El arzobispo de Lima ve en la infancia una prioridad de la opción por los pobres Carlos Castillo: "Un pueblo muy herido necesita hablar mucho y ser escuchado también"
"El tema está presente en la tradición de la fe porque Dios, cuando quiere cambiar la historia, hace nacer un niño"
"Corremos el riesgo de excluirlos en las zonas amazónicas y en las más altas de los andes"
El arzobispo de Lima recordó que el Papa impulsa una "pastoral juvenil barrial sin muchas exigencias"
El arzobispo de Lima recordó que el Papa impulsa una "pastoral juvenil barrial sin muchas exigencias"
| Arzobispado de Lima
(Arzobispado de Lima).- El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, participó en el programa ‘Diálogo Abierto’ conducido por Salvador Herencia para abordar el tema ‘La Iglesia, la infancia y los niños: Una prioridad entre la opción por los pobres’. También participaron en el debate el padre Gastón Garatea, y la Dra. Gloria Helfner, miembros del Grupo Directivo de Inversión en la Infancia.
Cada niño nace con una vocación que debemos cultivar
«El tema del niño siempre está presente en la tradición de la fe porque Dios, cuando quiere cambiar la historia, hace nacer un niño. Moisés, David, Daniel, todos son niños que luego se hacen grandes y dependerán mucho de cómo son acogidos, como el propio Jesús que es acogido en forma precaria, pero no aparecen como niños abandonados como dice Nietzsche y Heidegger», comentó el Arzobispo de Lima.
Cada niño nace con una vocación, con un llamado especial y tiene una tarea, una misión para todos, pero hay que cultivarla acogiéndolo y aceptándolo como es. «No somos arrojados a la existencia, somos acogidos a la existencia, no somos seres anónimos, y la Biblia quiere recordar que inclusive el niño más menesteroso, más pobre, siempre ha de ser acogido y acompañado para que crezca y pueda también ser un aporte», añadió.
Vocaciones que se frustran por la desnutrición
Con la desnutrición actual que vemos en todo el país «hay posibilidad que una vocación se frustre porque le falta algo elemental como el hierro, por ejemplo». Este es un problema serio porque estamos «cometiendo una falta de acogida, actuando con indiferencia ante el nacimiento de un niño en medio de una sociedad violenta que lo maltrata o usa para fines propios que van a impedir hacer su misión en este mundo».
Toda esa manera de pensar del Siglo XVII se ha mantenido en la historia hasta ahora porque no se dialoga con la persona sobre sus sentimientos, sus búsquedas
La Iglesia necesariamente tiene que tomar cartas en el asunto porque es «el sector más lindo para recibir a los niños en sus espacios amplios para que jueguen, participen en la misa y aprendan a cantar, pero también encontramos una proporción de niños que son retraídos o que tienen debilidad, y es muy difícil poder hacer una pastoral que incluya a quienes tienen deficiencias».
«Ciertamente los esfuerzos que se han hecho por la alimentación han existido y existen, pero hay que reforzarlos mucho porque el crecimiento de la población es tan grande que corremos el riesgo de excluirlos como sucede con otros sectores de población como las zonas amazónicas o las zonas más altas de los andes».
Pastoral juvenil de barrios
En ese sentido, la Iglesia debe comenzar a «abrirse a nuevos sectores y mirar para fuera», que salga a compartir la vida para «crear nuevas formas de parroquia donde se encuentra la gente en la calle». Y recordando la exhortación apostólica ‘Christus Vivit’ del Papa Francisco, Monseñor Castillo comentó sobre la propuesta del Sumo Pontífice de una «pastoral juvenil barrial sin muchas exigencias, en donde los agentes pastorales se van a mezclar con la gente en el barrio para hacer grupos de distintos tipos».
Pastoral de la infancia que considere al niño como sujeto
«En el caso de los niños hay que compartir con ellos y empezar dentro de cada barrio a reunirlos para ver en qué condiciones están, y luego hablar con las mamás, reunirse con ellas para ver si están nutridos o no». «A mí lo que me interesa de la pastoral de la infancia – añadió Monseñor Castillo – es que considera al niño como sujeto, no lo considera como un objeto de trato sino como alguien que es toda una potencialidad de vida para todos, y que además él mismo es una fuente inagotable de reconocimiento de que Dios está con nosotros y nos acompaña».
En la niñez se genera la esperanza de la humanidad
A Jesús desde chiquito se le llama el Emmanuel porque Dios nos acompaña, «quiere que siempre se genere desde la niñez la esperanza de la humanidad; y entonces al considerarlos sujetos, no son simple objeto de nosotros sino que siempre nos están preguntando, demandando y amando, y nosotros estamos respondiendo sus necesidades y estamos en diálogo con ellos».
Podríamos crear un sistema educativo de la infancia que a todos nos pusiera en sintonía sobre cómo vamos a tratar los niños y por qué el niño tiene que ser tratado como sujeto y no como un objeto. «La alimentación tiene que ir variando según se avanza en la vida, no puede ser la misma, toda la vida es harinas y entonces eso disminuye las capacidades. Luego está la presencia del alcohol en la vida de las personas que destruye ciertamente las células cerebrales, y que entonces se transmite eso de generaciones a otras, inclusive, cada uno de nosotros podría medir si ciertas enfermedades que tiene no derivan de cosas que en el pasado nuestros familiares comieron o tomaron».
Una cadena ininterrumpida de maltrato infantil
El tema de la violencia en nuestro país se ha hecho más evidente en el último tiempo al ubicarnos en el tercer o cuarto lugar en el mundo de maltrato de la mujer. «Esto es expresión de vidas donde la niñez ha sido tratada como cosa, es una cadena ininterrumpida, histórica, en donde no podemos decir que todo tiempo pasado fue mejor, porque realmente el pasado fue muy duro por la rigidez con que se pretende muchas veces adaptar al niño a las formas de los adultos».
«Todos hemos recibido una educación un poco dura, quizás en eso hemos mejorado pero no lo suficiente, porque aún están los rezagos de una educación violenta, ‘que la letra con sangre entra’, o la amenaza permanente de decir: ‘si no haces esto, Dios te condena’, ‘si no te confiesas, Dios te condena, tienes que temer al Señor'». «Toda esa manera de pensar del Siglo XVII se ha mantenido en la historia hasta ahora» porque no se dialoga con la persona sobre sus sentimientos, sus búsquedas, al contrario, «se pretende imponer a la persona y fabricarla en vez de suscitarla y resucitarla, que es lo que hace Jesús».
Una fe cristiana basada en el amor gratuito puede desviolentar nuestra sociedad
En ese sentido, Jesús pone en el medio a los niños y nos dice que si no son como niños, no entrarán al reino, «y lo dice porque el niño absorbe, en el sentido de que acoge lo que se le dice y cree, pero claro si eso es dañino también se lo cree».
«Nosotros hemos sido educados en una tradición violenta que en cierto modo ha anunciado el rigor y la amenaza permanente a la persona, y entonces nos hemos olvidado de los más central de la fe, que es el amor, el amor gratuito de Dios que está mostrado en Jesús». «Yo creo que una fe cristiana, basada en amor gratuito que es la que predica el Papa Francisco con toda claridad y que es la de Jesús original, puede desviolentar nuestra sociedad si es que nos quitamos el temor, y si expulsa al temor, expulsa a la violencia también».
Construir un país es una gran experiencia de amor
«Julio Cotler antes de morir dio una entrevista a Santiago Pedraglio donde dice que el Perú es uno de los países en América Latina en que existen menos experiencias compartidas, y en donde menos hablamos y creamos espacios para poder entendernos». Estos espacios ayudarían «a que pudiéramos por lo menos botar esas represiones, esos maltratos que hemos recibido antes para consolarnos mutuamente».
«Mi papá me enseñó, un poquito de viejito, que hacer un país es una gran experiencia de amor, construir una nación es una gran experiencia de amor, de encuentro los unos con los otros, de conocer nuestras historias. Como sacerdote he confesado en mis distintas parroquias a familias en que no se conoce el uno con el otro, no conoce la historia anterior, y entonces eso ahora se está haciendo un poquito más, pero se necesita propiciarlo.»
Un pueblo herido necesita hablar y ser escuchado
«Ayer le decía en mi parroquia San Juan Apóstol: “todos somos arzobispos y arzobispas”, porque a mí me han nombrado como parte de una experiencia concreta que es parte de todos ustedes, es una parroquia linda, pero la idea es que esa parroquia la asumamos todos para que difundamos esta alegría en las formas eclesiales».
«La Iglesia podemos abrirla para que su aporte sea dar, ser un medio, un ambiente, un espacio para que todos podamos compartir y entendernos, porque si nos entendemos, si nos comprendemos, si nos apreciamos podemos ver lo interesante que tenemos a pesar de todas nuestras dificultades y heridas. Un pueblo muy herido necesita hablar mucho y ser escuchado también».