"La Iglesia católica se ha convertido en la institución más creíble de Nicaragua" Silvio José Báez: “He tenido miedo, pero un miedo fecundo que me ha ayudado a entender el de la gente"
"Las lágrimas de Ernesto Cardenal y las mías se juntaron en ese momento y nos dimos un abrazo muy sincero"
"Nuestra Iglesia tiene el gusto de ser pueblo, sin clericalismo y sin aburguesamiento"
"No puedo no alegrarme por los cien presos liberados, es un pequeño signo, ambiguo e imperfecto, pero que abre una ventana de esperanza"
"No puedo no alegrarme por los cien presos liberados, es un pequeño signo, ambiguo e imperfecto, pero que abre una ventana de esperanza"
“Usted es una auténtico pastor con olor a oveja. Usted nos representa. Usted nos da esperanza. Muchísimas gracias”. Enarbolando su bandera de nicaragua, Araceli se levantó en plena rueda de prensa y lanzó su alegato, con voz entrecortada por la emoción, a favor del obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez. El prelado le dio las gracias, con una gran sonrisa y la señora se sentó entre lágrimas.
El obispo nicaragüense se encuentra en Madrid para participar en un Simposio de Teología organizado por la Revista Vida Religiosa con motivo de su 75 aniversario, que se celebrará del 1 al 3 de marzo bajo el título 'Presente, memoria, porvenir. Sueños y diseños en construcción'. Y, como era de prever, acaparó casi por completo la rueda de prensa.
Alto, delgado, bien parecido, monseñor Báez transmite con su mera presencia. Y, además, habla bien y adorna su exposición con la calidez y la dulzura propia de las tierras de Rubén Darío, pero sin dejar de denunciar de forma clara y tajante las injusticias. Por eso, se ha convertido en una especie de profeta de los nicas, que lo adoran casi como un icono.
De ahí que, en su comparecencia, comience asegurando que actualmente en Nicaragua sufre “una crisis política con unas dimensiones humanitarias dramáticas, de no respeto a los derechos humanos y profundo desequilibrio económico”. Casi todas las instituciones del país están 'tocadas' por el descrédito, excepto la Iglesia católica, que “se ha convertido en la institución más creíble en el país”.
Porque, a su juicio, la Iglesia nica se ha alineado, desde los últimos cien años, con el pueblo, y tanto los obispos como los curas, frailes y monjas han optado por “mostrar su rostro samaritano" en los momentos de "violencia y represión", ayudando a la población y denunciando las situaciones de injusticia. “Nuestra Iglesia ha leído los signos de los tiempos con los ojos de Jesús, con compasión y actuando de modo solidario”, explicó.
Desde los pobres de la tierra, la Iglesia nica descubrió que, en la actual situación de crisis, “el camino es el diálogo, único modo de romper la disyuntiva entre polarización y discusión, para abrir senderos de democratización y luchar por las paz y la justicia”.
De ahí que la jerarquía (en concreto el cardenal Brenes y él mismo) se hayan prestado, desde el principio de la crisis, a mediar. Tanto en la primera parte del diálogo como en la segunda, que acaba de retornarse en Managua. En esa mediación, los obispos no buscan intereses políticos ni partidistas, sino ser “fermento de reconciliación”.
Porque su mediación se basa en estos principios: Una espiritualidad fuerte y desideologizada, una eclesialidad de inserción, al servicio de la reconciliación. Es decir, “una Iglesia que tiene el gusto de ser pueblo, sin clericalismo y sin aburguesamiento, estando cerca de la gente como el buen samaritano, para que no nos cueste inclinarnos y socorrer a los necesitados”. A través de una receta que nunca falla, cuando es auténtica: el diálogo.
A pesar de los pesares y de que el anterior intento de diálogo fue suspendido en mayo de 2018, cuando las protestas derivaron en violentos enfrentamientos que, según organismos defensores de Derechos Humanos, dejaron más de 320 muertos y 600 detenidos.
Nuevo intento de diálogo
Tras varios intentos fallidos, ahora se ha abierto una nueva etapa de diálogo, en la que también está la Iglesia. “Con tal de abrir caminos, a la Iglesia lo que menos le importa es el título, que nos llamen mediadores o testigos es lo de menos. Lo importante es que se abra el sendero, aunque parezca ambiguo e imperfecto, porque el problema de Nicaragua es demasiado complejo para una solución inmediata, pero hay que tener esperanza”, añadió.
Siempre con el horizonte esperanza, Báez se alegra, incluso, por la reciente liberación de presos políticos realizada por le régimen de Ortega, aunque la tachó de “insuficiente” y reclamó “la liberación total de todas las personas encarceladas por motivos políticos” en el país.
“No puedo no alegrarme por los cien presos liberados, es un pequeño signo, ambiguo e imperfecto, pero que abre una ventana de esperanza. Pero es muy insuficiente de cara al drama que vive el pueblo nicaragüense, todavía hay centenares en las cárceles. Uno de los primeros pasos que se deben dar es la liberación total de todas las personas encarceladas por motivos políticos”, dijo el prelado.
El obispo líder
Por su valentía y su cercanía a la gente, Silvio Báez es considerad por mucha gente como un líder. Pero de los auténticos. “No soy líder de nada. Intento ser sólo un cristiano coherente y un pastor cercano a mi pueblo, cercano al Evangelio y a la gente”.
Por ser así e intentar actuar así, reconoce que ha sufrido “campañas en su contra” y, por lo tanto, ha tenido miedo. “Sí, he tenido miedo, porque sería imposible no tener miedo frente a las amenazas y la persecución que hemos sufrido todos los nicaragüenses. Pero lo importante no es tener miedo, sino saberlo gestionar y administrar, para que no te paralice, iluminándolo con la oración. Desde ahí, mi miedo ha sido fecundo y me ha ayudado a entender el miedo de la gente”.
Por eso y a pesar de las amenazas contra su persona por parte del régimen (que intenta orillarlo de todas las maneras posibles y, de hecho, le ha impedido estar en esta segunda ronda de diálogo), el obispo nunca pensó “tirar la toalla, porque no estoy ligado ni a partido político ni a grupo social alguno. Mi permanencia sólo se puede entender desde la fe, como un seguidor de Jesús. La fe sostiene mi vida. Nunca he pensado en dejar a mi pueblo lejos. Estaré ahí mientras discierna la voluntad de Dios”.
Evidentemente, en una sociedad tan polarizada, los gestos de monseñor Báez y de los demás jerarcas del país son tachados de “políticos” por parte del régimen. Y puso el ejemplo real de cuando abrieron las puertas de la Catedral de Managua “para refugiar a centenares de jóvenes ante los disparos de las fuerzas del régimen”.
“Nuestra intención era evangélica, no en contra de nadie, pero por algunos grupos fue visto como una acción política contra el Gobierno. Esto nos ha traído otro tipo de consecuencias como críticas, persecución, agresión física y burla en muchos casos”.
¿Vale la receta del diálogo también para Venezuela?
Preguntado por la situación de Venezuela, el obispo ha indicado que en Nicaragua no se han agotado todos los medios para llevar adelante el diálogo. “El problema es quién decide que ya se agotó el camino del diálogo, habría que buscar otro sendero y eso es muy arriesgado. En Venezuela, parece que sí, que se agotó ese camino. En Nicaragua creo que todavía estamos a tiempo”.
El encuentro con Ernesto Cardenal
El obispo contó que se enteró de que el poeta había escrito una carta al Papa, pidiéndole su readmisión en el estado clerical. Y también conocía la respuesta afirmativa del Papa, un par de días antes de que se hiciese pública por parte del Nuncio y en un momento en que se temía por la vida del poeta nicaragüense.
“Creí que llegaba el final de su vida, no quise perder tiempo y le fui a ver al hospital. Hablamos de la situación de Nicaragua y le pedí su bendición, porque la necesito. Sus lágrimas y las mías se juntaron en ese momento y nos dimos un abrazo muy sincero”. Y añadió: “Puedo decirles que tengo mucha simpatía por el camino que ha hecho Cardenal como sacerdote a lo largo de los años. No es un hombre rígido. Entre otras cosas, porque ha ido cambiando sus posiciones ideológicas a la luz de la fe”.
Y monseñor Báez, despidió la rueda de prensa con la misma actitud realista pero esperanzada: “Somos un pueblo que está llorando, que está de luto, pero, como valoro mucho los pequeños gestos y la dinámica del grano de mostaza, creo que saldremos adelante y conquistaremos la paz reconciliada”.
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