El arzobispo de Caracas en el 6.° Congreso Americano Misionero (CAM6) Raúl Biord: "La misión nos pide ir con alegría a todas las gentes, estar y convivir con la gente"
El arzobispo inauguró las sesiones, este 20 de noviembre, con una ponencia titulada "La misión nace de la Trinidad"
Reflexionó sobre el significado de la Missio Dei como fundamento trinitario de la misión de la Iglesia, remarcando la necesidad de recuperar su esencia misionera y superar las tentaciones de autorreferencialidad
Recalcó la conexión entre sinodalidad y misión; y resaltó la necesidad de habitar activamente el continente digital como un nuevo espacio de evangelización
Recalcó la conexión entre sinodalidad y misión; y resaltó la necesidad de habitar activamente el continente digital como un nuevo espacio de evangelización
| Micaela Alejandra Díaz
La autoridad eclesial reflexionó sobre el significado de la Missio Dei como fundamento trinitario de la misión de la Iglesia, remarcando la necesidad de recuperar su esencia misionera y superar las tentaciones de autorreferencialidad que frenan su capacidad transformadora en un mundo cambiante.
A su vez, recalcó la conexión entre sinodalidad y misión; y resaltó la necesidad de habitar activamente el continente digital como un nuevo espacio de evangelización. Recordó que la misión encuentra su fundamento en el llamado del Resucitado y que la misión “nos pide ir con alegría a todas las gentes (ad gentes), estar entre la gente (inter gentes), convivir y compartir con la gente (cum gentibus)”.
Sinodalidad y Misión están íntimamente ligadas
Durante su exposición, monseñor Biord destacó que el proceso sinodal promovido por el Papa Francisco tiene en la misión su horizonte y propósito final: “Se plantea una circularidad entre sinodalidad y misión, que los hace lógicamente convertibles: la sinodalidad es para la misión, y la misión solo se puede desarrollar sinodalmente. Una sinodalidad misionera y una misión sinodal”.
Además, explicó que “el proceso de sinodalización parte de la identidad bautismal común a todo el pueblo de Dios”, todo el Pueblo de Dios es sujeto del anuncio del Evangelio: “En él, todo bautizado es convocado para ser protagonista de la misión, porque todos somos discípulos misioneros”.
La autoridad eclesial resaltó que esta identidad no es una mera suma de individuos, sino una comunidad viva que camina unida hacia el Reino de Dios: “Es el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad; orientados a la misión… Es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la iglesia más participativa y misionera”.
“Sinodalidad y misión están íntimamente ligadas: la misión ilumina la sinodalidad y la sinodalidad impulsa a la misión”, dijo y reiteró que la sinodalidad implica una conciencia vocacional y misionera, que exige una espiritualidad misionera y una formación que nos haga despertar “la pasión por la misión ad gentes”.
Ser protagonistas de la Evangelización
El prelado destacó cómo esta imagen ofrece una visión motivadora para comprender la misión de la Iglesia en el mundo actual: “Juntos, echar las redes, una pesca abundante, también yo los envío”.
Detalló que la misión, lejos de ser una opción privada, es la esencia misma de la Iglesia. Recordó que el documento final del Sínodo cita el capítulo 20 de San Juan, donde se establece la íntima conexión entre la Pascua, Pentecostés y el envío misionero: “Cada nuevo paso en la vida de la Iglesia es un regreso a la fuente, una experiencia renovada del encuentro con el Resucitado”, afirmó.
“La misión nos lleva fuera de nosotros mismos, hacia lo diferente”, expresó. Este impulso no solo se limita a las estructuras internas de la Iglesia, sino que se proyecta hacia la vida familiar, laboral y social, invitando especialmente a los laicos a ser protagonistas en la evangelización. Igualmente, mencionó la insistencia del Sínodo sobre la misión en el continente digital, reconociendo que este espacio, donde habitan millones de jóvenes, reconfigura las relaciones, vínculos y fronteras.
La misión nos envía como testigos en medio de los dramas de la historia
“Una comunión sin misión solo sería egoísmo”, afirmó el arzobispo, remarcando que la comunión cristiana no puede limitarse a un espacio cerrado, sino que está esencialmente orientada hacia el servicio y el encuentro con el mundo. Para monseñor Biord, la misión es el impulso que empuja a la Iglesia a salir de sí misma, encontrándose con personas, pueblos y culturas.
La misión está anclada en el llamado del Resucitado, quien envía a sus discípulos como testigos en medio de los dramas de la historia,el arzobispo evocó los rostros de los niños aterrorizados por la guerra, el sufrimiento de las madres, los sueños rotos de los jóvenes, los migrantes y refugiados, las víctimas del cambio climático y la injusticia social, y los pobres que enfrentan el hambre y la semilla: “La misión nos envía a lugares muy diversos donde se sufre y donde se espera el mensaje sanador del evangelio”, aseveró.
Monseñor Biord destacó que la misión de la Iglesia debe extenderse a espacios donde se requiere urgentemente una presencia sanadora: hospitales, cárceles, centros de acogida para migrantes, escuelas, universidades y ámbitos de cultura y política. Cada uno de estos lugares representa un desafío concreto y una oportunidad para que la Iglesia encarne el mensaje del Evangelio de manera tangible y efectiva.
Revitalizar el espíritu misionero
Recordando el llamado del Papa Francisco en su exhortación Evangelii Gaudiumy en el encuentro con el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, recordó la invitación “a pasar de una misión programática a una misión paradigmática, vale a decir a asumir la misión como paradigma de toda acción eclesial”.
La autoridad eclesial reconoció que “pareciera que la misión no arranca”, y que sigue sin ser el horizonte principal de muchas acciones eclesiales. “Organizamos mucho la pastoral, pero hemos descuidado la misión. ¡Algo nos falta!”, exclamó y llamó a revitalizar el espíritu misionero y a convertirlo en el motor central de la vida de la Iglesia.
La misión nace de la Trinidad
“En la dinámica trinitaria, encontramos una comunión que se abre a la misión, porque ya desde el origen, en el seno mismo de la trinidad, era una comunión misionera que se despliega en una cadena remisora de misiones en la historia de la salvación”, enseñó monseñor Biord, reiterando que el verdadero fin de la sinodalidad es la misión “a la que estamos llamados (por el mandato del Resucitado), en la que estamos involucrados (desde la dinámica trinitaria) y comprometidos (por el bautismo y los sacramentos de la iniciación cristiana)”.
La Missio Dei representa la participación de la Iglesia en el envío del Dios uno y trino, un concepto que ha ganado terreno en la reflexión teológica católica. Mons. Biord dijo que esta idea ayuda a superar enfoques limitados que durante años desacreditaron la misión como acción transformadora. Entre los desafíos que enfrentó el concepto de misión se encuentran el olvido de la Trinidad, el reduccionismo asistencialista y una visión eclesiocéntrica que priorizaba la expansión institucional sobre el mensaje del Evangelio.
“El desafío ya no es la extensión o expansión de ‘Iglesia’ o del ‘cristianismo’, sino una participación en la relación de Dios con el mundo”, señaló el obispo y añadió: “En la historia de la salvación, Dios es el primer misionero. Jesús es el misionero por excelencia y el Espíritu Santo es el misionero más exitoso”.
Trinidad en misión
El arzobispo Biord describió a la Trinidad como una comunión misionera. El envío del Padre al Hijo y al Espíritu Santo, reflejado en las Escrituras, no solo constituye el fundamento de la Iglesia, sino también su vocación esencial.
Este paradigma trinitario impulsa a la Iglesia a una misión integral que va más allá de las fronteras geográficas y culturales, a incluir al ser humano y al cosmos entero: “La misión de Dios no solo tiene como objetivo salvar al hombre, sino también al cosmos, recuperando una visión bíblica y patrística de antigua tradición”.
El obispo explicó que la categoría Missio Dei se enmarca en un modelo histórico-salvífico y significa “que la misión no tiene su origen de los hombres, ni de la Iglesia, sino de Dios. Es Dios mismo el que envía a su Hijo. Jesús es el ‘misionero’ propiamente dicho, origen y modelo. Su misión es continuada por la iglesia. Dios no es solamente aquel que envía, Él es también en el Hijo y el Espíritu Santo, el Enviado”.
La patria de los cristianos es la Trinidad
“La patria de los cristianos es la Trinidad, un profundo entramado de comunión y misión”, enseñó el obispo, asegurando que “esto significa afirmar que nuestra identidad como cristianos nos remite originariamente a la comunión misionera trinitaria”.
Monseñor Biord citó a Bruno Forte para destacar que esta comunión tiene una dimensión histórica: venimos de la Trinidad y hacia ella nos dirigimos, en una peregrinación que nos invita a ser reflejo de su amor en el mundo. Para el obispo, la misión cristiana tiene su origen en el amor trinitario. Inspirándose en Hans Urs von Balthasar, describió la misión como el hilo conductor de la historia de la salvación, una acción dinámica que parte del Padre, se encarna en el Hijo y se realiza plenamente en el Espíritu Santo.
Monseñor enseñó que el misterio de la Trinidad no es algo que permanece escondido e inaccesible: “es un don que se entrega en la historia como auto-revelación y autocomunicación de un amor divino a los hombres y por los hombres”.
“La Iglesia no tiene una misión, la misión tiene una Iglesia”
“Con la resurrección de Jesús, todo adquiere sentido y coherencia”, expresó el obispo, enseñando que la misión que antes de pascua se llamó ‘seguimiento’, después de pascua se llama definitivamente misión: “La misión del Resucitado es también el punto de pasaje de la cristología a la eclesiología: la Iglesia por fundación es esencialmente pascual y radicalmente misionera”.
Para el arzobispo, “no somos nosotros que definimos la misión, sino que la misión nos define a nosotros”. Explicó que “la Iglesia es misionera porque Dios es misionero”, y que la misión no es una actividad de la Iglesia, sino un atributo de Dios, “pues Dios es un Dios misionero”.
Monseñor Biord dijo que “la evangelización no tiene como objetivo primario construir una Iglesia, sino anunciar al Dios revelado en Jesucristo. La Iglesia no es ni el origen ni el final, es “solo” sacramento del Dios que es creador y salvador, alfa y omega. Su misión es ser la expresión y prolongación del amor de Dios por el mundo. La iglesia es enviada en misión porque Dios es en sí mismo un Dios que envía”.
Anunciar el Reino y caminar con las gentes
El arzobispo Raúl Biord resaltó la necesidad de ampliar la comprensión de la misión desde una perspectiva trinitaria, identificando tres dimensiones esenciales: la creación ( missio Creationis ), la redención ( missio Jesu ) y la santificación ( missio Spiritus ). Esta mirada integral conecta la acción misionera de la Iglesia con la naturaleza misma de Dios, quien envía y acompaña a la humanidad a través de la historia.
Explicó que la misión de la Iglesia está enraizada en el envío trinitario: el Padre envía al Hijo, el Hijo al Espíritu, y en el Espíritu, somos enviados como discípulos misioneros: “La Iglesia nace del envío trinitario, en la fiesta de Pentecostés. Ella vive la esencia misionera de su origen en el seguimiento de Jesús, anunciando el Reino y convocando a la humanidad para el encuentro con Dios. La misión viene de Dios y regresa a Dios”.
El prelado abordó la evolución de la misión de la Iglesia, pasando de una visión clásica ad gentes (hacia las gentes) a enfoques más inclusivos como inter gentes (entre las gentes) y cum gentibus (con las gentes). Dejando claro que la misión no solo busca evangelizar, sino también transformar realidades sociales, culturales y espirituales, construyendo puentes entre tradiciones y promoviendo justicia, perdón y paz.
Una misión: hacia la gente, entre la gente y con la gente
La misión de la Iglesia encuentra su fundamento en la Trinidad, el corazón de su identidad como comunidad misionera, señaló monseñor Biord: “Solo a partir de esta base se puede afirmar la vocación misionera de la Iglesia. Asumir la categoría de la Missio Dei nos puede ayudar a comprender el carácter subsidiario o sacramental de la Iglesia como su instrumento o agente”.
También, explicó que el concepto de “Iglesia misionera” aporta una perspectiva nueva y fresca “sobre su rol en el teodrama de la missio Dei y del anuncio del Reino de Dios”. Reiterando que “la Iglesia existe para evangelizar”, es decir, la misión es su razón de ser.
“La misión nos pide e ir con alegría a todas las gentes (ad gentes), estar entre la gente (inter gentes), convivir y compartir con la gente (cum gentibus). Todos los bautizados, como discípulos-misioneros, estamos llamados a anunciar el Reino de Dios”, remarcó el obispo, invitando a pasar del “siempre-se-ha-hecho-así”, del miedo, del letargo, del estar encerrados a la “salida misionera”.
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