltratos indecibles por los grupos paramilitares. Esto me produjo como un shock. Mis prejuicios sobre las opciones de la Diócesis, que eran muchos, se desmoronaron. ¡Cuanta ideología me había cegado!
No sé si me lograré dar a entender: hay un punto, hay momentos en la vida, misteriosos y muy hondos, en los que uno despierta como de un letargo. El mundo aparentemente sigue siendo igual, pero uno ya no es el mismo. Pido a Dios me permita ser fiel a ese secreto “Kairós”, a ese inefable instante de gracia, que me arranca las lágrimas, y que está indisolublemente unido a la forma como ví, con mis propios ojos, que el evangelio inculturado era vivido con gran sencillez y radicalidad, en medio del sufrimiento, en la Diócesis de San Cristóbal. ¡Verdaderemente los más marginados, lastimados, y humillados, son quienes nos evangelizan! ¡Esta es la memoria que se dilata en mi corazón desde aquellos años y hasta los acontecimientos en torno a la persona del padre Marcelo!
-¿Cuál es el contexto social que enmarca la muerte del Padre Marcelo?
-Muchos territorios en México se han vuelto escenarios de muerte. En los últimos seis años han sido asesinadas casi 200 mil personas en todo el país. Lugares como Guerrero y Chiapas han “normalizado” esta situación. Los muertos ya no son nota. Son parte del paisaje. La vida de muchas comunidades se encuentra fracturada y amedrentada. Pienso de inmediato en la fotografía que hace unos días circuló en todos los diarios de México: el Alcalde de Chilpancingo fue decapitado y su cabeza colocada sobre el techo de su vehículo. Esto no es solamente un acto criminal, sino es un acto para sembrar terror. El crimen organizado busca que México tenga miedo, desconfianza y dolor.
Es en este contexto que en el pasado proceso electoral 515 candidatos a distintos puestos de elección popular en el Estado de Chiapas, renunciaron a su candidatura. A nivel nacional, la fotografía es aún más escalofriante. Si tomamos en cuenta candidatos, excandidatos, funcionarios públicos, familiares de actores-clave y víctimas colaterales, hubieron 889 personas que fueron objeto de violencia política, de las cuales 218 fueron atentados, 260 amenazas y 267 asesinatos. Chiapas, después de Guerrero, es el Estado de la República con más acciones de esta naturaleza en todo México.
"Pienso de inmediato en la fotografía que hace unos días circuló en todos los diarios de México: el Alcalde de Chilpancingo fue decapitado y su cabeza colocada sobre el techo de su vehículo. Esto no es solamente un acto criminal, sino es un acto para sembrar terror. El crimen organizado busca que México tenga miedo, desconfianza y dolor"
El Instituto Internacional para la Libertad Religiosa documenta que, en los últimos veinte años, han sido asesinados en México 155 líderes religiosos, principalísimamente sacerdotes católicos. Estos datos nos permiten comenzar a entrever el contexto social que encuadra el asesinato del Padre Marcelo. El crimen organizado no ha sido contenido, sino que se ha expandido con el paso de los años. Los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Cesar Mora, asesinados en la sierra Tarahumara en 2022, seguramente reciben en el cielo a otro hermano sacerdote.
-¿Qué significa para la Iglesia el asesinato del Padre Marcelo?
-La Conferencia del Episcopado Mexicano, el CELAM, y otros organismos eclesiales han manifestado públicamente con gran fuerza su dolor y su exigencia de justicia. En muchos casos, como el del mencionado Simón Pedro López, sólo se descubren a los autores materiales, pero nunca se identifican los “móviles” y/o los autores intelectuales. En medio de esta lamentable situación, la fe cristiana ofrece una luz: la muerte y la violencia nunca tienen la última palabra. Todo este dolor no es inútil porque siempre Jesucristo lo abraza y lo une a la salvación del mundo.
-¿Qué esperanza “intrahistórica” puede existir en medio de estos contextos de violencia?
-La historia de los pueblos latinoamericanos es una suma de claroscuros. Los episodios de violencia conviven con experiencias de fraternidad desde los orígenes. Sin embargo, la Esperanza es la que construye y no ha estado ausente de la vida concreta de nuestros pueblos. Desde el comienzo, las violencias europeas y la violencias de los pueblos originarios, fueron corregidas por un acontecimiento milagroso que es como nuestro “pacto fundacional” y fraterno: en diciembre de 1531, Santa María de Guadalupe le muestra a san Juan Diego que es preciso construir una “casita sagrada”, es decir, un espacio donde su Hijo pueda mostrar su amor y misericordia para con todos, para que todos podamos vivir con fraternidad, con libertad y con dignidad en las tierras americanas. Este “espacio” no es sólo un templo, no es sólo “conversión interior”, sino además es todo el conjunto de condiciones sociales, culturales y estructurales que en cada generación es preciso apuntalar. La Virgen de Guadalupe, modelo de evangelización perfectamente inculturada, facilitó la reconciliación social, el mestizaje y sembró auténtica Esperanza. No es un mero recurso pío pensar que Ella nuevamente puede ayudarnos a vivir esta experiencia si reaprendemos a seguir las huellas de san Juan Diego. Desde nuestra pequeñez, pobreza y fragilidad hay que consagrarnos a Ella y ponernos a trabajar: anunciando el Dios de la vida y de la paz, a tiempo y a destiempo.
-¿Qué hace la Iglesia católica en México a este respecto?
-La Iglesia católica a través de la Conferencia Episcopal, de la Conferencia de Institutos Religiosos, de la Compañía de Jesús y de muchos organismos de la sociedad civil, ha organizado el “Diálogo nacional por la paz”. Este esfuerzo que implica recoger el dolor que hay por todos lados y hacer propuestas desde la base para recuperar la paz, necesita continuar y fortalecerse. Así mismo, el camino preparatorio para el V Centenario del Acontecimiento Guadalupano, no puede verse disociado de estas labores.
El Papa Francisco, el 12 de diciembre de 2022, ha dicho: “Hoy, 12 de diciembre, se inicia en el continente americano la Novena Intercontinental Guadalupana, camino que prepara a la celebración del V Centenario del Acontecimiento Guadalupano en 2031. Exhorto a todos los miembros de la Iglesia que peregrina en América, pastores y fieles, a participar en este camino celebrativo”. El camino “celebrativo” implica aprender a “leer” el mensaje de la Virgen en nuestros contextos actuales. Una reducción puramente “devocional” de Guadalupe, sin atender al camino evangelizador, liberador y prospectivo que señala la Virgen, no es lo que necesitamos.
Hoy, con la ayuda de nuestra Madre, tenemos que reaprender a construir el México, la América Latina y las “américas” que necesitamos para ser auténtico “Continente de Esperanza”. Por cierto, el padre Marcelo era profundamente guadalupano. Y esto no es un dato menor. Su muerte en Chiapas siembra sobrenaturalmente un camino para que las nuevas generaciones puedan vivir de manera inculturada conforme al evangelio y a las exigencias de la justicia y la dignidad.
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